30 diciembre 2016

COSTUMBRES NAVIDEÑAS

Fulgencio y Adelaida están adornando el salón de su casa con los mejores abalorios navideños. No falta ni un detalle: el portal de Belén al completo. El pino artificial cuajado de bolas, angelotes, bastones y cintas plateadas; que parece haber crecido en un lecho de paquetes multicolores envueltos con lazos infinitos.

Como música de fondo, canturreado algo más lejos por la abuela, se oye el villancico del Tamborilero, acompasado con golpes secos al ritmo de su estribillo.

El tío Gonzalo ha llegado del pueblo y está en algún lugar de la casa. Hacía años que no se reunía con ellos por viejas desavenencias familiares que les hizo llegar a las manos. Las lindes de unas tierras fueron las culpables y en estas fiestas pretenden enterrar el hacha de guerra.

Sus hijos, de cuatro y seis años, entran corriendo juntos al salón con las caras desencajadas y gritando:
— ¡Mamá, papá, la abuela lo ha matado! ¿Por qué lo ha matado? —Y se echan a llorar desconsoladamente.
— ¿Qué vamos a hacer ahora Fulgencio? Por mucha razón que tenga tu madre, no hay excusa  para cometer esa barbaridad delante de los pequeños.  Quedarán traumatizados para toda la vida.

—Le advertí que no lo hiciera, pero ya sabes que su fuerte carácter no obedece a razones y no habrá podido evitarlo. En el pueblo es una tradición ancestral dar matarile personalmente a un pavo la víspera de Nochebuena.

Esperanza Liñán Gálvez











  



         

     

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