22 marzo 2024

TERAPIA MUSICAL PARA LA VIDA

 



En este mundo que protagonizamos, tantas veces aquejado de comportamientos extremistas, radicales y violentos, en la sucesión de los días, nos sentimos en la necesidad ineludible de ir buscando y aplicando recursos y medidas compensatorias, que nos ayuden en la recuperación de ese sosiego beneficioso e imprescindible para el equilibrio, tanto individual como colectivo.

Cada persona trata de encontrar esa medicina o “pócima maravillosa” desarrollando diferentes actividades, en función de la naturaleza de su carácter y las circunstancias propias en las que se halle en un determinado momento. Ya sea disfrutando la lectura, asistiendo al cine o al teatro, participando en el deporte, estableciendo vínculos afectivos con el entorno natural, buscando las mejores y buenas amistades, laborando en la cocina, realizando habilidades artesanales, integrándose en positivas actividades grupales, asistiendo a las clases para mayores, practicando la expresión escrita, colaborando en la solidaridad social, etc. Siempre pensamos, ilusionadamente, que estos recursos lúdicos/sociales/culturales, nos pueden propiciar el bien o el valor del necesario sosiego anímico, cuya ausencia tanto nos hace sufrir. 

Uno de estos recursos “terapéuticos” para cuando alteramos ese equilibrio en el ánimo es la audición (y composición) musical. Los sonidos grabados en el pentagrama nos generan motivaciones y sentimientos contrastados según la necesidad de cada cual. No se puede poner en duda de que hay determinadas piezas musicales que, aun desconociendo el por qué, nos generan estados del ánimo muy diversos. La alegría, la tristeza, el clímax emocional, la valentía, el relax, el romanticismo, la añoranza, la tranquilidad, el miedo, la intriga, la serenidad, la dinamización, los recuerdos, la vitalidad y así un largo y variado repertorio de aportes psicológicos.

Los medios instrumentales para la música son diversos y todos necesarios. Hablamos de sonidos procedentes de las teclas de un piano, de la percusión sobre unos timbales, de la acústica modelada por una trompeta, de las dulces cuerdas de un violín, de los amenos sones de un saxofón o de los latidos rítmicos de las cuerdas de una guitarra. Por fortuna, es muy numerosa la base instrumental que permite modular la providencial ayuda de estos sonidos benefactores.  

También son abundantes los géneros musicales. Música clásica, romántica, rock, religiosa, country, instrumental, sinfónica, popular, española, italiana, francesa, flamenca, militar, cinematográfica, deportiva, testimonial o de autor, etc.

Ciertamente, unas y otras audiciones musicales pueden gustar más o menos, según las circunstancias anímicas del oyente y la calidad técnica de su elaboración, pero todas ellas nos ofrecen generosamente su ayuda providencial en los momentos más insospechados. Una misma canción genera respuestas y sentimientos diferentes u opuestos en las distintas personas y en los distintos tiempos para la audición.

El gusto por la música lo tenemos desde nuestra más lejana infancia. Ya las madres cantaban “nanas” a sus pequeños, a fin de favorecer en ellos la necesidad del sueño. La radio ha sido siempre un muy eficaz aliado para la difusión de todo tipo de música. Y echando esa mirada para la nostalgia, recordamos aquellos alegres “guateques” en los domingos por la tarde, durante los añorados años sesenta. En esas fiestas juveniles, el “alma mater” de la técnica acústica era los famosos y apreciados pick up o tocadiscos, que permitían “extraer” la música “enlatada” en aquellos también inolvidables discos de vinilo, cuyo valor y uso se ha realzado sorprendentemente en los tiempos actuales. Se disponía de los discos sencillos o singles y aquellos otros de mayor capacidad, los long play o LP. Y el pequeño tocadiscos “leía” no a través de un rayo láser, sino madiante una aguja que recorría los surcos concéntricos grabados en el preciado vinilo, agujas que daban algunos disgustos pues los rayados y comunicación de pistas estaban a la orden del día, para el divertimento y protestas de la alegre “muchachada” asistente.

Décadas más avanzadas permitieron el sorprendente avance informático que hacía posible conservar y difundir los sonidos musicales a través de los pequeños discos plastificados, denominados CD y DVD, con la versatilidad de poder albergar en ellos decenas y decenas de piezas musicales. Ya no se utilizaba la aguja sobre los surcos de los discos de vinilo, sino un poderoso rayo láser que leía los millones de bytes grabados en las densas pistas de esos nuevos discos. Hoy en día, estos sistemas de almacenamiento se consideran obsoletos, pues ya hablamos y utilizamos las “nubes” o las plataformas de almacenamiento, que hacen posible una casi “infinita” capacidad de contenidos, para miles y miles de composiciones musicales. Los “tocadiscos” son entrañables piezas de museo. Te puedes conectar con esas plataformas a través de las redes de internet, mediante tu propio móvil telefónico, las tablets y, obviamente, los ordenadores personales. Las conexiones son muy diversificadas. Esas plataformas y nubes tienen material acústico de libre uso, además de otros contenidos para los que hay que pagar la correspondiente cuota. Ahí tenemos los “gigantes musicales” del SPOTIFY, el APPLE Music o el siempre versátil YOUTUBE.   

Sean cuales sean los medios utilizados, lo verdaderamente importante y maravilloso es que la música estará ahí, cerca de nosotros, para facilitarnos compañía en nuestros quehaceres o en los espacios lúdicos específicos para la diversión. Sus latidos rítmicos vitalizan nuestro ánimo, generando sentimientos que transforman las dificultades, las monótonas rutinas, los ocres desengaños y las respuestas neblinosas de la apatía. La música nos hace sentir, “sufrir”, amar, disfrutar y vivir. Sin la música este mundo sería más triste, oscuro, austero, absurdo y aburrido, en su recorrido cronológico. La música ennoblece nuestras vidas, dotándolas de esa magia indefinible, proveniente del paraíso místico del corazón. 



 

 

José L. Casado Toro

marzo 2024

 

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