31 mayo 2022

LOS INGRATOS DE PEDRO SIMÓN: RESEÑA


Pedro Simón ha escrito este libro desde la voz narrativa de un niño, David, en primera persona. También a través del diario epistolar del personaje que marca tanto su infancia: Emérita o la Eme, según el momento.

El autor ha desarrollado muy bien, a lo largo de la novela, este recurso literario. No es fácil evitar comentarios adultos en algún rincón del argumento y él lo ha conseguido. Nos cuenta la vida de una familia y sus avatares en unos años concretos de nuestra historia, regalándonos con sus frases momentos deliciosos. Cómo el niño percibe la diferencia en la forma de actuar de la maestra: la señorita Mercedes o su madre, según está en el colegio o en su casa. Las metáforas se hacen visuales en palabras de David, o Currete, como lo llamaba la Eme: El ultramarinos era un tendedero de colores. El rojo de los pimientos colgados a secar… Y un inventario de los olores. A especias, a ahumados, a pan recién hecho.

Una de las más elocuentes es la reflexión de lo que él creía significar para su familia: A mí solo me escuchaba una sorda.

Emérita, después de aprender a escribir mejor gracias a los dictados del niño y sus hermanas, nos relata sus experiencias y sentimientos desde que entró a servir en casa de la maestra, su marido, sus dos hijas (las blandas) y su Currete. La sencillez de sus palabras son, mismamente, las que tienen su mayor peso. Cómo describe que, para ella, el desorden es vida y el orden, soledad. El gran cariño que siente por el pequeño, cuidándolo hasta en los más mínimos detalles. Él llena el vacío por la pérdida de su hijo y compensa esa culpa que la acompaña.  

En otro párrafo, David, ya mayor, define la época que le había tocado vivir: Veníamos de las paredes de adobe. Íbamos hacia el papel pintado. Aspirábamos a ser gotelé.

A partir de la página doscientos cincuenta o algo más, David hombre nos cuenta, en pocos renglones, sobre su familia actual, su trabajo, madre y hermanas. Es un adulto y entonces recapacita sobre su vida en el pueblo y el recuerdo de Eme. Se arrepiente de no haber sido agradecido con aquella mujer a la que dejó de contestar sus cartas. La que significó tanto en su niñez. Su madre postiza y olvidada durante veinte años. Cuando decide buscarla para reparar su falta ya es demasiado tarde.

Es una historia en apariencia cotidiana y sencilla: una maestra y su familia en los años 70 que, como tantas otras, recorrieron la geografía española con el anhelo de trabajar en la capital, Madrid. Su profundidad se siente, especialmente, a través de la mirada de Currete y la Eme: su forma de dibujar la realidad con un lenguaje cercano pero conmovedor hasta los cimientos.

El final se resume en su título: una ingratitud, no practicada adrede, hacia la persona que significó tanto en su vida. Pone al personaje principal frente al espejo de esos comportamientos humanos, que revisados a través del tiempo, no fueron tan humanos como entonces creyeron.

Es un libro magnífico, alejado de los best-sellers, pero de los que dejan huella. Su calidad literaria no se pesa por las setecientas u ochocientas páginas de paja...  

 

 

                                                                   Esperanza Liñán Gálvez 

 

1 comentario:

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