Conocí a Eloy en una visita a Bodegas
Quitapenas organizada por Amaduma. Luego, a lo largo del tiempo, coincidimos en
varias visitas a museos y en algunos viajes. En no pocos de éstos compartimos
mesa en comidas y cenas aprovechando su
habilidad para conseguir plazas y su amabilidad para reservárnosla. Hablo en
plural porque con él iba Vicky, y conmigo Maripepa. Dos parejas que
simpatizamos y nos comunicamos con agrado, tanto en Zamora como en Perigueux,
tanto en Sevilla como en Innsbruck. Lo cierto es que en Málaga
no nos veíamos sino cuando la casualidad nos hacía coincidir, pero nos alegraba
que esto sucediera. Como nos alegraba reencontrarnos en los viajes.
Para recordar a Eloy, hecho mano de un
personaje que Shakespeare introduce en Enrique
V y Las alegres comadres de Windsor. No porque hubiera parecido
físico entre ambos, sino porque les asemejaba su gusto por la vida. Eloy era,
como sir John Falstaff, un jocundo gozador de la vida y un espléndido trovador
de sus vivencias. Amaba comunicar sus experiencias, los caminos que había
recorrido, los vinos que bebió, los platos que alegraron sus mesas. Y amaba,
sobre todo, hablar y opinar sobre todas las cosas, pasadas y presentes,
ofreciendo sin tasa sus amplios conocimientos al auditorio.
En poco tiempo, he dedicado tres
recuerdos a otros tantos compañeros de Amaduma. Dije adiós a José Luis, despedí
a Tomás, y ahora lo hago con Eloy. Quede aquí constancia de mi pena por su
vacío y de mi afecto para su querida Vicky.
JOSÉ RAMÓN TORRES GIL.
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