Artículo elaborado por Cristina Ruano Rodríguez,
doctora en Nutrición y Salud, Universidad de las Palmas de Gran Canaria, publicado en la revista digital The Conversation.
¿Qué será más sano, un plato de lentejas o un udon de
verduras y tofú? ¿Qué diferencias podemos encontrar entre un plato y otro? A
nivel nutricional, apenas se distinguen. Sin embargo, mientras las lentejas son
un plato típico de la cocina mediterránea, el udon es un plato tradicional
japonés.
Desde hace décadas, la preocupación por lo que comemos
y la calidad de los nutrientes que ingerimos forman parte del interés
colectivo. Aunque no es menos cierto que, si atendemos a las costumbres
dietéticas de determinados sectores de la sociedad, la adquisición de hábitos
alimenticios correctos sigue siendo una asignatura pendiente.
Qué comemos tiene múltiples implicaciones. La
evidencia científica y la Organización Mundial de la Salud ponen cada vez más
énfasis en el papel de la dieta en la prevención de enfermedades crónicas.
Además, la capacidad de algunos alimentos de proteger
y prevenir frente a distintas enfermedades tanto a nivel físico como a nivel
mental es ampliamente reconocida en la literatura científica. En los últimos 50
años, numerosos estudios han evaluado las asociaciones entre grupos de alimentos, alimentos o
nutrientes y enfermedades crónicas . La conclusión: un consenso
general sobre el papel de la dieta en la etiología de las enfermedades crónicas
más comunes, entre ellas la obesidad, la enfermedad cardiovascular, diversos cánceres y la diabetes mellitus tipo 2, entre otras. Todas
negativamente afectadas por la sobrealimentación.
De igual forma, existe un interés creciente en
investigar el rol que la dieta ejerce sobre las enfermedades mentales y neurológicas. La dieta
es un determinante esencial de la salud, aunque resulta difícil cuantificar en
qué medida previene la enfermedad.
¿Dieta mediterránea o dieta japonesa?
Seguramente, asociada a la dieta mediterránea, a todos
nos suena la distribución porcentual de nutrientes que nos recomienda la
pirámide nutricional de la Organización Mundial de la Salud para tener una
dieta equilibrada. El reparto que propone es, aproximadamente, un 55-60% de
hidratos de carbono de absorción lenta, un 12-15% de proteínas y un 25% de grasas, fundamentalmente insaturadas.
Estos porcentajes normalmente están distribuidos en tres comidas al día.
Si estos datos los trasladamos a la cantidad diaria de
energía que necesita una persona adulta sana con una actividad física e
intelectual normal, la recomendación es que un varón consuma alrededor de
2 300 calorías diarias por término medio. En las mismas circunstancias,
una mujer deberá ingerir alrededor de 1 950 calorías. Obviamente todo esto
podría modificarse en función de las características individuales.
En la cultura dietética japonesa se acostumbra a comer
pequeñas cantidades de alimentos con una importante variedad de ellos, varias
veces al día, pudiendo llegar a consumir hasta 30 alimentos diferentes cada
día. Eso sí, siempre en pequeños bocados o raciones.
No solo la frecuencia varía. Al comparar los
contenidos de la dieta nipona y la mediterránea detectamos otras diferencias
interesantes. Por ejemplo, en la dieta mediterránea encontramos de manera
significativa la presencia de lácteos, huevos, legumbres, café o las grasas
insaturadas como las que aporta el aceite de oliva virgen extra. En cuanto a la
dieta japonesa, predomina la presencia de las algas (ricas en proteínas de
origen vegetal, vitaminas y fibra que beneficia el tránsito intestinal), los
derivados de la soja (también muy ricos en proteína), o el té verde como
sustituto del café.
También guardan similitudes a tener muy en cuenta.
Ambas formas de alimentación comparten ser dietas sanas, variadas y
sostenibles. Ambas incorporan, además, alimentos básicos como el arroz, el
pescado, las verduras, las frutas y las hortalizas propias de las regiones de
cada país.
Que se consuman productos locales no solo aporta a los
consumidores las dosis diarias recomendadas tanto de vitaminas y minerales como
de fibra y proteínas para poder llevar una vida física y mentalmente saludable.
Simultáneamente, ayuda a mantener la economía local y a conservar del
medioambiente. Entre otras cosas porque evita la contaminación derivada de los
medios de transporte y del consumo de envases y envoltorios plásticos u otros
materiales de difícil reciclaje.
Tanto la dieta mediterránea como la dieta japonesa
deben entenderse no solo como un conjunto de alimentos, sino también como
modelos culturales, saludables y respetuosos con el medio ambiente, que se han
transmitido de generación en generación durante siglos. No en vano, ambas
poblaciones son de las más longevas del mundo, y, además
de vivir más años, viven mejor.
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