24 agosto 2021

PUBLICIDAD INTEMPORAL


                                                         



A la luz de la publicidad actual, algunos de los carteles de propaganda antiguos pueden sorprendernos. Quizá eran de un lenguaje más elemental, pero efectivo. El enfoque de muchos de ellos, hoy no cumpliría con los cánones reglamentarios: afectarían la sensibilidad de alguna organización o serían socialmente incorrectos. Y no digo políticamente, ya que para ese colectivo nada es incorrecto.

  



         La función primordial de la publicidad desde su invención, siempre ha sido y será, reaccionar los primeros e intentar vendernos lo que ni siquiera hemos pensado que necesitamos.

 

Los anuncios cuyas fotos en blanco y negro adjunto al pie de este escrito, según Julián Sesmero en su libro: Málaga, su historia y sus gentes, podrían ser aproximadamente de los años 1940 a 1945 y pertenecen a un tiempo preconsumista.   

Son muy curiosos y publicitaban lo que al parecer, por entonces, colmaba los deseos de unos pocos privilegiados. Para la mayoría, que carecían casi de todo, eran las estampas de sueños imposibles.                    


Otros, más conocidos y recordados, aconsejaban tomar el Ceregumil, la Kina o Quina  San Clemente o los famosos vinos dulces de Málaga. 


Y allá por los sesenta y setenta, ya a nivel nacional, ¿en qué casa no había una, o varias de aquellas latas, de vivos colores con escenas chinescas o con lunares, de Cola Cao? Una vez vacías, lo mismo servían para almacenar las legumbres, fideos y galletas o hacer las veces de botiquín o costurero. También eran el espacio perfecto para guardar las fotos sepia de la saga familiar: una lata guarda tesoros. Las mejores solían tener algún arañazo o abolladura. Esas cicatrices del tiempo acompañaban más de un recuerdo. Por eso seguramente algunas de esas supervivientes todavía ocupan un lugar en nuestro hogar.

 

Los carteles publicitarios, con los que incluso iniciaron su andadura profesional los mejores pintores, como testigos fieles de su época, también lo son de nuestra historia.  




Esperanza Liñán Gálvez



 



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