Lorena González Ruiz, Investigadora de la Línea en
Interseccionalidad del Grupo de investigación GETLIHC UVic-UCC, Universitat de
Vic – Universitat Central de Catalunya
Imaginemos que un niño lee la historia de
una niña refugiada que cruza el mar para huir de una guerra. Al terminar el
libro, ese niño no sólo ha aprendido nuevas palabras; ha sentido miedo,
esperanza, rabia, alivio… Es uno de los poderes de la literatura: su capacidad
para hacernos vivir emociones ajenas, para abrirnos al mundo de los demás.
La literatura, como materia escolar, no
solo contribuye al desarrollo de habilidades cognitivas como la comprensión
lectora, la expresión escrita o el reconocimiento de estilos literarios.
También desempeña un papel clave en el desarrollo de la inteligencia emocional.
Leer ficción se asocia con mayores
niveles de empatía,
al permitirnos imaginar lo que otras personas sienten o piensan. Leer y escuchar historias, aunque sean
ficticias, nos acerca a las personas que nos rodean. Autoras como la filósofa Martha C. Nussbaum o la escritora Chimamanda Ngozi Adichie también han
subrayado el valor de la literatura como herramienta para imaginar otras vidas
y cultivar la empatía.
Nuestro proyecto Zoom Out propone a escuelas y cooperativas educativas de
diversos países abordar las desigualdades a través de la literatura. Para
desarrollarlo, hemos tenido en cuenta estas tres claves sobre el papel de la
literatura en el desarrollo de la empatía.
El viaje hacia lo ajeno
Si echamos un vistazo a la historia de la
literatura, desde los mitos antiguos al teatro clásico y la poesía, pasando por
las fábulas y los cuentos populares y sus estribillos, coros, moralejas,
diálogo o rimas, podemos ver que todas estas manifestaciones tienen un punto en
común: la literatura siempre ha sido una forma de hablar sobre relaciones
humanas. Pero también, y sobre todo, una invitación a salir de lo que nos es
familiar.
Gracias a esas palabras escritas o escuchadas, podemos imaginar lo que
nunca hemos experimentado: otras edades, otros géneros, otros vínculos, otras
geografías, otras religiones, costumbres y condiciones sociales. No sólo seguimos
a personajes, sino que nos sumergimos en sus vidas diarias, su lenguaje, sus
redes y afectos, sus mundos. Leer es, en cierto modo, viajar hacia lo ajeno. Y
ese viaje nos entrena para mirar también con más atención y comprensión nuestro
día a día.
La literatura es un viaje que nos lleva al otro, y nos entrena en
esa capacidad de ponernos (y sentirnos) en su lugar.
La identificación simbólica
Al hablar de la relación entre literatura y empatía, solemos
pensar en identificaciones directas con lo que leemos. Sin embargo, las
dinámicas de identificación no siempre se producen de forma tan lineal. Y aquí
radica otro aspecto mágico de la literatura.
A menudo, nos identificamos con sentimientos contradictorios como
los que encarnan los villanos y las villanas de los libros: de modo que podemos
comprender su rabia, sus flaquezas y sus miedos. Los procesos de identificación
con la literatura se producen a menudo desde una postura simbólica. Es decir,
no se trata tanto de reconocernos en un personaje en su totalidad, sino de
identificarnos con algunas de sus emociones, conflictos o deseos porque estos
también forman parte de nuestra vida. Esta forma de lectura nos ayuda a
comprender y comprendernos con mayor complejidad y de forma progresiva, a
medida que avanzamos en las historias que leemos.
De modo que la madrastra puede ser tanto la villana como el
personaje que nos ayuda a separar a la madre idealizada (una figura de
seguridad) de la madre cotidiana (con todas sus imperfecciones humanas). Esta
dimensión simbólica proporciona las bases para aceptar, por ejemplo, que se
puede ser feliz y, al mismo tiempo, sentir melancolía.
La importancia de las narrativas plurales
Aunque las historias puedan fomentar que empaticemos con otras
personas, cuando sólo tenemos una versión de esas historias, es decir, de todos
aquellos que consideramos “el otro”, la otredad, lo acabamos estereotipando. De
modo que dicho estereotipo se convierte rápidamente en nuestra única versión o
manera de pensar en el otro.
Por ejemplo, si en los cuentos el extranjero aparece siempre como
una amenaza, o si en las películas la mujer racializada solo ocupa papeles
secundarios de sufrimiento o sacrificio, acabamos asociando inconscientemente
esas imágenes a las personas reales que percibimos como distintas. Y como nos
recuerda la escritora Chimamanda Ngozie Adichie, el problema de los
estereotipos no es tanto que no puedan ser ciertos como que no deberían ser la
única historia de vida que atribuyamos a la otredad, puesto que esto no hace
justicia a las complejidades de las culturas y las sociedades que las habitan.
Para abordar estos debates, desde Zoom Out estamos creando
recursos educativos disponibles en abierto que servirán para fomentar
perspectivas críticas en torno a los estereotipos dentro de los libros.
Es decir,
junto a los cuentos tradicionales como Caperucita
Roja o Blancanieves,
es importante que niños y niñas tengan acceso a historias contemporáneas o
procedentes de otras culturas. Leer cuentos actuales que muestren distintos
tipos de familias, festividades o paisajes cotidianos, así como relatos de
lugares lejanos contados desde dentro, amplía su mirada sobre el mundo.
Ofrecer a los más pequeños narrativas plurales fomenta la empatía
y les ayuda comprender mejor otras prácticas, otras maneras de vivir y, en
suma, modos otros de estar en el mundo.
Y colorín, colorado…
Aunque la literatura no garantiza siempre una respuesta empática,
nos permite habitar múltiples perspectivas. Leer no supone solamente llegar un
destino determinado (conocer determinada historia o determinada manera de
escribir), sino realizar un viaje propio, único e irrepetible en el que
personajes, situaciones e ideas nos transforman.
A través de la introspección y el encuentro con lo que nos es
ajeno, la lectura nos desafía y nos obliga a cuestionarnos y, en última
instancia, a reconocernos en las otras personas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor: Se ruega no utilizar palabras soeces ni insultos ni blasfemias, así todo irá sobre ruedas.
Reservado el derecho de admisión para comentarios.