Artículo
de Carmen Beatriz Fernández,
Profesora de Comunicación Política en la UNAV, el IESA y Pforzheim, Universidad
de Navarra. Publicado en la revista digital The Conversation.
Había
una vez un país con una democracia imperfecta, pero funcional. Un país con
problemas de corrupción, ineficiencia en el gobierno, inequidad. En ese país
emergió un líder carismático y populista, un hombre fuerte que ofrecía ruptura
con el establishment y venir “a poner orden”.
¿Todavía no adivina? Más pistas. Había
comandado una revuelta contra las instituciones del Estado y debilitado la
separación de poderes, sin importarle a sus electores.
Última pista. Era un gran comunicador
político y su verbo simple, agresivo y rupturista convencía a las audiencias,
pues definía con claridad y sencillez dónde estaban los culpables del malestar
que impregnaba a la sociedad. ¿De qué país hablamos y quién es el líder
carismático?
El contexto de actualidad señala a Estados
Unidos y a su presidente, Donald Trump. Pero podríamos estar hablando de la
Venezuela de Hugo Chávez. Ambos casos se ajustan a las descripciones anteriores
y comparten un común denominador: el populismo autoritario. Y lo más llamativo
es que, a pesar de la distancia ideológica, tanto uno como otro repiten ciertos
patrones en su estrategia y acción política.
¿Qué es el populismo autoritario?
El populismo autoritario es un fenómeno político que combina
elementos del populismo clásico con una tendencia a la concentración del poder
y el debilitamiento de las instituciones democráticas. En términos generales,
los líderes populistas autoritarios se presentan como los únicos capaces de
representar la voluntad del pueblo, mientras deslegitiman a sus opositores y a
las estructuras tradicionales del poder.
Este modelo político no es nuevo, pero en
las últimas décadas han ganado relevancia con figuras como Hugo Chávez en Venezuela y Donald Trump en Estados Unidos. Ambos líderes,
aunque provenientes de contextos radicalmente distintos, comparten estrategias
y discursos similares que los posicionan como protagonistas de este fenómeno
global.
Chávez y Trump en seis patrones
A primera vista, Chávez y Trump parecen
personajes opuestos. Chávez, un militar de izquierdas con una retórica
revolucionaria. Trump, un magnate inmobiliario de derechas con un discurso
nacionalista. Sin embargo, al analizar sus estrategias políticas, encontramos
al menos seis patrones en común.
1.
El caos por diseño
Chávez y Trump saturaron e intoxicaron la
discusión pública. Al punto de resultar extenuante seguir el ritmo de los
cambios. Los frentes abiertos en simultáneo son muchos y la sensación de
vértigo puede ser agobiante. La noticia es que todo ello es intencional.
Quizás
la mejor explicación de esta táctica la diera Steve Banon en 2016, cuando era asesor de Donald Trump: “El
partido de la oposición son los medios de comunicación. Y los medios de
comunicación sólo pueden centrarse en una cosa a la vez. Todo lo que tenemos
que hacer es inundar la zona” (flood the zone, en inglés).
Al incidir en unos temas y silenciar
otros, los medios fijan los asuntos sobre los que hay que debatir. Es parte de
la teoría de agenda, pero ocurre que cuando la “zona está
inundada” el debate público se satura y lo que impera es la desorientación y la
intoxicación.
2.
Construcción de un enemigo común
Tanto Chávez como Trump cimentaron su
liderazgo en la identificación de un enemigo común. El primero definió su lucha
contra “el imperialismo yanqui”, la oligarquía y la burguesía venezolana.
Trump, por su parte, estableció a los inmigrantes, los medios de comunicación y
el “Estado profundo” como sus adversarios. Ambos utilizaron la polarización afectiva como herramienta para movilizar a
sus bases y consolidar su poder.
3.
El culto a la personalidad y el liderazgo carismático
Los populistas autoritarios dependen en
gran medida de su imagen personal. Chávez monopolizaba la comunicación a partir
de su programa Aló Presidente, donde establecía una relación directa con el
pueblo y minimizaba la importancia de los otros poderes del Estado. Fue también
un tuitero pionero, desde su cuenta @chavezcandanga. Trump, con su uso magistral de su intranet Truth, la
plataforma X-Twitter y sus multitudinarios mítines, también logró convertirse
en la figura omnipresente de la política estadounidense.
4.
Deslegitimación de las instituciones democráticas
Ambos líderes mostraron un claro desprecio
por las instituciones democráticas. Chávez socavó el poder del Congreso y el
Tribunal Supremo, mientras que Trump, tanto en su primera como segunda gestión,
ataca sistemáticamente a los medios de comunicación, al FBI y al sistema
electoral, llegando incluso a no reconocer su derrota en 2020.
Como señala recientemente Anne Applebaum, “Trump, al igual que Chávez y Orbán,
buscó erosionar la estructura burocrática del Estado para reemplazarla con
lealtades personales y una administración afín a su visión de poder absoluto”.
He who saves his Country does not violate any Law.
— Donald J. Trump
(@realDonaldTrump) February 15, 2025
5.
Política económica basada en el cortoplacismo
El modelo económico de Chávez se basó en
la redistribución masiva de recursos del Estado, con subsidios y programas
sociales financiados por el petróleo. En el caso de Trump, el populismo
económico se manifiesta en recortes de impuestos masivos y en una guerra
comercial arancelaria con México, Canadá o China. A través de esta estrategia,
El presidente estadounidense busca dar la impresión de que protege los
intereses nacionales. Ambos enfoques, aunque distintos en ideología, ignoran
las consecuencias a mediano y largo plazo.
6.
Dicotomías: rural-urbana y élites-pueblo
Las dicotomías rural-urbana y élites-pueblo estuvieron claramente presentes en
el chavismo en Venezuela. También en los Estados Unidos y el trumpismo. Esas
“masas”, en el sentido orteguiano del término, que en Estados Unidos ganaron la
elección de 2016 (la perdieron en el 2020 y la volvieron a ganar en 2024), se
concentran en las áreas geográficas menos urbanas. Un territorio de crecimiento
o hinterland de los Estados Unidos, que contrasta con la
diversidad que caracteriza a las ciudades y, en general, se opone a los valores
urbanos.
¿Inspiró Chávez a Trump?
Trump fue el alumno más aventajado del fallecido expresidente
venezolano Hugo Chávez. Como él, logró convertirse en el epicentro de las
campañas. Los medios les ayudaron, en gran medida, pues eran noticiosos y
difíciles de ignorar. Trump y Chávez recibieron los más virulentos ataques y
ambos acabaron imponiendo su agenda en las contiendas.
Podría ser una mera casualidad, producto
del uso de técnicas y habilidades comunicacionales de dos políticos exitosos. A
fin de cuentas, el populismo puede también ser un estilo de comunicación
política orientado a ganar cobertura y espacio en medios de comunicación.
Pero podría también haber una deliberada
imitación, a resultas del cuidadoso seguimiento y aprendizaje de los éxitos
políticos de Chávez.
Donald Trump pudo haber tenido interés por
la contienda electoral venezolana de 1998. En ella, alguien como el Comandante
Chávez, con una imagen de populista, buscapleitos, algo patán y provocador, le
quitó a una reina de la belleza la corona presidencial que parecía asegurada.
Se dice que Irene Sáez, ex Miss Universo, tenía amistad con el magnate y había
ido a visitarle en plena campaña electoral.
Estela antidemocrática
El populismo autoritario deja huellas
profundas en las democracias donde se instaura. En Venezuela, la erosión
institucional llevó a una crisis humanitaria sin precedentes, con
hiperinflación y un éxodo masivo de ciudadanos. En Estados Unidos, el trumpismo
generó a partir de 2016 una crisis de confianza en el sistema democrático,
culminando con eventos como el asalto al Capitolio en enero de 2021. Su segundo
capítulo está en pleno desarrollo.
La persistencia del populismo autoritario
en distintas latitudes muestra que no es un fenómeno exclusivo de izquierda o
derecha, sino una dinámica de poder que explota el descontento social y las
fallas estructurales de las democracias. En ambos casos, el denominador común
es la promesa de una solución fácil a problemas complejos, con un líder fuerte
que desafía el sistema establecido.
Lecciones que se repiten
En definitiva, el populismo autoritario es
un desafío para las democracias contemporáneas. Si bien es efectivo para
movilizar masas y capitalizar el descontento ciudadano, sus efectos a largo
plazo suelen ser perjudiciales para la estabilidad institucional y el respeto
al Estado de derecho. Para contrarrestar este fenómeno, es fundamental
fortalecer la educación política, promover instituciones democráticas resilientes
y fomentar un debate público sereno y alejado de la retórica polarizante. La
lección que nos dejan Chávez y Trump es clara: cuando una sociedad otorga
demasiado poder a un solo líder en nombre del “pueblo”, el riesgo de debilitar
la democracia se vuelve inminente.
El populismo autoritario no es una
historia nueva, sino un cuento repetido. La pregunta es si aprenderemos la
lección a tiempo.