Existen
entrañables imágenes callejeras, que se repiten cíclicamente durante cada
anualidad. Siempre lo hacen en íntima relación con los cambios del tiempo, en
la sucesión de las diferentes estaciones meteorológicas. Nos estamos refiriendo
a esos modestos puestos comerciales ambulantes, que le dan un alegre colorido
al densificado ropaje urbano, combatiendo la monótona rutina de las horas y los
días en las vivencias ciudadanas. Hagamos un breve recorrido, por las hojas
numéricas del almanaque.
OTOÑO. La llegada
de esta romántica estación, a la vuelta de la vorágine vacacional de julio y
agosto, es avisada con la plástica cromática y relacional de los pequeños
puestos para el asado y venta de las sabrosas castañas.
La primera percepción que tenemos, de estos alegres y suculentos tenderetes, es
el humo blanco con el que inundan el entorno de su ubicación, humareda
procedente de esas grandes ollas en donde se asan lentamente las dulces
castañas. Ese manto nublado y aromatizado que despiden las “mágicas” hornillas,
ya nos está avisando de que un nuevo septiembre condiciona nuestras vidas. De
manera especial, con la vuelta a las aulas escolares en los centros educativos.
Y también con esa renovación vital que siempre nos proponemos en la otoñal
estación. Aplicando un poco de memoria, ya conocemos la mejor ubicación para la
adquisición de ese sabroso alimento en nuestras calles y plazas. Y a un precio
muy asequible para todos. Desde un euro en adelante, puedes disponer de un artesanal
cartucho de recio papel, conteniendo castañas calientes, recién sacadas de la
olla puesta sobre el carbón mineral incandescente. Sin duda, es un dulce manjar
para saborear y disfrutar.
INVIERNO. Otros
tenderetes, propios de esta fría estación, son aquellos dedicados a la venta de
habilidosas artesanías, muy
apreciadas por su precio, calidad, buen gusto e imaginación. Estos admirables
“fabricantes” y comerciantes, trabajan con gran pericia unas manualidades
hechas con la piel, el latón, el cristal, la lana, la madera y el algodón,
además de una variada bisutería, que encanta e ilusiona preferentemente a la
mujer. Los puestos de artesanías son bien apreciados por las personas de
cualquier edad, porque los productos que ponen a la venta tienen el incentivo
del buen precio, la calidad y el encanto propio de unos artesanos que aman y
disfrutan con sus manualidades. También aparece por estas fechas la “feria” o
puestos del “Sabor a Málaga”, que
reúne a decenas de comerciantes con su oferta de productos, generalmente
alimenticios, correspondiente a muchos de los pueblos de la provincia
malagueña. La degustación y compra de esos gratos productos para el paladar es
muy apreciada por la ciudadanía: mantecadas, tortas, quesos, todo tipo de chacinas
y embutidos, chocolates, caramelos, aceites de la molienda otoñal e incluso
frutas estacionales. Artesanías y “Sabor a Málaga” dan paso a los alegres “puestecillos”
de artículos para la Navidad, con sus
muchos y variados regalos, las figuritas para los belenes y también aquellos
tenderetes especializados en artículos para las bromas más cómicas y divertidas.
PRIMAVERA. En esta
vital y naturalista estación meteorológica relucen, en distintos puntos de la
ciudad (en Málaga se ubican durante todos los meses del año en el remodelado
espacio de la Alameda Principal, muy cerca del puerto marítimo, el Parque y la
cosmopolita calle Larios) bellos, aromáticos y cromáticos puestos de flores. En ellos se venden preciosos ramos,
centros de mesa y flores individuales, para decorar los hogares, para regalar
en festividades de santos, cumpleaños y también para los natalicios, las bodas
e incluso las defunciones. Fecha emblemática es el Dia de la Madre, para ofrecerle
este delicado, sutil, elegante y merecido presente. El rico catálogo de las
flores es casi “infinito”, pero en primavera, también en verano, destacan las
hermosas e inigualables biznagas, con sus blancos y aromáticos jazmines, las
rosas, los claveles, los nardos, sin olvidarnos de las petunias, los jacintos,
las begonias, las caléndulas, los lirios, las margaritas, los geranios, las
hortensias, los pensamientos … Todas
ellas impregnan y transforman la atmósfera con un grato y mágico aroma, color y
buen gusto, para todas aquellas personas que gozan del preciado valor de la
sensibilidad floral.
Pero es durante
el VERANO cuando la ciudad se ornamenta
con esas gratas imágenes que “hablan” de los frutos refrescantes, los deliciosos
helados y la necesaria acción lúdica y turística vacacional. Actualmente ya no
se instalan aquellos tradicionales grandes puestos, en plazas y calles
peatonales, para la venta de decenas de verdes/rojas sandías
y gustosos melones. “Búsqueme un melón o
una sandía, que esté muy dulce y que no esté pasada, pero me la tiene que
“calá”· Entonces el comerciante iba golpeando en la generosa redondez de
ambos frutos “es que según como suenen, la sandía o el melón estarán en su
punto “para comer”. Tampoco los puestos de chumbos
tienen apenas presencia, hoy día, en nuestras calles, con aquellos vendedores
ambulantes que ofertaban sus piezas con el alegre anuncio de “gordos y
redondos”. Pero sí permanecen los apetitosos puestos de
helados y polos, que no son como los de hace décadas. Hoy en día se
ha industrializado plenamente su elaboración, con determinadas marcas señeras.
En lugar de aquellos carritos conducidos por los heladeros “helaeros”,
estas refrescantes cremas heladas “de los mil sabores” se han centralizado en
numerosas heladerías repartidas por todos los barrios de la ciudad. La
imaginación y la habilidad artesanal de los heladeros no tiene límites. Además
de los tradicionales cucuruchos de barquillo o los vasitos encerados de Tutti
Frutti, chocolate, mantecado, turrón y crema tostada, han ido apareciendo otras
especialidades con gustos de lo más insospechado. Inclusos los tradicionales
polos de naranja o limón, de hielo con la sustancia colorante (que refrescaban
de verdad) se han transformado hoy día en grandes bombones almendrados con
cremas confiteras variadas, muy atrayentes. La palabra helado ya nos está
sugiriendo el valor de lo vacacional, la fuerza económica del turismo y el
gusto por el buen sabor artesanal.
Le hemos dado una
rápida vuelta al calendario anual, deteniéndonos en esos puestos, más o menos
fijos o ambulantes, autorizados por la autoridad municipal. Sin la presencia de
estos pequeños, estacionales, modestos pero necesarios comercios, la imagen de
la ciudad sería otra. Estos tenderetes no
pueden competir con las grandes cadenas de supermercados o los gigantescos
híper mercados de las multinacionales. Pero añaden a la imagen de la localidad
ese plus del encanto, la sencillez, la tradición y los valores entrañables,
para la mejor convivencia y fraternidad de la ciudadanía vecinal y el siempre necesario
turismo foráneo. –
José L. Casado Toro
Agosto 2023.
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