Yolanda
Arencibia afirma que Galdós supo llevar a sus páginas el conocimiento
profundo que tenía sobre la mujer. En su novela social llamó la atención sobre
los seres aparentemente más débiles y desprotegidos de su sociedad; y fueron
algunas de sus amistades y amantes quienes le sirvieron de modelos para su
abundante narrativa.
Dicen
que Galdós era más bien guapo, aunque desgarbado y tímido. Parecía distante, pero
atraía a las mujeres. En su madurez afirmaba que en las tareas de la pluma y la
conquista de las mujeres le favoreció la fortuna. Amó mucho y lo amaron mucho.
Su primer amor, el de la adolescencia, fue Sisita
una cubanita-canaria que quedó como una idea indeterminada en su cabeza.
Muy importante fue Lorenza Cobián, a la que mantuvo cerca más de 10 años, a la que cuidó
en su embarazo, y a cuya hija común, María, reconoció y legitimó como única
hija.
Emilia Pardo Bazán fue el amor completo,
el que une la pasión con la admiración y el respeto a la
mujer inteligente. Debió haber sido el alma gemela con quien vivir anhelos
amorosos y connivencias artísticas, pero las circunstancias impedían una
relación normal y la intimidad secreta era imposible para dos personas tan
conocidas y famosas. ¿O tal vez Galdós se arredró ante una personalidad tan
fuerte como la de la autora de “Los pazos de Ulloa”?
Concha Morell fue el amor que encadena y
trastorna, el amor loco y tempestuoso. Él quería tenerla cerca y a la vez
alejarla porque no le permitía vivir en orden, mantener su método, practicar
una vida familiar. Tras la inevitable ruptura, Galdós no dejó de auxiliarla
toda su vida.
Teodosia Gandarias fue el amor tranquilo
y sereno de la senectud: amor de mesa camilla con lámpara, perrita y canario
mediante. La compañera que dispone las cuartillas, sonríe y acaricia. Aunque es
cierto que hubo entre medias alguna joven (o menos joven) que despertó bríos de
juventud en el que parecía anciano. Se llamó
Conchita, y él le decía “Chita, chota”
En el
conjunto de los personajes galdosianos se observa que los masculinos son más
activos, extrovertidos y gesticulantes; y los femeninos más pasivos,
introvertidos y aparentemente pacientes. Los masculinos determinan las pautas
que conducen la historia externa; los femeninos, la cara más oculta de las
realidades. Y queda claro que el “pocacosa” de Juanito Santa Cruz no se merece
el amor fiel y abnegado de Jacinta, su esposa, ni el arrebatado y caótico de su
amante Fortunata.
Citando
a estas dos mujeres, cimeras en la obra del autor, podemos añadir, sin salir de
la misma novela, a Mauricia la Dura, Guillermina la Santa y doña Lupe la de los
Pavos, que forman un cartel selecto junto a la Benina de “Misericordia” Rosalía
“La de Bringas” y tantas otras menos conocidas como Isidora Rufete, las
huérfanas Amparo y Refugio, o aquella Tristana que vuelve al hogar que abandonó
tras locos amores, para casarse y hacerle postres al viejo don Lope.
El
Galdós utópico de los últimos textos dejó una serie de ejemplos de maestras,
educadoras ejemplares de los pueblos y de futuros individuos que se han
alimentado en la cultura y la educación.
----------------------------------------------------------------------------------Yolanda
Arencibia (1943) es filóloga y catedrática en la Universidad de Las Palmas de
Gran Canaria. Insisto en recordar que resumo lo publicado en El Mundo del 27/2/2020
----------------------------------------------------------------------------------JOSÉ
RAMÓN TORRES GIL
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor: Se ruega no utilizar palabras soeces ni insultos ni blasfemias, así todo irá sobre ruedas.
Reservado el derecho de admisión para comentarios.