Todos sabemos que hay
substancias (sólidas, líquidas y gaseosas) que son tóxicas, bien por sí mismas
bien por la alta dosis.
Una carne caducada y
putrefacta, la lejía y el humo son tóxicos.
Igualmente ¿a quién no le
gusta un Chivas? Pero todos sabemos que 10 Chivas ingeridos es algo tóxico,
peligroso, cirrótico, incluso letal.
El cuerpo, ante un agente
dañino, reacciona defendiéndose, pero muchas veces no sale vencedor, sino
vencido.
Pero ¿y el alma, el espíritu,
la conciencia,…?
Todos tenemos relaciones
familiares, de amistad, de vecindad,.., y algunas de estas relaciones son
tóxicas, nos malean como personas, nos hacen intransigentes, agresores.
Creemos querer tanto a las
personas que, a veces, las anulamos como personas y decimos aquello de: “lo
hago por tu bien” y es falso, aunque no sea mentira, porque lo dañino proviene
de dentro.
¿Qué es el maltrato si sino
una relación tóxica? Y no sólo el maltrato físico, también (y mucho) el maltrato
psicológico, el maltrato afectivo, desde la humillación al desprecio, desde el
insulto al abuso, desde la intolerancia al desaire.
Y si el vicio te impide
reconocer la toxicidad del tabaco, del alcohol o de la droga, el prejuicio (y,
a veces, la maldita creencia religiosa) te impide reconocer que varones y
mujeres somos “iguales”, como personas que somos, no desiguales, aunque seamos
“distintos” y no idénticos, ni fisiológica ni afectivamente.
La “violencia de sexo”
(¿cuándo dejaremos de llamarla “diferencia de género”, que es propio de las palabras,
“la mesa”, “el libro”?, porque las personas, como los animales, no tenemos
“género”, y no es que “tengamos” sexo, es que “somos seres sexuados”, no las
palabras) es una relación tóxica en la que la persona agredida, por lo general,
carece de anticuerpos (“anti-almas”) para oponerse y/o sobreponerse a la
persona agresora.
Estas relaciones tóxicas no
son hereditarias, genéticas, pero la influencia familiar, la cultura, incluso
la religión, hacen que se establezcan y se consoliden como “naturales”
Así ha sido y, por desgracia,
sigue siendo en gran parte de la humanidad, aunque en una minoría vaya
remitiendo este tipo de relación tóxica y la relación saludable inter-sexos
vaya en aumento.
Una relación tóxica que no es
percibida fácilmente entre los implicados es la relación amistosa, algo que si
es percibida desde fuera por maestros, profesores, padres,…
Esta relación tóxica de
amistad es como la del borracho que nunca reconocerá su borrachera y se pondrá
al volante, sin ser consciente de la disminución o ausencia de reflejos y que,
aunque el alcoholímetro marque el triple de lo permitido, dudará del
alcoholímetro y no de su estado de embriaguez.
Tomás Morales Cañedo - Filósofo
Tomás, una reflexión llena de verdad. El problema de las relaciones tóxicas es que a veces es tarde para encontrar el antídoto. Siempre arrojas claridad sobre todo lo que abordas.
ResponderEliminarMi enhorabuena.
Esperanza.