El sol derramaba los últimos rayos iluminando la estancia. En una de sus esquinas, junto a la ventana, un individuo leía con interés una carta.
Querido Simón:
Bebes mucho y malo. Ese coñac que consumes con nombre de competición hípica te está destrozando el estómago, el hígado y las vísceras del resto de cavidades de tu cuerpo.
Donde más se muestra tú deterioro es en el carácter. Te has vuelto huraño y violento, malhumorado y zafio y sobre todo has perdido el encanto que desbordabas al inicio de nuestra relación. ¿Por qué este cambio tan radical?
Nuestro idilio se ha ido corrompiendo hasta envilecerse. Ya no eres el hombre que me susurraba al oído aquellas palabras mágicas que me trasportaban a un cielo que desconocía hasta entonces. Todo te lo soportaba. El amor por ti era la pantalla en la que rebotaban tus desaires.
¡Ya no te aguanto más! Tu mujer y tus hijas sabrán todo lo nuestro y la clase de persona que realmente eres, muy lejos de la imagen que das como funcionario honrado en constante servicio a la sociedad.
Querido Simón:
Bebes mucho y malo. Ese coñac que consumes con nombre de competición hípica te está destrozando el estómago, el hígado y las vísceras del resto de cavidades de tu cuerpo.
Donde más se muestra tú deterioro es en el carácter. Te has vuelto huraño y violento, malhumorado y zafio y sobre todo has perdido el encanto que desbordabas al inicio de nuestra relación. ¿Por qué este cambio tan radical?
Nuestro idilio se ha ido corrompiendo hasta envilecerse. Ya no eres el hombre que me susurraba al oído aquellas palabras mágicas que me trasportaban a un cielo que desconocía hasta entonces. Todo te lo soportaba. El amor por ti era la pantalla en la que rebotaban tus desaires.
¡Ya no te aguanto más! Tu mujer y tus hijas sabrán todo lo nuestro y la clase de persona que realmente eres, muy lejos de la imagen que das como funcionario honrado en constante servicio a la sociedad.
― ¡Jefe! Abajo están el juez y el forense ― avisó un policía de uniforme desde la puerta del apartamento.
El individuo abandonó la lectura murmurando tacos y se guardó la carta en el bolsillo de la americana.
― ¿Qué les digo Jefe? ― preguntó de nuevo el policía desde la puerta.
― Diles que suban y a los del anatómico que esperen en la furgoneta hasta que se les avise ― replicó visiblemente molesto.
Sentado y con los brazos extendidos sobre la mesa del comedor se hallaba el cuerpo sin vida de un hombre joven con la cabeza apoyada sobre el lado izquierdo de la cara. Tenía un disparo que le entraba bajo la oreja derecha y le salía por el ojo izquierdo. El mantel que cubría la mesa se había empapado de sangre dejando caer un finísimo hilo en el suelo. En su mano derecha sujetaba una pistola plateada de pequeño calibre con las cachas de nácar.
El que parecía ser el Juez entró junto al resto de su equipo y saludó.
― ¡Hola comisario! ¿Qué tenemos aquí?
― Buenas tardes señoría. Otro desgraciado más que, cansado de vivir, se ha pegado un tiro. Su nombre es Manuel Cifuentes, viejo conocido en mi comisaría como chapero.
― Bien. Señora secretaria: mientras el forense inspecciona el cuerpo usted redacte el acta de levantamiento del cadáver, se la firmaremos el forense y yo. Mal día ha escogido éste para pegarse un tiro ― bromeó el Juez ― la televisión retransmite la final de liga.
El forense se inclinó sobre el cuerpo, le alzó la cabeza sujetándola por el cabello observando de cerca los orificios dejados por el proyectil y certificó la muerte. Hizo unas fotos desde diversos ángulos y se dirigió al Juez.
― Por mi parte ya he terminado. Lleva entre dos y cuatro horas muerto. El resto me lo dirá la autopsia.
― Pues entonces vámonos y usted Simón ― dijo el Juez volviéndose hacia el comisario ― no se pierda el partido, promete ser de infarto, y afloje en la bebida hombre, que tiene usted mala cara.
Nono Villalta
El individuo abandonó la lectura murmurando tacos y se guardó la carta en el bolsillo de la americana.
― ¿Qué les digo Jefe? ― preguntó de nuevo el policía desde la puerta.
― Diles que suban y a los del anatómico que esperen en la furgoneta hasta que se les avise ― replicó visiblemente molesto.
Sentado y con los brazos extendidos sobre la mesa del comedor se hallaba el cuerpo sin vida de un hombre joven con la cabeza apoyada sobre el lado izquierdo de la cara. Tenía un disparo que le entraba bajo la oreja derecha y le salía por el ojo izquierdo. El mantel que cubría la mesa se había empapado de sangre dejando caer un finísimo hilo en el suelo. En su mano derecha sujetaba una pistola plateada de pequeño calibre con las cachas de nácar.
El que parecía ser el Juez entró junto al resto de su equipo y saludó.
― ¡Hola comisario! ¿Qué tenemos aquí?
― Buenas tardes señoría. Otro desgraciado más que, cansado de vivir, se ha pegado un tiro. Su nombre es Manuel Cifuentes, viejo conocido en mi comisaría como chapero.
― Bien. Señora secretaria: mientras el forense inspecciona el cuerpo usted redacte el acta de levantamiento del cadáver, se la firmaremos el forense y yo. Mal día ha escogido éste para pegarse un tiro ― bromeó el Juez ― la televisión retransmite la final de liga.
El forense se inclinó sobre el cuerpo, le alzó la cabeza sujetándola por el cabello observando de cerca los orificios dejados por el proyectil y certificó la muerte. Hizo unas fotos desde diversos ángulos y se dirigió al Juez.
― Por mi parte ya he terminado. Lleva entre dos y cuatro horas muerto. El resto me lo dirá la autopsia.
― Pues entonces vámonos y usted Simón ― dijo el Juez volviéndose hacia el comisario ― no se pierda el partido, promete ser de infarto, y afloje en la bebida hombre, que tiene usted mala cara.
Nono Villalta
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