29 abril 2016




                                                                         
TIEMPO GANADO
Esperanza Liñán Gálvez

Un señor recién jubilado acaba de llegar a la oficina de Correos para enviar unas revistas a un amigo de Valencia. El número que acaba de sacar del dispensador de turno es el 67 y van por el 56, así que no le queda otra que buscar un asiento libre y esperar. Mira el reloj de una forma mecánica, aunque en realidad no le importa la hora.
Los funcionarios se lo toman con calma y los pacientes usuarios empiezan a dejar de serlo. Entra un muchacho con el casco de la  moto en la mano, resopla, da media vuelta y se va.  Hay una madre joven meciendo el carrito del bebé porque el crío ha empezado a llorar desconsolado; tira el número al suelo y también se marcha. Una monja se agacha a recogerlo ajustándose la toca del hábito. Lo mira mientras acaricia las cuentas del rosario que le cuelga de la cintura; lo echa a la papelera y también se va.
Detrás de ella salen varias personas que, al parecer, tampoco pueden esperar su turno. Una tras otra se marchan maldiciendo en sordina sin haber hecho la gestión para la que habían venido.
Mira  alrededor y solo quedan dos abuelos octogenarios conversando animadamente de sus tiempos. El mismo que se han ganado después de muchos años de duro trabajo y que ahora pueden permitirse el lujo de perder o emplear en lo que quieran. Entonces se da cuenta de que él también disfruta de esa sensación única de vivir sin prisas el tiempo que antes le faltaba. ¿Hasta cuando? No lo sabe. Solo sabe que es un ahora que ignora su mañana. Y si no conoce ese mañana, para qué preocuparse ahora.






  


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