[Don Quijote] -... Duermes, digo otra vez,
y lo diré otras ciento, sin que te tengan en continua vigilia celos de tu dama,
ni te desvelen pensamientos de pagar deudas que debas, ni de lo que has de
hacer para comer otro día tú y tu pequeña y angustiada familia. Ni la ambición
te inquieta, ni la pompa vana del mundo te fatiga, pues los límites de tus
deseos no se extienden a más que a dar pienso y cuidar de tu jumento...
(QUIJOTE, II, CAP. 20)
[Sancho]
-Por un buen tiro de barra o por una gentil treta de esgrima no dan un
cuartillo de vino en la taberna, y estas habilidades y gracias no son
vendibles, por más que las tenga el conde Dirlos; pero cuando esas gracias caen
sobre quien tiene buen dinero, quisiera yo que mi vida fuese como lucen
ellas. Sobre un buen cimiento se puede levantar un buen edificio, y el mejor
cimiento y zanja del mundo es el dinero.
(QUIJOTE, II, CAP. 20)
-En fin -dijo don Quijote-, bien
se ve, Sancho, que eres villano y de aquéllos que dicen: "¡Viva
quien vence!".
-No sé de los que soy -respondió Sancho-, pero bien sé que nunca de ollas de
Basilio sacaré yo tan elegante espuma como esta que he sacado de las de
Camacho.
(QUIJOTE, II, CAP. 20)
[Sancho] -... tanto vales cuanto tienes, y
tanto tienes cuanto vales. Dos linajes solos hay en el mundo, como decía una
agüela mía, que son el tener y el no tener, aunque ella al del tener se atenía;
y el día de hoy, mi señor don Quijote, antes se toma el pulso al haber que al saber:
un asno cubierto de oro parece mejor que un caballo enalbardado...
(QUIJOTE, II, CAP. 20)
-A
buena fe, señor -respondió Sancho-, que no hay que fiar en la descarnada, digo,
en la muerte, la cual lo mismo come cordero que carnero; y a nuestro cura he
oído decir que con igual pie pisaba las altas torres de los reyes como las
humildes chozas de los pobres. Tiene esta señora más de poder que de melindre:
no es nada asquerosa, de todo come y a todo hace, y de toda suerte de gentes,
edades y preeminencias hinche sus alforjas. No es segador que duerme las
siestas, que a todas horas siega, y corta así la seca como la verde yerba...
(QUIJOTE, II, CAP. 20)
-... no acabo de entender ni alcanzar
cómo, siendo el principio de la sabiduría el temor de Dios, tú, que temes
más a un lagarto que a Él, sabes tanto.
-Juzgue vuesa merced, señor, de sus caballerías -respondió Sancho-, y no se
meta en juzgar de los temores o valentías ajenas, que tan gentil temeroso soy
yo de Dios como cada hijo de vecino; y déjeme vuestra merced despabilar esta
espuma, que lo demás todas son palabras ociosas, de que nos han de pedir cuenta
en la otra vida.
(QUIJOTE, II, CAP. 20)
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