Giuseppe Fortunino
Francesco Verdi, nació en Le Roncole en 1813, una pequeña
localidad en la provincia de Parma, entonces ducado francés, en el seno de una familia modesta. Tuvo
la fortuna de contar desde fecha temprana con la protección de Antonio Barezzi,
un comerciante de Busseto aficionado a la música que desde el primer momento
creyó en sus dotes. Gracias a su ayuda, el joven Verdi pudo desplazarse a Milán
con el propósito de estudiar en el Conservatorio, aunque no lo
admitieron porque sobrepasaba la edad exigida para ingresar y por su poca
académica educación musical, en gran parte autodidacta. Continuará su formación
musical recibiendo clases particulares de reconocidos maestros.
El
17 de Noviembre de 1839 estrenó su primera ópera, “Oberto, Conte di San Bonifacio”,
cuando acababa de cumplir 26 años, alcanzando cierto éxito.
En
1838 perdió a su hija, en 1839 a su hijo y en 1840 a su mujer, Marguerite
Barezzi, a causa de una encefalitis, lo que lo llevó a una profunda depresión,
llegando a plantearse dejar la música por completo.
La lectura del libreto de “Nabucco” le devolvió el entusiasmo por la
composición. La partitura, estrenada en la Scala de Milán en 1842, recibió una
acogida triunfal, no sólo por los innegables valores de la música, sino también
por sus connotaciones políticas, ya que, en aquella Italia oprimida y dividida
de la época, el público se sintió identificado con el conflicto recreado en el
drama. Con este éxito, Verdi no sólo consiguió su consagración como compositor,
sino que también se convirtió en un símbolo de la lucha patriótica por la
unificación política del país. Verdi tenía tan sólo 29 años.
El
papel de Abigaille lo interpretó Giuseppina Strepoponi, famosa soprano, que
será la esposa de Verdi durante más de 50 años.
Después
de su éxito llegaron los “años de galeras” como el mismo reconoce; tuvo muchos
encargos y sus compromisos le obligaron a escribir una ópera tras otra. Empezó a pasar largas temporadas en París
conociendo los trabajos de otros compositores.
Los
estrenos de “Rigoletto”, “Il Trovatore” y “La Traviata”, la llamada trilogía
popular, tuvieron un éxito extraordinario lo que propició un cambio: a partir
de entonces sólo compuso aquello que deseaba componer.
Las
siguientes óperas “La Forza del Destino”, “Don Carlos” o “Aida”, la más
espectacular de sus obras, estrenada en 1871 para la inauguración del Canal de
Suez, se alejan ya del encorsetamiento del melodrama italiano.
En
1874 decidió retirarse, aunque su editor le convenció para que compusiese algo
más. De este compromiso surgieron “Otello” y “Falstaff”, ambas basadas en obras
de Shakespeare, llegando a un grado de perfección extraordinario y creando un
nuevo lenguaje dramático que influiría enormemente en la música escénica
posterior.
Se
retiró definitivamente en 1893, con 80 años de edad, después de haber compuesto
28 óperas.
Falleció
en Milán en 1901. Su entierro, al que asistió una gran multitud, causó una fuerte
conmoción popular. Al paso del cortejo fúnebre el público entonó espontáneamente
“Va, Pensiero”
“Va,
pensiero” (vuela, pensamiento) es el tercer acto de la ópera “Nabucco”. Está
inspirada en el Salmo 137, y es considerada como su obra cumbre. La canción,
cuyo tema es el exilio y la nostalgia por la tierra natal del pueblo hebreo en
Babilonia, se convertiría posteriormente en el himno oficioso de los patriotas
italianos, quiénes, identificándose con el pueblo hebreo, buscaban la unidad
nacional y la soberanía frente al dominio austríaco.
La
frase ¡¡ Oh mia patria sì bella e perduta! (Oh patria mía tan bella y perdida)
resonaba, y sigue resonando, en el corazón de muchos italianos.
Nuni
Yáñez y José Ramón Vega
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