02 septiembre 2021

INCENTIVOS DESDE LA MONTAÑA

 

La visita o estancia en un paraje de montaña resulta casi siempre positiva, de manera especial para las personas que residen habitualmente en las zonas costeras o en áreas con una elevada densificación humana, pues así se benefician con las vivencias desarrolladas en un entorno paisajístico diferente al habitual de cada día.

En los centros escolares y en las páginas de los libros, además de Internet, se nos enseña algo básico y elemental: por cada 1000 metros que ascendemos, sobre el nivel del mar, la temperatura desciende unos 6,4 grados centígrados como promedio. Por consiguiente, a más altura, más frescor ambiental. También se nos explica que a mayor elevación el contenido de oxígeno en la masa atmosférica es menor, por lo que podremos notar un mayor cansancio en los esfuerzos, si los metros de altura son considerables. De todas formas, con estancias prolongadas, el corazón y los pulmones se habitúan a estas diferencias de presión y contenido atmosférico. Es obvio que en estos espacios, con una menor presencia de población y de vehículos, el aire suele ser más puro y limpio, favoreciendo la respiración y el mejor estado del organismo.

Aunque hay muchos tipos y espacios de montaña, el paisaje en general suele ser sugestivo y dotado de una peculiar y agradable belleza. Nos agrada admirar la flora del lugar, con ese arbolado que purifica el contenido del aire, difundiendo oxígeno, tan necesario para la vida. Esas masas arbóreas nos aportan también protección, sombra y frescor. Otro de los elementos que nos puede ilusionar sobremanera es contemplar la belleza del roquedo, que dibuja formas curiosas y espectaculares, siempre abiertas a la visualización de las personas imaginativas. El color de los espacios montañosos también es importante y gratificador en su plástica visual y anímica. Son tonalidades marrones, beis, anaranjadas, grises, verdosas y cremas, cromatismos aportados por la masa forestal y el roquedo, todos ellos dotados de una indudable belleza.

Otro de los beneficios, que gustan disfrutar las personas amantes de la montaña, proviene de la sutil acústica que encontramos en estos espacios. Lo más interesante es oír, escuchar, la magia de los “silencios”. Esos “sonidos” contrastan con los ruidos de las zonas más urbanizadas, no en balde el trasiego viario de los vehículos y los propios transeúntes, provocan esa contaminación acústica que aturde, cansa y molesta. Los sonidos de la naturaleza provienen del flujo eólico producido por el viento, que percute sobre las ramas y las hojas de los árboles, estableciendo un “pentagrama” musical, original, sugestivo y diferente para nuestros oídos. Para muchos, el mejor sonido es precisamente el silencio ambiental, adornado con la caída de las hojas, el trinar de los pájaros y el movimiento de algunos animales, en sus necesarios e imprevisibles desplazamientos.

La montaña es una zona ideal para la práctica de actividades deportivas, favorecedoras de un buen estado de salud. Entre las diversas modalidades que podemos aplicar, destaca el sencillo, placentero y muy necesario ejercicio de caminar. La practica del senderismo es del todo aconsejable, pues facilita la circulación sanguínea, estimula la máquina cardiaca, potencia la flexibilidad muscular y, de manera especial, el engranaje articular (rodillas, tobillos, huesos de los pies, brazos y columna vertebral). Probablemente llevaremos un bastón de madera o metálico, a fin de incrementar la seguridad en los desniveles y ayudar al impulso de los pasos, manteniendo el ritmo deseado. Una vez más hay que referirse a la importancia del calzado. Debe ser transpirable, a ser posible de piel, con suelas de verdadero caucho, en el que resalten los dibujos y marcas que fijan la pisada (recordemos los neumáticos en los automóviles). Si conseguimos que sea impermeable, pues mejor, para el caso de caminar por suelos húmedos o en zonas en que las nubes puedan descargar precipitaciones, según el tiempo meteorológico. Además de lo placentero que resulta acumular metros en el camino (mirar el cuentapasos del móvil) el uso de la bicicleta de montaña (mountain bike) puede dar muy buenos resultados. Algunos también se atreverán con la escalada o el deslizamiento en tirolinas, según edad o “temeridad”.

En la montaña estamos más cerca de las nubes y las estrellas. Es obvio. Un amanecer o atardecer, en las laderas, cima o valle de una zona montañosa, proporciona una sensación anímica de bienestar del todo inolvidable. La contemplación de los cielos nocturnos, en estos altos parajes, proporciona una sensación de paz y serenidad, enriquecedora para nuestro organismo. En la inmensidad y libertad de la montaña nos concentramos mucho mejor, para la práctica de la lectura y para la creatividad expresiva de nuestros escritos. También nos sentiremos mejor y más motivados para desarrollar esa reflexión, siempre necesaria en nuestras vidas. Practicar todo ello, rodeados de cedros, abetos, fresnos, abedules, pinares, alcornocales, encinares, pastizales, sabinares, quejigales, jarales, praderas, matorrales, etc. es un alimento espiritual para el sosiego y la innegociable serenidad, regalo o maná natural debido a la generosidad providencial de los dioses. La vorágine y estresante actividad diaria la percibimos afortunadamente alejada, en estos espacios y también relativizada en los problemas, para satisfacción y terapia de nuestro anhelado equilibrio anímico.  

Resulta muy enriquecedor y convivencial entablar conversaciones con los aborígenes o naturales del lugar que visitamos, pues aparte sus estudios y formación, poseen una riqueza cultural, transmitida de generación en generación, sobre los más diferentes temas o cuestiones, habilidades y destrezas. Mucho podemos aprender del leñador, el agricultor, el lechero, el carbonero, el cazador, el apicultor, el ornitólogo, todos ellas personas con muchas décadas de experiencia en el morral de su sabiduría, atesorando en su mente abundantes y valiosas historias, anécdotas, principios y lúcidas reflexiones, a las que debemos ser receptivos, aplicando humildad y fraternidad. Es bueno e inteligente conocer otras formas de vida, en lo económico, en lo constructivo, en lo social y ¿por qué no? también en lo culinario. A buen seguro, hallaremos en estos sosegados espacios de montaña interesantes, sanos y suculentos platos con comidas apetitosas, de manera especial esos postres elaborados con productos absolutamente “ecológicos” verdaderamente atractivos para el deleite de nuestra necesidad.

En conclusión, es una excelente opción optar por iluminar nuestras vacaciones o jornadas de ocio eligiendo las inmensas posibilidades que ofrece el entorno rural o montañoso de la naturaleza. Algunos lo llamarán turismo rural, ocio en la montaña o vuelta a las raíces de la madre tierra. Es indudable que la naturaleza nos llama, nos motiva, reclama nuestra compañía, para aportarnos valores que, positivamente aprovechados, nos harían mucho bien para el reencuentro con lo más íntimo de nuestra conciencia. En todo caso, nuestro organismo se siente más feliz cuando se aleja del brumoso, egoísta y especulativo urbanismo y se acerca a la montaña, buscando esos valores (sencillez, humanidad, hospitalidad, naturaleza, silencio y amistad) que motivan sonrisas y favorecen el sosiego. –

 

José L. Casado Toro

Agosto 2021.


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