Todo se olvida la tarde de fútbol, la crisis, el aparcamiento, hasta la familia, todo pasa a un segundo lugar.No importa que llueva o haga frío, el fútbol y el campo es nuestro circo romano donde vamos a imponer nuestras opiniones y nuestros descontentos.
En la tarde de fútbol es como si nos vistiéramos con la camisa de nuestro equipo y bajáramos al césped a dar de si, todo lo que podemos con razón o sin ella , ganar es nuestro único objetivo. Es como si lleváramos una mochila llena de frustraciones , paro, hipoteca, matrículas, farmacia, desacuerdos políticos, corrupción y que quisiéramos arreglar a voces y por la violencia tratando al menos de desahogarnos.
Da la sensación que necesitamos la tarde de fútbol para empezar la siguiente semana, desprendido ya, de todas las angustias acumuladas , de todos los problemas que hoy nos rodean.
Una tarde rompió estos esquemas un hecho que nada tuvo que ver con mi conducta.
Yo tuve un amigo que era un imán para atraer toda clase de desventuras. Un pobre hombre aplastado por los problemas económicos resultantes de graves enfermedades familiares. Todo el dinero a ganar era poco para no hundirse en la miseria. Poco tiempo después me decía, que desde que murió su esposa, los insultos y las agresiones que sufría cuando arbitraba, eran tan desproporcionados e injustos que le hacía sentirse en el centro de una gran muchedumbre, todos señalando y culpándolo de su gran desgracia.
Detrás mía, esa tarde de fútbol había un niño de unos siete u ocho años llorando mansamente como el que está acostumbrado a llorar. Era huérfano de madre, no tenia más que a su padre. Los domingos tenía que acompañarlo a su trabajo, único día que le daban libertad en el internado.¡ Era el hijo del árbitro¡. Sólo decía, por favor que mi padre no es eso, ni yo tampoco.
No se que pensaría ese niño de mi y de todos los que por vaciar el saco de nuestra indignación ,vamos al fútbol a gritar todas las palabras que ese padre y ese hijo, no quisieran oír.
Francisco Oses
Noviembre/2.011
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