11 agosto 2020

LA "QUINTA DEL BIBERÓN" EN LA GUERRA CIVIL, PARTE II

 

Memorias de África…….

(una historia casi verídica)

 

Al poco tiempo de mi vuelta al pueblo, me llaman del Ayuntamiento para hacerme la afiliación correspondiente, y me informan que en unos días me comunicaran un destino para servir a la milicia española en el destino que se me asigne. Un par de semanas después (sobre finales del mes de julio) nos reúnen  a una docena de jóvenes de mi quinta, nos montan en una camioneta y nos llevan a la estación de ferrocarril Linares-Baeza. Allí nos suben a unos vagones del tren correo con destino Cádiz. 


Más de diez horas  de caluroso viaje hasta llegar al destino. En el puerto gaditano nos espera el “Vapor Rio Francolí” que, en una pesada travesía, nos dejará en nuestro destino marroquí  para hacer el servicio militar en el ejército de la “nueva España” de  Franco.

El destino era  Marruecos, en la zona del Protectorado Español, en las ciudades de Larache y la de Alcazarquivir, donde pasé cuatro años más; en concreto, mi unidad pertenecía a la 92 División del IX Cuerpo de Ejército en su sector occidental, y estaba ubicada en El Cuartel de Cría Caballar de  Larache,  al mando del teniente coronel D. José María Samaniego y Gómez de Bonilla.  


En esos años estaba ocurriendo la Segunda Guerra Mundial, pero en mi zona de Marruecos apenas se notaba;  nuestra misión era la de mantener la paz en la zona  del Protectorado Español (que se había instaurado tras la Conferencia de Algeciras en 1906 y los Acuerdos Franco-Españoles de 1912),   así como realizar labores de control y vigilancia. 

La vida allí era bastante tranquila: las “cabilas bereberes” de nuestra zona estaban controladas. Nos entreteníamos paseando por la Plaza España y  la avenida Reina Victoria y tomando unos chatos en los bares del hotel Oriente y el restaurante Koutubia; los domingos que no teníamos servicio acudíamos a misa a la iglesia de Nuestra Señora del Carmen en Larache (o a la del Sagrado Corazón del barrio de Xerea de Alcazarquivir cuando estábamos de servicio en esta vecina ciudad), y por la tarde al estadio de Santa Bárbara, donde jugaba los partidos el Larache C.F.  


No obstante, me ocurrió un desgraciado percance: realizando unas maniobras, íbamos en un camión militar de mi compañía, cuando al saltar del cajón y sujetarme en la barandilla, se enganchó un anillo que llevaba en el dedo anular de la mano izquierda, y con la fuerza de la caída, se seccionó el dedo, y lo perdí para siempre. Una cura de emergencia y la atención posterior en el hospital que había en el Castillo de San Antonio, evitó que la cosa fuera a mayores.  Sin más incidencias, regresé definitivamente a mi pueblo a finales de  1943.  El viaje de vuelta fue igual de pesado que el de ida, pero la pronta llegada a casa hizo que me olvidara de las incomodidades de aquel. Entre Guerra y mili, habían sido casi siete duros años de mi vida que me cambiaron el sentido de la realidad.

 

Pedro J. Tíscar Marín

Julio de 2020

 

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