08 enero 2021

A LA MEMORIA DE TOMÁS MORALES

 

Tenía el trazo noble de hidalgo cervantino

y a la vez parecía un poco unamuniano.

Era su voz un arma cargada de inquietudes

que contaba la vida como quien narra un cuento.

Sin apenas un énfasis sobre las cosas graves

desgranaba verdades, a veces encubiertas,

a veces claroscuras, a veces luminosas.

Era, pues, en esencia, el alma exacta y pura,

el alma equilibrada de la filosofía.

De aquellos que encontré hace ya doce años,

cuando en hora feliz anidé en Amaduma,

se han desprendido varios como los eslabones

de una cadena rota por el tiempo impasible.

Hay caras sin un nombre, hay nombres sin un rostro,

algunos se habrán ido sin que yo lo supiera.

A Tomás, sin embargo, le pongo cara y nombre,

y tengo su recuerdo presente en esta hora.

                                              José Ramón Torres Gil


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