01 mayo 2024

JOSÉ MORENO CARBONERO: LAS BODAS DE CAMACHO

 


José Moreno Carbonero, (Málaga, 28 de marzo de 1860 - Madrid, 15 de abril de 1942) fue un pintor español, especializado en retratos y temas históricos. Se encuadra dentro de la Escuela malagueña de pintura.

Comenzó sus estudios con Bernardo Ferrándiz en la Escuela de Bellas Artes de Málaga. En 1875 fue pensionado por la Diputación de Málaga y se trasladó a París, donde trabajó con Jean-Léon Gérôme y Raimundo de Madrazo hasta su regreso a Madrid en 1880, fecha en la que obtiene una pensión de mérito de la Academia. En 1900 obtuvo la cátedra de dibujo del natural en la Escuela Superior de Bellas Artes. En 1898 fue nombrado académico de número de San Fernando y más tarde, en 1911, académico benemérito. Fue condecorado numerosas veces a lo largo de su vida, entre otras con la gran cruz de Alfonso XII y la de Isabel la Católica. Artista de labor muy fecunda, fue ante todo uno de los retratistas más solicitados de finales del siglo XIX.

 

Las bodas de Camacho.

Datación: 1936
Dimensiones: 138 x 200 cm
Inscripciones: Firmado: "J. Moreno Carbonero / 1936."
Técnica: Óleo sobre lienzo

Esta obra está inspirada en el episodio de la boda de Camacho y Quiterio (Don Quijote de la Mancha, parte II, caps. 20 y 21) y constituye un excelente ejemplo de la maestría con que el pintor aborda el tema literario.

La escena desarrollada en el campo, en una zona cubierta del bosque, capta el ambiente y la luz con un realismo académico. Muestra a la izquierda de la composición a Don Quijote inclinándose ante los novios, que son vitoreados por unos jinetes a la derecha, mientras un grupo de gentes tocan instrumentos y cantan. En el centro del cuadro su escudero Sancho contempla la escena. En primer término se representa el banquete con un grupo que come y bebe, en el que cabe destacar las tres mujeres ataviadas con diversos trajes tradicionales castellanos. El realismo analítico del pintor se percibe también en la copia fiel de la realidad, como se advierte en las varias piezas de caza que penden de los árboles, en el ambiente y en la luz que se filtra entre los árboles, todo ello realizado con una minuciosa técnica.


Nuni Yáñez y José Ramón Vega


29 abril 2024

HOY TOCA LISBOA

 

En ese recorrido que he iniciado por las ciudades más hermosas de Europa  que he tenido la suerte de visitar, y fuera ya de nuestro país aunque no de la Península, hoy vuelvo a reencontrarme con Lisboa.

       “No volverá, Lisboa antigua y señorial a ser morada feudal, a su esplendor real…” así sonaba la letra de una canción que cantaba mi madre cuando yo era muy niña y que fue mi primer contacto con una ciudad desconocida para mí y que desde entonces despertó mi interés. Mi abuela y mi madre eran muy cantarinas, entonaban muy bien y tenían un amplio repertorio con el que amenizaban sus tareas y creo que les ayudaba a hacerlas más soportables. Eran otros tiempos y otras costumbres; las mujeres se dedican ahora a menesteres más productivos y de mayor reconocimiento personal y ya no hay momentos para cantar mientras se trabaja. Pero yo siempre mantengo en el recuerdo el sonido de aquellas músicas y sus letras no se han borrado de mi memoria.

       Mis siguientes contactos con Lisboa fueron dos libros que devoré —algo que he practicado desde que aprendí a leer— y cuyos títulos mantengo vivos: “Un invierno en Lisboa”, de Antonio Muñoz Molina y “El año de la muerte de Ricardo Reis”, de José Saramago. Y fue leyendo este último  cuando me enamoré de Lisboa sin paliativos. La ciudad es la protagonista de la novela y el personaje principal la va recorriendo y nos lleva de la mano mostrándola con todo detalle, con todo el amor que siente por ella. Al final la historia se desvela y deja al lector, a la lectora que era yo entonces, hambrienta por conocer Lisboa, por respirarla, por vivirla.

       Cuando la visité por primera vez me moví por sus calles casi como en  mi propia casa. No era una ciudad extraña para mí. Y desde la plaza del Comercio y la del Marqués de Pombal, me fui encontrando con la Avenida de la Libertad, con la Estufa Caliente y la Estufa Fría, y sus magníficos jardines. Antes me había emocionado con el Monasterio de los Jerónimos y la belleza de su gótico manuelino y subido a la torre de Belem para asomarme a ese Tajo que en Lisboa se convierte en mar.

En el barrio del Chiado me senté junto al gran poeta portugués Fernando Pessoa. Allí se respira un aire nostálgico, y a pesar de la intensa luz lisboeta una cierta melancolía. Y tomé el típico tranvía y subí hasta el Castillo de San Jorge. Volví a admirar la anchura de ese río tan caudaloso del que no se divisan sus orillas y que compartimos con nuestro país: el Tajo.  

Otro día, desde el barrio de La Alfama, y tras una emocionante noche de fados, fui descendiendo por las sinuosas calles de esta ciudad antigua y señorial,  impregnada por la dulzura de esa música triste, evocadora, de esa saudade que parece constituir su esencia.

No puedo olvidar la estación de Santa Justa  de la que arranca el tren elevado que me llevó al Barrio Alto hasta llegar al mirador de San Pedro de Alcántara. Allí se pueden admirar sus jardines y su fuente y asomarse a una panorámica espectacular con la visión del Tajo y de dos de sus puentes más emblemáticos: el 25 de abril y el Vasco de Gama, el más largo de todos ellos, con casi dos kilómetros de longitud.

Junto a las bellezas de esta ciudad algo decadente pero hermosa, una gran dama venida a menos en los años en que la conocí, hay que valorar su riqueza gastronómica en la que se unen calidad y cantidad. Sus cien formas de preparar el bacalao dejan sorprendido al que prueba, al menos, alguna de ellas.

¿Qué más puedo contarles de Lisboa? Hay que pasearla despacio, sentarse en sus plazas y saborear su magnífico café, admirar la belleza de sus azulejos presentes en cualquier calle o esquina, descender en tranvía desde la zona alta y creerse en San Francisco, visitar el Convento del Carmen donde aún están presentes las huellas del terrible terremoto que asoló la ciudad y contemplar sus antiguas fachadas que van renovándose y mostrando su pasado esplendor.

Si París bien vale una misa, Lisboa bien merece una visita.

Mayte Tudea. Abril -2024


27 abril 2024

CITAS PARA REFLEXIONAR

 

El hombre se ha enriquecido enormemente en bienes externos o materiales, pero su pobreza espiritual es demencial. Viene a ser como un árbol en el que han proliferado enormemente los aspectos y las partes externas (las ramas, las hojas, los frutos) y cuyas raíces son extraordinariamente precarias: el árbol se cae.”

(José Luis Sampedro Sáez; Barcelona 1017 – Madrid 2013; Político, Escritor y Economista; Senador en Cortes Generales, Premio Nacional de las Letras, Miembro de la Real Academia Española, Catedrático de Estructura Económica y Asesor del Ministro de Comercio; abogó por una economía más humana y solidaria que contribuyese a la dignidad de los pueblos; los últimos años de su vida residió en la Cala de Mijas donde se le recuerda con una escultura suya)


UN POEMA PARA EL SÁBADO: EMILIO PRADOS

 

«Promesa»

Se abrieron, de tus ojos, las miradas,
como varillas de un compás
para medir mi alma.

La fragata del día
echó sus doce anclas;
pero llegó la Noche
con su linterna mágica,
reflejando tu imagen
en sus doce pantallas.

Y fue el dodecaedro de las sombras
kiosko que juntó
nuestras llamadas.

 

EMILIO PRADOS. Marzo 1899—abril 1962.  Nace en Málaga. A los quince años obtiene una plaza en la Residencia de Estudiantes en Madrid, en el grupo de niños, donde conoce a Juan Ramón Jiménez. En 1918 se incorpora al grupo en el que se gestó la generación del 27. García Lora, Luis Buñuel, Salvador Dalí y otros. En ese fecundo caldo de cultivo, punto convergente de las ideas vanguardistas e intelectuales del momento, se desarrolla su vocación como escritor.

En 1921 se agrava la enfermedad pulmonar que padece desde la infancia e ingresa en un sanatorio en Suiza. En Friburgo y Berlín cursa estudios de Filosofía. En 1924 regresa a Málaga. Aquí, junto a su amigo Manuel Altolaguirre edita la revista Litoral.

En 1937 por su obra Destino Fiel, le conceden el Premio Nacional de Literatura.

Ocupa cargos culturales en la República y tras la guerra civil y la derrota republicana pasa a Francia y desde allí a Méjico donde pasará el resto de su vida en el exilio.

 


26 abril 2024

LO LEÍ EN INTERNET

 

Lo que un escritor dice qué es una “Putada”, yo si me lo permiten lo transmito, a ver qué les parece: “Putada es comparar la jubilación de un diputado, o diputada (no importa el género) con la de una viuda, por ejemplo con la de un antiguo Policía Armada, (actual Policía Nacional), con varias décadas de servicio a sus espaldas. Putada es lo que un ciudadano tenga que cotizar 35 años (¿?) para percibir una jubilación, y a los diputados les baste sólo con tres o con seis, según el caso, y que los miembros del Gobierno, para cobrar la pensión máxima sólo necesiten jurar el cargo ante el Rey.  Putada es que nos oculten sus privilegios, mientras vuelven a la sociedad contra quienes de verdad les sirven, hablando de política social y derechos sociales.  Putada es que se utilice a los medios de comunicación, sibilinamente, para transmitir a la sociedad que los funcionarios son los únicos que representan un costo para el bolsillo de los ciudadanos.  Putada es que los diputados sean los únicos trabajadores de este país que están exentos de tributar un tercio de su sueldo del ISR. Putada es colocar en la Administración a miles de asesores (léase amigotes con sueldo) que ya desearían para sí los técnicos mejor cualificados. Putada es el ingente dinero destinado a sostener a los partidos, aprobados por los mismos políticos que viven de ellos. Putada es que a un político no se le exija superar una mínima prueba de capacidad, para ejercer su cargo, (y no digamos intelectual o cultural). Putada es el costo que representan para los ciudadanos sus comidas, coches oficiales, chóferes, viajes, (casi siempre en 1ª clase), y muchos etc más. Putada es que sus señorías tengan varios meses de vacaciones al año, (48 días en Navidad, más 17 en Semana Santa, a pesar de que muchos de ellos se declaran laicos, más 82 días en verano). Putada es que estas señorías, cuando cesan en el cargo, tengan un colchón del 80% del sueldo durante 18 meses. Putada es que ex-ministros, ex-secretarios de Estado y altos cargos de la política, cuando cesan, son los únicos ciudadanos de este país que pueden legalmente percibir dos salarios del erario público.  

Hablar de este tema me recuerda al inolvidable periodista Luis Carandell que en uno de sus libros decía que a Francisco Silvela le llamaban la `Daga Florentina´, porque, “...no hay discurso de Silvela que no produzca desgracias personales”. Silvela era fino, educado, frío, elegante y muy culto, llegando incluso a ser académico de la lengua, por lo que se preocupaba mucho por el idioma español. Un día, después de una agotadora y aburrida sesión parlamentaria se quedó dormido en su escaño. Los demás políticos fueron saliendo y él se fue quedando solo, hasta que un ujier dándose cuenta de ello le tocó suavemente el hombro y le llamó la atención: “Su Señoría está dormido”. Silvela se despertó poquito a poquito y, con gran frialdad, no se avergonzó sino que mirando fijamente al susodicho ujier le dijo de una manera elegante: “No estoy dormido, estoy durmiendo, ya que no es lo mismo estar bebido que estar bebiendo”. Menudo agudo sentido de la corrección lingüística tenía D. Francisco Silvela. Años después, Camilo José Cela, retomó las mismas palabras parafraseándolas, dijo aquella famosa frase: “Que no es lo mismo estar jodido, que estar jodiendo”. Algunos historiadores cuentan que éste político solía pagarse de su bolsillo el billete de tren, y las comidas, mientras estaba de viaje oficial. También tuvo sus más y sus menos, con su compañero de partido, Romero Robledo, por no acceder al caciquismo que éste quería practicar, porque era su costumbre, cuando mandaban. En la actualidad habría que averiguar si los españolitos de pinrel, estamos dormidos, durmiendo, jodidos o jodiendo.  Yo más bien creo que lo que verdaderamente ocurre es que ni estamos dormidos ni durmiendo, pero sí jodidos, y por eso esta gente nos llevan jodiendo desde hace varias décadas.

Les recuerdo que una “Putada”, según nuestro RAE, es: una “acción injusta y dañina”.

 

Juan J. Aranda


25 abril 2024

NUEVOS ANALGÉSICOS: ¿ES POSIBLE ACABAR CON EL DOLOR SIN EFECTOS ADVERSOS?


Artículo de Guadalupe Rivero Cabrera, Profesora agregada de Farmacología. Facultad de Medicina y Enfermería. Grupo de Investigación: Neuropsicofarmacología, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea y de Aitziber Mendiguren Ordorica, Profesora agregada del Departamento de Farmacología. Facultad de Medicina y Enfermería. Grupo de Investigación: Neurofarmacología de las drogas: potencial terapéutico y adictivo., Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea. Publicado en la revista digital The Conversation

 

 Hay pocas cosas tan necesarias y al mismo tiempo tan indeseables como el dolor. Nos advierte y defiende de algo que nos perjudica o nos puede perjudicar. Hay dolores nociceptivos, debidos a estímulos dañinos; psicógenos, con gran componente emocional; e incluso neuropáticos, cuando el daño lo sufre el propio sistema nervioso. Hay dolores que solo pasan y dolores que se quedan, como el crónico, aquel que dura más de tres meses y puede vincularse a cuadros de ansiedad, depresión e incluso al suicidio.

Acabar con el dolor y aliviar al que lo sufre es un acto de humanidad encomendado a la ciencia y a los profesionales sanitarios, y los fármacos analgésicos disponibles actualmente ayudan al paciente a vivir con mejor calidad de vida. Incluyen antiinflamatorios no esteroideos como el ibuprofeno, opioides menores como la codeína y opioides mayores como la morfina, el fentanilo y la oxicodona.

En los últimos años, la prescripción de opioides ha crecido considerablemente debido a que ha disminuido el miedo a su uso. Sin embargo, a pesar de su eficacia, su empleo prolongado no está exento de problemas, por lo que la búsqueda de alternativas resulta de gran interés.

Limitaciones de los analgésicos actuales

El consumo crónico de opioides produce, entre otros problemas, la aparición de tolerancia –una necesidad de mayor dosis para lograr el efecto deseado– y cuadros de adicción. De modo que ciertos pacientes que comienzan a tomarlos pueden terminar abusando de ellos.

Y a pesar de los perjuicios que generan los opioides, no se ha encontrado nada mejor para el tratamiento del dolor moderado y severo. De hecho, tan malo es sobretratar como infratratar con ellos. La clave está en realizar un uso racional de los mismos ayudando al paciente a aliviar su malestar, pero vigilando los problemas derivados de su consumo crónico.

La OMS aboga por un tratamiento escalonado que consiste en añadir opioides menores o mayores solo cuando los antiinflamatorios no esteroideos, considerados más seguros, sean insuficientes.

No obstante, la utilización de estos últimos tampoco está exenta de efectos perniciosos, sobre todo cuando se consumen dosis altas y de forma crónica. Su empleo prolongado podría producir problemas gastrointestinales y renales.

¿Es posible separar los efectos terapéuticos de los adversos?

La mayoría de los medicamentos funcionan gracias a la interacción con macromoléculas presentes en nuestro organismo, a las que denominamos dianas farmacológicas. Fruto de esta interacción fármaco-diana, se altera la función de esas macromoléculas, lo que da lugar a eventos bioquímicos y fisiológicos conocidos como efectos farmacológicos. Algunos son de carácter terapéutico y otros, adversos.

Los antiinflamatorios no esteroideos y los opioides reducen el dolor a través de la interacción con dos dianas concretas, denominadas enzimas ciclooxigenasas y el receptor opioide µ, respectivamente. El problema es que dichas dianas participan también en numerosas funciones fisiológicas en el sistema gastrointestinal, los riñones o el cerebro. Así, al actuar sobre esos compuestos, los fármacos pueden producir también daños colaterales.

Esto nos lleva a la conclusión, un tanto pesimista, de que los efectos terapéuticos difícilmente podrán separarse de los adversos: el riesgo de daño renal, gastrointestinal, tolerancia, adicción e incluso depresión respiratoria, serán peajes a pagar por el uso de analgésicos. No obstante, prometedoras herramientas como los llamados moduladores alostéricos y agonistas sesgados –que explicaremos más adelante– o la combinación de varios fármacos abren la puerta a la esperanza.

¿Qué nuevos tratamientos se están investigando?

La adenosina es una sustancia muy interesante para quienes buscan nuevas armas contra el dolor. Producida por nuestro organismo, tiene propiedades analgésicas cuando actúa sobre la diana denominada receptor de adenosina 1 (A1). Por ello, en el caso del dolor neuropático –resistente a los opioides– se han probado fármacos agonistas (activadores) del receptor A1.

Estos compuestos alivian efectivamente el dolor pero, al actuar también sobre el A1 presente en el corazón, pueden reducir la frecuencia cardíaca. Ante este problema, los farmacólogos han recurrido a un modulador alostérico del receptor A1.

En este caso, los moduladores alostéricos son fármacos que se unen al receptor A1 en un punto diferente al que lo hace la propia adenosina. Pueden ser positivos y negativos en función de si colaboran o no con ella. Así, actuando de manera cooperativa junto a la adenosina presente en el tejido dañado, los moduladores alostéricos positivos potencian su acción contra el dolor.

Los agonistas sesgados son otras herramientas esperanzadoras ya que, al unirse a un receptor diana, pueden activar ciertas funciones de manera más eficiente que otras. Esta capacidad haría realidad el objetivo de producir solo efectos terapéuticos, sin los adversos.

Recientemente, se ha hallado un agonista sesgado del receptor A1 que activa preferentemente ciertas vías celulares, aliviando el dolor sin provocar depresión cardiorrespiratoria. También se han encontrado agonistas sesgados que al actuar sobre otra diana, denominada adrenoceptor α2A, producen analgesia sin el efecto sedante que limita a otros fármacos que actúan sobre dicha diana.

Y tendríamos, por último, la estrategia de asociar opioides y compuestos con efecto analgésico para reducir la dosis de los primeros y evitar así sus efectos perniciosos. Un ejemplo sería la combinación con el cannabis medicinal.

Aunque de manera prudente, podemos decir que avanzamos en el descubrimiento de nuevos tratamientos analgésicos eficaces que mejorarían el perfil de seguridad del arsenal existente. Sabemos que el camino es largo, pero el trabajo cooperativo, como el que realizan ciertos fármacos, nos llevará a nuestra meta.

  

23 abril 2024

CON OTRA MIRADA


 

Mi pasaporte es argentino, mis orígenes italianos y acabo de llegar a Málaga. Es mi viaje deseado y prometido a don Pepe, un amigo de la familia que no pudo volver a su tierra. Malagueño y boquerón, como él decía, y a quien quise mucho. Cuando era un niño me contó sus recuerdos de esta ciudad que, aún grabados en mi memoria, han viajado conmigo.

 Hoy haré un tour por el centro con la guía del viaje y el grupo al completo. Esta plaza de la Merced no debe ser la misma que él dejó al marcharse. El banco con la estatua de Picasso está muy solicitado. Varios turistas esperan su turno para hacerse un selfie. Veo el gesto triste de su cara, como resignado a soportar la incesante avalancha. Luego visitamos su magnífico museo, y al paso, calle Alcazabilla, La Alcazaba y su Teatro Romano, vestigio de mis antepasados. En calle Granada paramos en El Pimpi, una bodega y restaurante con aroma a barriles añejos, donde pude saborear ese moscatel dulce y rubio tan agradable al paladar. En sus laberínticos salones se nota el paso de su historia. Seguí al grupo mientras nos enseñaban por fuera los museos previstos para los próximos días. Y llegamos a la calle del Marqués de Larios y al mercado de Atarazanas, donde palpitan colores y olores, pregones y mercancías en un entorno tradicional y moderno a la vez.

Hablé con la guía para comentarle que continuaría la visita solo, así como los días siguientes.  Nos veríamos cada noche en la cena. Me fui hacia la catedral y, en su patio de los naranjos con el azahar en flor, pude oler esa Málaga cincelada en mi imaginación por la nostalgia de un emigrante. Me encantó el gracejo popular de llamarla La Manquita, porque solo tiene una torre. Su interior no defrauda: es el reflejo del arte gótico, renacentista y barroco en todo su esplendor, mucho más bella de lo esperado.    

El casco histórico bullía de extranjeros y nacionales que, como yo, querían comer las llamadas tapas para almorzar. Me senté a degustar esos exquisitos platos en bocados pequeños. Mientras, pude escuchar la charla de la mesa contigua. Eran tres señoras de mediana edad, malagueñas por su acento y conversación: el centro está imposible. Muchos hoteles, museos, guiris por todas partes y pocas tiendas tradicionales. Parece un parque temático. Al final, Málaga va a morir de éxito.

Después callejeé un rato y comprobé la razón de aquellas palabras. La mayoría de los comercios eran sucursales de franquicias, iguales a las de cualquier ciudad del mundo, convirtiendo su casco histórico en una copia idéntica a la de otras latitudes, con la lógica pérdida de su identidad. Afortunadamente, algunos han mantenido su esencia.

Al día siguiente decidí ir a Pedregalejo y El Palo, donde don Pepe nació y vivió. Antes caminé por el Palmeral de las Sorpresas, un paseo junto al puerto impregnado de una luz única. Desde allí quedé admirado por la silueta del litoral bajo el celeste de su cielo, difícil de ver en otras urbes. A lo lejos La Farola, en femenino, como la mar que la rodea, porque así me dijo él que la llamaban desde siempre.

Dejé atrás las playas de los Baños del Carmen y llegué a los llamados chiringuitos de Pedregalejo. Bajo mis pies descalzos sentí la caricia de su arena cálida mientras crujían sus espumadas olas en la orilla.

A pesar de los restaurantes llenos de turistas y nacionales, del olor a salitre y los espetos de sardinas, o quizá por eso, sentí que aquella sí era la Málaga de mis recuerdos prestados. Con la mano abierta cogí un puñado de arena dejándolo escurrir entre los dedos, luego metí otro en una pequeña botella de cristal y la tapé con su corcho. Entonces pensé: don Pepe, aunque tarde, tendrás arena de tus playas malagueñas.

 

 

                                                     Esperanza Liñán Gálvez  


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