19 marzo 2024

DENOSTADA NOSTALGIA




La nostalgia tiene mala prensa en la actualidad. Para muchos evoca tristeza o añoranza de un tiempo relacionado con las páginas negras de una historia  común que a nuestros antepasados y al país en general les tocó vivir. Por eso suele asociarse a lo caduco, innombrable o un tabú a evitar. Se considera como un cofre cerrado y hermético cuya llave se ha tirado al fondo del mar.

La denostada nostalgia no tiene banderas ni colores, es un sentimiento individual e  íntimo no apto para menores. Los jóvenes han vivido poco tiempo para comprenderla y hacerla suya. Quienes están ya en la madurez o en la vejez la llevan adherida como una segunda piel, lo manifiesten o no. Si fuéramos reptiles, mediante la ecdisis, la dejaríamos tirada a conveniencia en cualquier rincón, aunque algunos humanos también pueden hacerlo.

Siempre hay momentos especiales revividos con un punto de melancolía porque son jirones de nuestras historias. ¿Qué hay de malo en recordar el pasado con nostalgia? Es parte de nuestra identidad y deberíamos agradecer su compañía mientras vivamos por estos lares. Eso significará que las neuronas siguen remando a favor y no se han ido al limbo del olvido.

Nostalgia de familiares y amigos perdidos. De barrios con su tienda de ultramarinos, del quiosco de prensa y revistas donde nos guardaban los coleccionables. La mercería, la ferretería, el zapatero de la esquina. La modista del segundo, que también nos vendía  ropa importada de Londres o mantelerías de Canarias para el ajuar. Esos referentes son como un álbum de fotos familiar: cobran vida en la memoria al abrir sus páginas.

Ahora en mi barrio no queda nada parecido. Los apartamentos turísticos ocupan los locales bajos de casi todos los edificios. Los utilizan unas aves de paso ruidosas, con forma humana, arrastrando maletas a todas horas. Efímeros y desconocidos  habitantes de unos espacios antes impregnados de historias cotidianas. Y solo dejarán una huella: latas de refresco y cerveza, botellas y bolsas de patatas fritas alrededor de sus puertas y en las aceras, obviando la papelera instalada a uno o dos metros de distancia.  

Este es otro de los momentos que nos ha tocado vivir. Lo futurible, mejor ni pensarlo, pero se intuye por las incesantes muestras invasivas a través de todos los medios.

Sin ánimo de equivocarme y por poner algunos ejemplos: no sentiré nostalgia de los selfies, de las citas médicas telefónicas, las listas de espera hospitalarias, las Fake News ni de la Inteligencia Artificial. Ese mundo prefabricado de escaparate perfecto solo aporta vaciedad a cualquier existencia y nunca será el mejor activo biográfico de una persona.

 

 

                                                     Esperanza Liñán Gálvez 


 

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