Es solo con una gran
dificultad como se puede encontrar hoy en el mundo occidental un tipo de mujer
más sugestivo que el que representan muchas españolas adentradas en los
cincuenta años o más. De esto se ha encargado un azaroso diseño de la historia
y la biografía españolas, pero ahí está. Efectivamente esta mujer ha perdido la
tersura, no se puede contemplar como un lienzo y, desde todos los puntos de
vista, debería fumar menos. Esta mujer sin embargo es sólida como una duda,
mira tras la fortuna de ser entendida y entender. Sabe, como sólo ellas son
capaces, que la enfermedad hospeda al amor y que entre la debilidad crece el
conocimiento. Está preparada para amar o sufrir con un frenesí indistinguible
de la inteligencia. Ama el sosiego y el vacío. Halaga por primera vez al cuerpo
del amante porque lo distingue con una precisión textil y ella es, cuando se la
comprende, pero sólo cuando se la comprende, una música sin anticipos.
Cohibido el corazón en el
colegio de monjas, zarandeada por el novio culto de la universidad, destinada a
hacer macarrones con tomate pero acuciada a relacionarse con la violencia y la
abstracción, curtida en una fe hasta la apostasía y en una docilidad hasta la
desobediencia, esta mujer pide la libertad y la sorpresa como un vicio y no
existe mayor recompensa que hacerla reír y besarla.
Un hombre puede ser amado
de muchas maneras. Y seguramente ningún engaño es tan perfecto como el que se
puede amañar con la mediación del amor. Esta mujer sin embargo sólo ha de mentir
incluyéndose ella misma en la mentira. Hasta ahí llega su sedición y su bondad,
su seducción y su magnicidio. Asaltados justamente como veo que seguimos
estando por otros problemas banales no se sí convendrá decir que, si se
exceptúan a algunas menos firmes o agraciadas, la autonomía de su femineidad,
la residencia de su sexualidad, es ante todo un reino. Reino que una vez
poseído solo cumple alcanzar el majestuoso éxtasis amoroso, como el que, en
otro ámbito, expresa la española sor Juana Inés de la Cruz en estos versos.
Esta tarde, mi bien,
cuando te hablaba,
como en tu rostro y
en tus acciones veía
que con palabras no
te persuadía,
que el corazón me
vieses deseaba.
Nono Villalta, marzo
2014
Querido amigo Nono: Sigo pensando y siempre te dirè que cuando escribes de la MUJER ¡¡te superas ¡¡enhorabuena. Siento mucho no haber podido ir a la Velada Poetica.Un abrazo.Mª Victoria
ResponderEliminarMenos mal que siempre hay, quién como tú, tiene una opinión más cercana a nuestra idiosincrasia femenina. Una inteligente reflexión. Un abrazo.
ResponderEliminarEsperanza.
¿Qué comentario quieres que te ponga si eres lo más querido en el taller de Literatura? Todas tus reflexiones femeninas tienen tu sello innato; querido Nono.
ResponderEliminarUn abrazo.
¿Qué comentario quieres que te ponga si eres lo más querido del taller de Literatura? Todas tus reflexiones sobre la feminidad llevan innato tu sello; querido Nono.
ResponderEliminarUn abrazo.