31 agosto 2023

LAS HELADERÍAS SON PARA EL VERANO

 

Existen entrañables imágenes callejeras, que se repiten cíclicamente durante cada anualidad. Siempre lo hacen en íntima relación con los cambios del tiempo, en la sucesión de las diferentes estaciones meteorológicas. Nos estamos refiriendo a esos modestos puestos comerciales ambulantes, que le dan un alegre colorido al densificado ropaje urbano, combatiendo la monótona rutina de las horas y los días en las vivencias ciudadanas. Hagamos un breve recorrido, por las hojas numéricas del almanaque.

OTOÑO. La llegada de esta romántica estación, a la vuelta de la vorágine vacacional de julio y agosto, es avisada con la plástica cromática y relacional de los pequeños puestos para el asado y venta de las sabrosas castañas. La primera percepción que tenemos, de estos alegres y suculentos tenderetes, es el humo blanco con el que inundan el entorno de su ubicación, humareda procedente de esas grandes ollas en donde se asan lentamente las dulces castañas. Ese manto nublado y aromatizado que despiden las “mágicas” hornillas, ya nos está avisando de que un nuevo septiembre condiciona nuestras vidas. De manera especial, con la vuelta a las aulas escolares en los centros educativos. Y también con esa renovación vital que siempre nos proponemos en la otoñal estación. Aplicando un poco de memoria, ya conocemos la mejor ubicación para la adquisición de ese sabroso alimento en nuestras calles y plazas. Y a un precio muy asequible para todos. Desde un euro en adelante, puedes disponer de un artesanal cartucho de recio papel, conteniendo castañas calientes, recién sacadas de la olla puesta sobre el carbón mineral incandescente. Sin duda, es un dulce manjar para saborear y disfrutar.  

INVIERNO. Otros tenderetes, propios de esta fría estación, son aquellos dedicados a la venta de habilidosas artesanías, muy apreciadas por su precio, calidad, buen gusto e imaginación. Estos admirables “fabricantes” y comerciantes, trabajan con gran pericia unas manualidades hechas con la piel, el latón, el cristal, la lana, la madera y el algodón, además de una variada bisutería, que encanta e ilusiona preferentemente a la mujer. Los puestos de artesanías son bien apreciados por las personas de cualquier edad, porque los productos que ponen a la venta tienen el incentivo del buen precio, la calidad y el encanto propio de unos artesanos que aman y disfrutan con sus manualidades. También aparece por estas fechas la “feria” o puestos del “Sabor a Málaga”, que reúne a decenas de comerciantes con su oferta de productos, generalmente alimenticios, correspondiente a muchos de los pueblos de la provincia malagueña. La degustación y compra de esos gratos productos para el paladar es muy apreciada por la ciudadanía: mantecadas, tortas, quesos, todo tipo de chacinas y embutidos, chocolates, caramelos, aceites de la molienda otoñal e incluso frutas estacionales. Artesanías y “Sabor a Málaga” dan paso a los alegres “puestecillos” de artículos para la Navidad, con sus muchos y variados regalos, las figuritas para los belenes y también aquellos tenderetes especializados en artículos para las bromas más cómicas y divertidas.  

PRIMAVERA. En esta vital y naturalista estación meteorológica relucen, en distintos puntos de la ciudad (en Málaga se ubican durante todos los meses del año en el remodelado espacio de la Alameda Principal, muy cerca del puerto marítimo, el Parque y la cosmopolita calle Larios) bellos, aromáticos y cromáticos puestos de flores. En ellos se venden preciosos ramos, centros de mesa y flores individuales, para decorar los hogares, para regalar en festividades de santos, cumpleaños y también para los natalicios, las bodas e incluso las defunciones. Fecha emblemática es el Dia de la Madre, para ofrecerle este delicado, sutil, elegante y merecido presente. El rico catálogo de las flores es casi “infinito”, pero en primavera, también en verano, destacan las hermosas e inigualables biznagas, con sus blancos y aromáticos jazmines, las rosas, los claveles, los nardos, sin olvidarnos de las petunias, los jacintos, las begonias, las caléndulas, los lirios, las margaritas, los geranios, las hortensias, los pensamientos …  Todas ellas impregnan y transforman la atmósfera con un grato y mágico aroma, color y buen gusto, para todas aquellas personas que gozan del preciado valor de la sensibilidad floral.

Pero es durante el VERANO cuando la ciudad se ornamenta con esas gratas imágenes que “hablan” de los frutos refrescantes, los deliciosos helados y la necesaria acción lúdica y turística vacacional. Actualmente ya no se instalan aquellos tradicionales grandes puestos, en plazas y calles peatonales, para la venta de decenas de verdes/rojas sandías y gustosos melones. “Búsqueme un melón o una sandía, que esté muy dulce y que no esté pasada, pero me la tiene que “calá”· Entonces el comerciante iba golpeando en la generosa redondez de ambos frutos “es que según como suenen, la sandía o el melón estarán en su punto “para comer”. Tampoco los puestos de chumbos tienen apenas presencia, hoy día, en nuestras calles, con aquellos vendedores ambulantes que ofertaban sus piezas con el alegre anuncio de “gordos y redondos”. Pero sí permanecen los apetitosos puestos de helados y polos, que no son como los de hace décadas. Hoy en día se ha industrializado plenamente su elaboración, con determinadas marcas señeras. En lugar de aquellos carritos conducidos por los heladeros “helaeros”, estas refrescantes cremas heladas “de los mil sabores” se han centralizado en numerosas heladerías repartidas por todos los barrios de la ciudad. La imaginación y la habilidad artesanal de los heladeros no tiene límites. Además de los tradicionales cucuruchos de barquillo o los vasitos encerados de Tutti Frutti, chocolate, mantecado, turrón y crema tostada, han ido apareciendo otras especialidades con gustos de lo más insospechado. Inclusos los tradicionales polos de naranja o limón, de hielo con la sustancia colorante (que refrescaban de verdad) se han transformado hoy día en grandes bombones almendrados con cremas confiteras variadas, muy atrayentes. La palabra helado ya nos está sugiriendo el valor de lo vacacional, la fuerza económica del turismo y el gusto por el buen sabor artesanal.



 En esta estación del cálido estío, no olvidaremos tampoco los puestos callejeros de vistosos, elegantes y cromáticos abanicos (a tres euros la pieza o dos cinco euros), no faltando en ninguno de estos tenderetes ambulantes las botellas de plástico conteniendo agua “mineral” bien fría, de todos los tamaños y marcas, para saciar la sed de los acalorados transeúntes. También ha desaparecido la “hidratante” figura del aguador, con sus dos botijos o búcaros, que contenían ese agua que se enfriaba al “sudor” de la cerámica de color beige/amarillo, material que se utilizaba para su elaboración. Había que “beber al chorro” o en un pequeño vasito que llevaba el aguador, a cambio de unas muy baratas monedas.

Le hemos dado una rápida vuelta al calendario anual, deteniéndonos en esos puestos, más o menos fijos o ambulantes, autorizados por la autoridad municipal. Sin la presencia de estos pequeños, estacionales, modestos pero necesarios comercios, la imagen de la ciudad sería otra. Estos tenderetes no pueden competir con las grandes cadenas de supermercados o los gigantescos híper mercados de las multinacionales. Pero añaden a la imagen de la localidad ese plus del encanto, la sencillez, la tradición y los valores entrañables, para la mejor convivencia y fraternidad de la ciudadanía vecinal y el siempre necesario turismo foráneo. –

 

José L. Casado Toro

Agosto 2023.


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