19 noviembre 2024

HERVIR EL AGUA: EFICAZ, PERO NO INFALIBLE PARA PROTEGER NUESTRA SALUD

 

Artículo de Samuel García Huete, Doctor en Microbiología, Institut Pasteur. Publicado en la revista digital The Conversation

El agua es esencial para la vida. Las propiedades de esta molécula única hacen posible que estemos todos hoy aquí. Una de ellas es permitir las reacciones químicas que nos mantienen vivos. Pero precisamente porque el agua favorece tanto la vida puede también contener seres o compuestos químicos indeseados. La salubridad del agua que bebemos y consumimos, por tanto, es fundamental para garantizar nuestra salud.

Desgraciadamente, el agua es también el medio de transmisión de muchas enfermedades infecciosas. Entre ellas, por ejemplo, el cólera, la hepatitis, la leptospirosis, la fiebre tifoidea u otras diarreas. Algunas de estas enfermedades están provocadas por bacterias como Leptospira interrogans, causante de la leptospirosis, o Shigella sonnei, causante de infecciones intestinales. Otras, sin embargo, están causadas por virus, como el virus de la hepatitis A o hepatitis E. Y otras, como las causadas por la bacteria Vibrio cholerae, pueden incluso producir toxinas que son altamente perjudiciales para los seres humanos.

Hervir agua para evitar infecciones

Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha desarrollado una herramienta clave para luchar contra estas enfermedades: el calor. Hervir el agua fue una de las primeras soluciones que nuestros ancestros encontraron a este problema. Y se calcula que hace unos 15 000 años los seres humanos ya se servían del fuego para calentar alimentos.

Hervir el agua supone alcanzar temperaturas superiores a los 90-100 °C, más que suficientes para matar a todas las bacterias que hemos descrito. Estas temperaturas también son suficientes para romper la cobertura de los posibles virus que contenga el agua y, por tanto, evitar que causen infecciones.

No obstante, existen microorganismos que pueden sobrevivir temperaturas muy altas, por encima incluso de los 100 °C. Un ejemplo conocido es la bacteria Geothermobacterium ferrireducens, que vive felizmente en aguas casi hirviendo. De hecho, este microorganismo se encontró por primera vez en el Parque Nacional de Yellowstone (Wyoming, Estados Unidos), cerca de una fuente termal con temperaturas de 80 °C.

Pero debemos saber que estas bacterias capaces de resistir muy altas temperaturas –llamadas hipertermófilas– no causan enfermedades en los seres humanos. ¿Por qué? Porque los organismos que nos enferman han evolucionado durante mucho tiempo para vivir y crecer adaptados a la temperatura media de nuestro cuerpo –unos 37 °C–, y no pueden crecer ni vivir a temperaturas tan altas.

Toxinas resistentes al calor

Hervir el agua entre 90 °C y 100 °C es suficiente para acabar con todos los organismos capaces de causar enfermedades en nuestro cuerpo. Pero ocurre también que algunas de estas bacterias, como Vibrio cholerae o Escherichia coli, producen toxinas, es decir, moléculas capaces de dañar las células y tejidos de nuestro organismo.

Algunas de estas toxinas son altamente resistentes al calor y pueden soportar temperaturas de 100 °C por largos periodos de tiempo, por lo que hervir el agua en estos casos no elimina esos “venenos bacterianos”. Sin embargo, las cantidades de estas toxinas en agua potable en la que hemos acabado con la bacteria productora son muy bajas y no se consideran un peligro sanitario.

En casos muy extremos, podría haber una cantidad tan elevada de bacterias productoras de toxinas en el agua que esta pudiera causarnos daño incluso después de hervirla. Sin embargo estas situaciones son raras y están muy controladas y medidas en los estándares de calidad de las aguas potables, reguladas por ley.

Agua embotellada en situaciones de emergencia

Por último, es importante mencionar que el método de hervir el agua puede no eliminar compuestos químicos nocivos que hayan quedado acumulados en aguas contaminadas. Esto también está altamente controlado y se mide en los estándares de calidad de las aguas potables. Pero en situaciones de emergencia donde estos estándares puedan verse alterados existen alternativas seguras como el agua embotellada.

El agua embotellada, a diferencia de la que circula por las canalizaciones, está controlada en todos estos parámetros –biológicos y químicos– desde su producción hasta su embotellamiento.

En resumen, hervir el agua entre 90 y 100 °C es suficiente para eliminar la inmensa mayoría de contaminantes biológicos que puedan estar presentes. Y el agua potable está altamente controlada para evitar cualquier contaminante que pueda ser dañino para nuestra salud.

No obstante, si tenemos dudas sobre la calidad del agua que bebemos en casa, sobre todo debido a posibles alteraciones en el estado de las canalizaciones por averías o inundaciones, siempre podemos acudir al agua embotellada como alternativa segura.


Artículo escrito con el asesoramiento de la Sociedad Española de Microbiología

16 noviembre 2024

CITAS PARA REFLEXIONAR

 

Tienen derecho a censurar los que tienen corazón para ayudar.”

(William Penn ; R.U. 1644 – 1718 ; escritor, pensador religioso e influyente cuáquero; tras recorrer Francia, Irlanda y Alemania, marchó a América donde fundó  Pensilvania. )


UN POEMA PARA EL SÁBADO: BLANCA VEGA

 

MONODOSIS

 

Somos solo sentimiento

pura psique,

todos los síntomas, todos los dolores,

todos los traumas,

todo el malestar, todo el dolor,

todas las relaciones,

Somos puro sentimiento.

Todas nuestras reacciones

pura psique.

Una dosis de cariño diaria,

una dosis de besos diaria,

una dosis de abrazos diarios,

una dosis de fe diaria,

solo necesitamos una dosis

para seguir adelante

para seguir andando.

Una dosis,

Una dosis completa de confianza

(Publicado en Catenaria y Tempus Fugit)

Blanca Vega, Antequera -1963.

Licenciada en Arte Dramático, Psicología e Historia del Arte, ha sido profesora de Interpretación del Verso y Teatro Contemporáneo en la Escuela Superior de Arte Dramático de Málaga, actualmente imparte clases en el ESAD de Córdoba.

Directora de escena, poetisa, pintora y escritora demuestra en su obra, que no solo domina como nadie su profesión sino que, además, tiene una sensibilidad especial para jugar con las palabras.

En su creación poética, sigue la línea de Natalie Goldberg que defiende que el secreto de la creatividad a la hora de escribir es eliminar reglas, no añadirlas.

Tiene publicados varios libros de poemas: “Sin equipaje” (2007), “Catenaria” (2008), “Cruce de vías” (2008),  “Acequia” (2017), “Inflamación de bronquios” (2018) y “Tempus fugit” (2018) y otros de relatos cortos entre los que destacamos “20 viajes para trayectos cortos” (2014), “Viajes hacia la imaginación” (2020). 

Recientemente ha publicado su último libro de poemas: “Oda a la Pintura” (2024).


15 noviembre 2024

EL SALUDABLE VALOR DE LA TRANQUILIDAD

 

EL SALUDABLE VALOR

DE LA TRANQUILIDAD


A medida que las personas vamos sumando años a nuestra particular cronología, potenciamos la significación de algunos valores y relativizamos la importancia de otros, muy realzados en etapas ya pretéritas de nuestras vidas. Esta actitud es perfectamente natural y lógica. Nuestra percepción del entorno y de nosotros mismos no es la misma con 18 que con 65 años o más. Efectivamente, cuando entramos en las fases veteranas o avanzadas de la existencia, priorizamos con todo vigor determinadas situaciones, estados o valores, rechazando o postergando otros comportamientos que pensamos inciden de una u otra forma en nuestra infelicidad.

No debemos caer en el riesgo o equívoco de la fácil o errónea generalización. Sin embargo, es razonable aceptar que las personas “mayores” destacan entre sus preferencias el gran valor de la TRANQUILIDAD, rechazando, de manera paralela, ese grave o acre trauma de la SOLEDAD, tanto física como psicológica. En este planteamiento, vamos a soslayar la oposición salud – enfermedad, ya que este doble estado de nuestro organismo se asume en cualquier edad de nuestro desarrollo existencial. Así que vamos a centrarnos en este “inapreciable”, “inestimable” o imprescindible valor del SOSIEGO, que mientras más mayores somos más nos apetece.


Han sido muchas las veces que hemos escuchado esa frase pronunciada a nuestro alrededor, especialmente expresada por las personas mayores: “lo que ahora más aprecio, después de la salud, es sentirme tranquila, sosegada y relajada en el ánimo.” Parece innecesario incidir o comentar cómo nos afecta en nuestro equilibrio la carencia de ese importante valor. Obviamente, la intranquilidad es un “mal amigo” de nuestra vida.

Llegados a este punto, cualquier especialista en el campo de la salud mental (psiquiatra, psicólogo, consejero o asistente social o incluso nuestro médico de familia) ante una situación de mayor o menor gravedad de nuestra mente o equilibrio anímico, nos aconsejará aplicar a nuestra vida unas pautas de comportamiento que “combatan” o eviten este estado de intranquilidad, inseguridad, ansiedad, estrés, miedo o incluso pánico, que tanto daño, malestar o incomodidad nos produce. La falta de sueño o el mal descanso nocturno puede ser una consecuencia de esa presencia de intranquilidad en el ánimo.

Existen, a no dudar, soluciones farmacológicas, que deben ser prescritas por personas debidamente cualificadas para marcar correctamente el camino a seguir en la necesaria terapéutica. Pero además de acudir a la farmacia, hay otras soluciones o comportamientos que fácilmente pueden aplicarse a nuestro caminar por la vida, ayudándonos a recuperar el irrenunciable valor del sosiego. Obviamente estas sugerencias o consideraciones no pueden ser universales, pues cada persona “es un mundo”. Sin embargo, vamos a comentar algunas de estas opciones que en absoluto perjudican. Por el contrario, podrían ayudar, si son aplicadas con la necesaria prudencia y racionalidad.




En el mundo que hoy nos ha correspondido protagonizar, entrar de lleno en la vorágine insana de la CONFRONTACIÓN POLÍTICA, de la discusión y enfrentamiento partidista o del fanatismo ideológico, en modo alguno contribuye a la tranquilad que buscamos. Parece razonable o incluso necesario estar debidamente informado de la situación sociopolítica local, regional, nacional o internacional. Pero una cosa es conocer, en lo posible, los parámetros en los que el mundo próximo o lejano “se mueve” y otra bien distinta “ponerse” el hábito del fanatismo sectario, que poco o nada bien nos reporta. Verdaderamente, la política, para los no políticos, sólo proporciona desilusión, frustración nerviosismo, enfados, controversias, enfrentamientos, conflictos y, por supuesto, desasosiego. Habría que tener más cuidado y mesura con los telediarios televisivos, con los informativos radiofónicos, con la atmósfera viciada de las redes sociales y con las “intencionadas” páginas políticas de la prensa diaria. En modo alguno son un buen camino para esa tranquilidad que necesitamos.

El SEDENTARISMO, aunque no lo parezca, perjudica y no favorece el ansiado sosiego. Es bueno, es saludable, es necesario, estar ocupado en aquellas labores o aficiones que nos son necesarias o nos ayudan para la distracción. Además de sentirnos útiles, evitamos o soslayamos esos desagradables estados anímicos de aburrimiento, que inestabilizan y desasosiegan. El caminar es, sin duda, el mejor o lúcido deporte que combate los males de la pasividad. La natación resulta también muy aconsejable, para vitalizar nuestras articulaciones y reducir la acumulación de calorías. Otras personas optarán por el yoga, el pilates o incluso practicarán el baile, durante determinadas horas a la semana. Cualquier actividad “suma”. La pasividad “resta”. El caminar es una eficaz terapéutica para conseguir la tranquilidad que con afán perseguimos.

EL RELOJ. Sin duda nos presta un excelente servicio, para conocer la hora del día. Nos ayuda a regularizar y controlar la estructura del tiempo, en cada jornada vital. Pero es un mal hábito ser esclavo del minutero. El tiempo no es “manipulable”. Siempre camina hacia “adelante”, nunca hacia atrás. Es plausible y necesario ser puntual. Pero si el segundero nos inestabiliza y “controla o abruma” con exceso, pues habrá que prestarle menos atención. Sólo la necesaria. En realidad, hay numerosos indicadores en nuestro entorno convivencial, que nos van marcando las horas del día. No debemos abusar y “estar atados” al reloj. El ir más deprisa puede originar llegar más tarde o no llegar. El reloj puede ser, lo es, un factor de intranquilidad.

ESCRIBIR enriquece, sosiega, tranquiliza. Es como si dialogaras contigo mismo, pero poniéndole grafía a las palabras. Nos ayuda a distender nuestro trastornado estado anímico. Cuando escribes (reflexiones, relatos, cartas, artículos, correos, poemas, historias, resúmenes del día, etc.) vas recordando y ordenando tus pensamientos. No sólo comunicas con aquellos afortunados que pueden leer tus palabras, tus textos y sentimientos, sino que estás comunicando y hablando con tu propia persona, con lo más íntimo y “privativo” de tu ser. Te sentirás mejor y con más sosiego después de hacerlo, en ese tu equilibrio espiritual o anímico. La banal excusa de “yo no sé escribir “bien” tiene una fácil solución: escribe, comunica, comparte. Así se aprende.


 

También nos tranquiliza el tener una AFICIÓN bien controlada. Así llenaremos nuestro tiempo y muchas de las horas del día, con esa ilusión que distrae, alimenta nuestro estado mental, favorece nuestro sosiego, haciéndonos disfrutar de la vida. Lectura, cine, bricolaje, pintura, pesca, maquetismo o modelismo, juegos de Internet, etc. Carecer de aficiones es el mejor camino para el aburrimiento y la antesala de la intranquilidad física / mental.

Finalmente, no olvidamos ese hábito insoslayable, necesario, indiscutible, que refleja el nivel de nuestra madurez. No es otro que aplicar RACIONALIDAD a nuestro comportamiento, en todas las circunstancias que nos afecten durante las horas del día. La razón, el buen sentido, es una eficaz terapéutica para incrementar el inaplazable sosiego, que nos conduzca al “reino” de la tranquilidad. Mientras más tranquilos nos sintamos, seremos, es evidente, algo o mucho más felices. –

 

José L. Casado Toro

Noviembre 2024


13 noviembre 2024

ALBERTO GIACOMETTI

 

Homme qui marche

Alberto Giacometti, (Borgonovo, Suiza 10/10/1901 – Cuira, Suiza, 11/01/1966), escultor y pintor suizo.

Representó como nadie la soledad y el aislamiento del ser humano en el siglo XX. Sus típicas esculturas de una delgadez extrema son muy reconocibles y admiradas como una excelente vuelta al arte figurativo.

Obtuvo diferentes distinciones como  el Premio Nacional de las Bellas Artes otorgado por el Estado francés, o el nombramiento de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Berna

Giacometti nació en un ambiente artístico. Su padre Giovanni Giacometti fue un pintor neo-impresionista muy conocido entre coleccionistas y artistas suizos.

Con catorce años, Alberto Giacometti esculpe el busto de su hermano Diego en el estudio de su padre y, hacia 1915, crea su primera pintura al óleo, Naturaleza muerta con manzanas. Tanto su padre como su padrino, el pintor simbolista Cuno Amiet, serán figuras fundamentales en la evolución artística del joven Alberto

Se inició en el dibujo en la Escuela de Artes y Oficios de Ginebra y después se trasladó al París vanguardista, donde entró en contacto con los cubistas.

En 1931 se  une al movimiento surrealista de André Breton y se convierte en un miembro activo del mismo. En 1935 Giacometti se aleja del Surrealismo y vuelve a trabajar del natural.


Tres hommes qui marchent


Empieza así su periodo figurativo: figuras humanas alargadas, extremadamente delgadas y de una superficie rugosa, áspera. Son seres humanos de tamaño natural, solos o en grupo, de extremidades muy largas, que parecen hechos sólo de piel y huesos. Estas figuras  fueron percibidas como la metáfora apropiada del hombre que emergía de las secuelas de la guerra, según la interpretación de Jean-Paul Sartre, gran amigo de Giacometti, desde que se conocieran en Ginebra en 1943.

Giacometti empieza a trabajar en dos de sus obsesiones: el simbolismo de los objetos y la reducción de la materia. Esto último se debe a una especie de leyenda ocurrida en  París en 1938, cuando tenía 37 años. El escultor se despidió de su amiga modelo Isabel Lambert y la observó alejarse en medio de la noche hacia el boulevard Saint-Michel. Giacometti vio cómo se hacía cada vez más pequeña, pero sin perder intensidad y conservando intacta su propia identidad.

Ahí lo tuvo claro: su objetivo era llegar allá donde la forma humana empieza a disolverse pero sin desparecer totalmente.

 

En los últimos años de su vida, se realizaron numerosas exposiciones en diferentes ciudades de América y Europa.

Alberto Giacometti falleció el 11 de enero de 1966 siendo enterrado tres días después en el cementerio de Borgonovo, su localidad natal.

 

Nuni Yáñez y José Ramón Vegas


11 noviembre 2024

AÑOS

 

Un cuento de Cesare Pavese

 

De lo que era yo entonces no queda nada: apenas hombre, era aún un crío. Lo sabía hacía tiempo, pero todo ocurrió a finales del invierno, una tarde y una mañana. Vivíamos juntos, casi escondidos, en una habitación que daba a una avenida. Silvia me dijo esa noche que tenía que irme, o irse ella: ya no teníamos nada que hacer juntos. Le supliqué que dejara que probásemos de nuevo; estaba acostado a su lado y la abrazaba. Ella me dijo:

—¿Con qué finalidad? —Hablábamos en voz baja, a oscuras.

Luego Silvia se durmió y yo tuve hasta la mañana una rodilla pegada a la suya. Apareció la mañana como había aparecido siempre, y hacía mucho frío; Silvia tenía el pelo sobre los ojos y no se movía. En la penumbra yo miraba pasar el tiempo, sabía que pasaba y corría, y que afuera había niebla. Todo el tiempo que había vivido con Silvia en aquella habitación era como un solo día y una noche, que ahora terminaba por la mañana. Entonces comprendí que nunca volvería a salir conmigo entre la niebla fresca.

Era mejor que me vistiera y me marchase sin despertarla. Pero ahora tenía en la cabeza una cosa que preguntarle. Esperé, intentando adormilarme.

Cuando estuvo despierta, Silvia me sonrió. Seguimos hablando. Ella dijo:

—Es bonito ser sinceros, como nosotros.

—¡Oh, Silvia! —susurré—, ¿qué haré al salir de aquí? ¿Adónde iré?

Era eso lo que tenía que preguntarle. Sin apartar la nuca del almohadón, ella sonrió de nuevo, beatífica.

—Bobo —dijo—, irás a donde quieras. ¿No es hermoso ser libre? Conocerás a muchas chicas, harás todas las cosas que quieras. Te envidio, palabra.

Ahora la mañana llenaba el cuarto y sólo había un poco de calor en la cama. Silvia esperaba paciente.

—Tú eres como una prostituta —le dije— y siempre lo has sido.

Silvia no abrió los ojos.

—¿Estás mejor ahora que lo has dicho? —me dijo.

Entonces me quedé como si ella no estuviera, y miraba al techo y lloraba sin ruido. Las lágrimas me llenaban los ojos y corrían sobre la almohada. No valía la pena que se diera cuenta. Mucho tiempo ha pasado, y ahora sé que aquellas lágrimas mudas fueron la única cosa de hombre que hice con Silvia; sé que lloraba no por ella sino porque había entrevisto mi destino. De lo que era yo entonces no queda nada. Queda sólo que había comprendido quién sería en el futuro.

Luego Silvia me dijo:

—Ya basta. Tengo que levantarme.

Nos levantamos juntos, los dos. No la vi vestirse. Estuve pronto en pie, a la ventana; y miraba vislumbrarse las plantas. Detrás de la niebla estaba el sol, el sol que tantas veces había entibiado el cuarto. También Silvia se vistió pronto, y me preguntó si no me llevaba mis cosas. Le dije que primero quería calentar el café, y encendí el hornillo.

Silvia, sentada al borde de la cama, se puso a arreglarse las uñas. En el pasado se las había arreglado siempre en la mesa. Parecía abstraída y el pelo le caía continuamente sobre los ojos. Entonces daba sacudidas con la cabeza y se liberaba. Yo deambulé por el cuarto y recogí mis cosas. Hice un montón sobre una silla y de repente Silvia saltó en pie y corrió a apagar el café que se derramaba.

Luego saqué la maleta y metí las cosas. Mientras tanto, por dentro me esforzaba por recoger todos los recuerdos desagradables que tenía de Silvia: sus futilidades, sus malos humores, sus frases irritantes, sus arrugas. Eso me llevaba de su cuarto. Lo que dejaba era una niebla.

Cuando hube acabado, el café estaba listo. Lo tomamos de pie, junto al hornillo. Silvia dijo algo, que ese día iría a ver a un tipo, a hablar de un asunto. Poco después dejé la taza y me marché con la maleta. Afuera la niebla y el sol cegaban.


09 noviembre 2024

CITAS PARA REFLEXIONAR

 

No existe una mejor prueba del progreso de una nación, que la del progreso de su cooperación.”

(John Stuart Mill ; Londres 1806  - Aviñon 1873 ; matemático, economista, filósofo y político ; Rector de la Universidad de St Andrews, Maestro de Bertrand Russell y miembro del Parlamento de Westminster ; considerado como uno de los fundadores del liberalismo y el capitalismo moderno. )


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