26 junio 2021

UN CENTENARIO. GALDÓS IV

 

     Yolanda Arencibia afirma que Galdós supo llevar a sus páginas el conocimiento profundo que tenía sobre la mujer. En su novela social llamó la atención sobre los seres aparentemente más débiles y desprotegidos de su sociedad; y fueron algunas de sus amistades y amantes quienes le sirvieron de modelos para su abundante narrativa.

      Dicen que Galdós era más bien guapo, aunque desgarbado y tímido. Parecía distante, pero atraía a las mujeres. En su madurez afirmaba que en las tareas de la pluma y la conquista de las mujeres le favoreció la fortuna. Amó mucho y lo amaron mucho. Su primer amor, el de la adolescencia, fue Sisita una cubanita-canaria que quedó como una idea indeterminada en su cabeza. Muy  importante fue Lorenza Cobián, a la que mantuvo cerca más de 10 años, a la que cuidó en su embarazo, y a cuya hija común, María, reconoció y legitimó como única hija.

     Emilia Pardo Bazán fue el amor completo, el que une la pasión con la admiración y el respeto a   la mujer inteligente. Debió haber sido el alma gemela con quien vivir anhelos amorosos y connivencias artísticas, pero las circunstancias impedían una relación normal y la intimidad secreta era imposible para dos personas tan conocidas y famosas. ¿O tal vez Galdós se arredró ante una personalidad tan fuerte como la de la autora de “Los pazos de Ulloa”?

       Concha Morell fue el amor que encadena y trastorna, el amor loco y tempestuoso. Él quería tenerla cerca y a la vez alejarla porque no le permitía vivir en orden, mantener su método, practicar una vida familiar. Tras la inevitable ruptura, Galdós no dejó de auxiliarla toda su vida.

       Teodosia Gandarias fue el amor tranquilo y sereno de la senectud: amor de mesa camilla con lámpara, perrita y canario mediante. La compañera que dispone las cuartillas, sonríe y acaricia. Aunque es cierto que hubo entre medias alguna joven (o menos joven) que despertó bríos de juventud en el que parecía anciano. Se llamó Conchita, y él le decía “Chita, chota”

       En el conjunto de los personajes galdosianos se observa que los masculinos son más activos, extrovertidos y gesticulantes; y los femeninos más pasivos, introvertidos y aparentemente pacientes. Los masculinos determinan las pautas que conducen la historia externa; los femeninos, la cara más oculta de las realidades. Y queda claro que el “pocacosa” de Juanito Santa Cruz no se merece el amor fiel y abnegado de Jacinta, su esposa, ni el arrebatado y caótico de su amante Fortunata.

      Citando a estas dos mujeres, cimeras en la obra del autor, podemos añadir, sin salir de la misma novela, a Mauricia la Dura, Guillermina la Santa y doña Lupe la de los Pavos, que forman un cartel selecto junto a la Benina de “Misericordia” Rosalía “La de Bringas” y tantas otras menos conocidas como Isidora Rufete, las huérfanas Amparo y Refugio, o aquella Tristana que vuelve al hogar que abandonó tras locos amores, para casarse y   hacerle postres al viejo don Lope.

      El Galdós utópico de los últimos textos dejó una serie de ejemplos de maestras, educadoras ejemplares de los pueblos y de futuros individuos que se han alimentado en la cultura y la educación.

----------------------------------------------------------------------------------Yolanda Arencibia (1943) es filóloga y catedrática en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Insisto en recordar que resumo lo publicado en El Mundo del 27/2/2020

----------------------------------------------------------------------------------JOSÉ RAMÓN TORRES GIL


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