No ha sido un capricho el título que elegí
para mi novela. Todos cuantos peinamos canas, -aunque las disimulemos-, y en su
mayoría los que pertenecemos a Amaduma, tenemos sobrada constancia de la
inseguridad en la que nos movemos de modo permanente. No hay nada de lo que se
pueda tener absoluta certeza, y muy especialmente, de la salud.
En este hermoso viaje de fin de curso que
hemos realizado a Suiza y Austria, tuve la
oportunidad de conocer y charlar con Juan Antonio Anderica, -quien de modo tan
inesperado se ha ido-, y nada en aquella
conversación hacía presagiar lo ocurrido.
Hablamos del hotel en el que se alojaba -magnífico según él-
y dimos un largo paseo junto a varios compañeros por aquella amplia Avenida de
las afueras de Ginebra que separaba los
hoteles en los que nos hospedábamos los dos grupos.
Era un socio muy reciente, y le vi interesado en las
actividades de la Asociación, en las que le puse al día. A lo largo del viaje
intercalamos algún que otro comentario sobre lo que estábamos visitando y le
encontré satisfecho de la manera en que se desarrollaba el programa. Lamento
que no haya habido tiempo para más.
Tenemos el aquí y el
ahora solamente, y hemos de aprovecharlo al máximo, sin postergar nada para
otro momento, porque no sabemos cuánto puede durar. Mientras se está vivo, hay
que vivir.
Mi pésame sentido a su familia y mi deseo de que no se
produzcan más noticias luctuosas que a todos nos impresionan.
Descansa en paz, Juan Antonio.
MAYTE TUDEA.
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