Artículo
de Samuel García Huete, Doctor en
Microbiología, Institut Pasteur. Publicado en la revista digital The
Conversation
El agua es esencial para la vida. Las
propiedades de esta molécula única hacen posible que estemos todos hoy aquí.
Una de ellas es permitir las reacciones químicas que nos mantienen vivos. Pero
precisamente porque el agua favorece tanto la vida puede también contener seres
o compuestos químicos indeseados. La salubridad del agua que bebemos y
consumimos, por tanto, es fundamental para garantizar nuestra salud.
Desgraciadamente,
el agua es también el medio de transmisión de muchas enfermedades infecciosas.
Entre ellas, por ejemplo, el cólera, la hepatitis, la leptospirosis, la fiebre
tifoidea u otras diarreas. Algunas de estas enfermedades están provocadas por
bacterias como Leptospira interrogans, causante de la
leptospirosis, o Shigella sonnei, causante de infecciones
intestinales. Otras, sin embargo, están causadas por virus, como el virus de la
hepatitis A o hepatitis E. Y otras, como las causadas por la bacteria Vibrio
cholerae, pueden incluso producir toxinas que son altamente perjudiciales
para los seres humanos.
Hervir agua para evitar infecciones
Desde tiempos inmemoriales, el ser humano
ha desarrollado una herramienta clave para luchar contra estas enfermedades: el
calor. Hervir el agua fue una de las primeras soluciones que nuestros ancestros
encontraron a este problema. Y se calcula que hace
unos 15 000 años los seres humanos ya se servían del fuego
para calentar alimentos.
Hervir el agua supone alcanzar
temperaturas superiores a los 90-100 °C, más que suficientes para matar a
todas las bacterias que hemos descrito. Estas temperaturas también son
suficientes para romper la cobertura de los posibles virus que contenga el agua
y, por tanto, evitar que causen infecciones.
No
obstante, existen microorganismos que pueden sobrevivir temperaturas muy altas,
por encima incluso de los 100 °C. Un ejemplo conocido es la bacteria Geothermobacterium ferrireducens, que vive
felizmente en aguas casi hirviendo. De hecho, este microorganismo se encontró
por primera vez en el Parque Nacional de Yellowstone (Wyoming, Estados Unidos),
cerca de una fuente termal con temperaturas de 80 °C.
Pero debemos saber que estas bacterias
capaces de resistir muy altas temperaturas –llamadas hipertermófilas– no causan
enfermedades en los seres humanos. ¿Por qué? Porque los organismos que nos
enferman han evolucionado durante mucho tiempo para vivir y crecer adaptados a
la temperatura media de nuestro cuerpo –unos 37 °C–, y no pueden crecer ni
vivir a temperaturas tan altas.
Toxinas resistentes al calor
Hervir
el agua entre 90 °C y 100 °C es suficiente para acabar con todos los
organismos capaces de causar enfermedades en nuestro cuerpo. Pero ocurre
también que algunas de estas bacterias, como Vibrio cholerae o Escherichia
coli, producen toxinas, es decir, moléculas capaces de dañar las células y
tejidos de nuestro organismo.
Algunas de estas toxinas son altamente
resistentes al calor y pueden soportar temperaturas de 100 °C por largos
periodos de tiempo, por lo que hervir el agua en estos casos no elimina esos
“venenos bacterianos”. Sin embargo, las cantidades de estas toxinas en agua
potable en la que hemos acabado con la bacteria productora son muy bajas y no
se consideran un peligro sanitario.
En casos muy extremos, podría haber una
cantidad tan elevada de bacterias productoras de toxinas en el agua que esta
pudiera causarnos daño incluso después de hervirla. Sin embargo estas situaciones
son raras y están muy controladas y medidas en los estándares de calidad de las
aguas potables, reguladas por ley.
Agua embotellada en situaciones de
emergencia
Por último, es importante mencionar que el
método de hervir el agua puede no eliminar compuestos químicos nocivos que
hayan quedado acumulados en aguas contaminadas. Esto también está altamente
controlado y se mide en los estándares de calidad de las aguas potables. Pero
en situaciones de emergencia donde estos estándares puedan verse alterados
existen alternativas seguras como el agua embotellada.
El agua embotellada, a diferencia de la
que circula por las canalizaciones, está controlada en todos estos parámetros
–biológicos y químicos– desde su producción hasta su embotellamiento.
En resumen, hervir el agua entre 90 y
100 °C es suficiente para eliminar la inmensa mayoría de contaminantes
biológicos que puedan estar presentes. Y el agua potable está altamente
controlada para evitar cualquier contaminante que pueda ser dañino para nuestra
salud.
No obstante, si tenemos dudas sobre la
calidad del agua que bebemos en casa, sobre todo debido a posibles alteraciones
en el estado de las canalizaciones por averías o inundaciones, siempre podemos
acudir al agua embotellada como alternativa segura.
Artículo escrito con el asesoramiento de la Sociedad Española de Microbiología