El viernes veinte y cinco de abril, un grupo compañeros de AMADUMA, salimos en autobús a pasar el fin de semana en Cazorla y su
sierra. Hacía buena temperatura y, al dejar Málaga, el campo se nos ofrecía con
una gama de verdes exultantes. Paramos a desayunar en el restaurante La Dehesa,
lo hicimos muy bien, y continuamos nuestra
ruta.
La vega de Antequera lucía en todo su esplendor primaveral, y
por una carretera con alternancia de pinares y olivares llegamos a Quesada a recoger a los
guías para continuar hacia el Santuario de la Virgen de Tíscar.
El autobús circulaba por una carretera de montaña muy agreste entre pinares y picos escarpados en tonos grises.
Vimos el cerro de las Peñas Negras donde se halla la torre del castillo árabe, en su época atalaya contra
las invasiones cristianas. Ubicado entre éste cerro y el del Caballo, se
encuentra el santuario de Tíscar, una ermita reconstruida en piedra durante el siglo XX sobre los restos de la primitiva
medieval. La puerta de entrada a su única nave es un arco y el retablo está decorado con pinturas modernas de Francisco Baños y una
talla de la Virgen. Según la leyenda, la imagen de la Virgen la trajo a esta tierra
San Isicio. Fue destruida muchas veces y cada vez que la destruían volvía a
aparecer. En el lugar donde se aparecía edificaron el Santuario y es la patrona de Quesada. Luego
estuvimos en la Cueva del Agua, monumento natural de gran belleza, situado en un
desfiladero de roca kárstica con una sorprendente cascada.
Antes de ir a almorzar nos llegamos a ver las pinturas de
Rafael Zabaleta. A este pintor, nacido en Quesada, su pueblo le ha construido
un moderno y hermoso museo en el que se expone gran parte de su obra. La
diversidad de sus estilos abarca desde
el dibujo, al realismo figurativo pasando por el expresionismo
hasta llegar a su última etapa de influencia picassiana.
Después de un buen almuerzo, con el guía y un plano de la
villa, la recorrimos a pie. Pasamos por las puertas de la antigua muralla y por calles
estrechas con profusión de flores hasta llegar a la plaza de la Lonja donde se
encuentra la iglesia de San Pedro y San Pablo, construida sobre una antigua
mezquita. La plaza forma un balcón natural desde el que se
disfruta de una bella panorámica del campo de esa zona jienense. De allí nos
fuimos al hotel Sierra de Cazorla, en la
Iruela, donde cenamos y nos dieron habitación para un merecido descanso.
El sábado, bien desayunados, salimos para Sierra Mágina. Al salir
vimos frente al hotel el castillo de los Templarios que se alza sobre unos
riscos y por el camino, desde el autocar, la sierra de Cazorla con su paisaje
de belleza sorprendente declarado en
1986 Parque Natural. En esta sierra nace el río Guadalquivir y se alza el Puerto
de las Palomas 1250 mts altitud. En ella crecen más de mil doscientas especies
botánicas y las personas que viven en el parque son alrededor de ochenta mil.
Pasamos por la aldea de Arroyo Frío antes de llegar al
pantano del Tranco, construido en 1944. Es
como un lago con una isla en medio,
verde igual que todo su entorno. Luego caminamos a pie por el parque cinegético
y vimos en un otero algunos muflones y
cervatos. De allí fuimos a la Torre del Vinagre donde se expone un muestreo de la vegetación
de la zona.
Regresamos al hotel para almorzar. Al rato nos encaminamos a la Iruela a ver el
Anfiteatro, y posteriormente a Cazorla
para pasear por un sendero que bordea el
río Cerezuela. El río está formado
con cascadas en distintos niveles y desaparece de la vista por un túnel
de piedra encima del que hay una explanada en la que se celebran la feria y los
eventos del pueblo. Acabado el paseo
volvimos al hotel a cenar y a descansar.
El domingo desayunamos a las nueve y, con las maletas en el
autocar, nos marchamos a visitar Cazorla. Empezamos viendo el exterior de la
Casa de las Cadenas, propiedad del Marqués de Camarasa. El edificio tiene en un
lateral unas columnas jónicas con unas cadenas sobre las que se asientan pequeños
leones y una tapia por la que sobresale
espesa vegetación. Seguimos hasta la Plaza de la Corredera, o del Huevo, por su
forma ovalada, donde se ubica el
Ayuntamiento, un antiguo edificio construido en piedra, y la iglesia de San José. Esta iglesia consta
de una sola nave con un retablo al fondo con la imagen de la Virgen en una
hornacina. Los laterales están adornados
con seis grandes frescos al estilo
del Greco en los que se representan pasajes de la vida de Jesús y de
la Virgen hasta su ascensión a los cielos.
Siguiendo por calles estrechas llegamos al mirador de
Zabaleta donde hay unos balcones desde
los que se ve una montaña de forma piramidal.
En uno de sus lados está el Castillo y en otro la ermita de Isicio. Bajando llegamos a la plaza de Santa
María decorada con plátanos de sombra desmochado con las ramas entrelazadas. Allí se enclava la iglesia del mismo nombre que, aunque está casi derruida, guarda
vestigios de su originaria grandiosidad. La construyo Andrés Vandelvira, y en
1630 la destrozó una tormenta. Fue reconstruida
y, en la Guerra de la Independencia,
los franceses la volvieron a destrozar sin que se haya arreglado. En el
único arco que se conserva están San Pedro y San Pablo. En su explanada hay una
fuente de estilo herreriano en honor a Felipe II.
La iglesia fue edificada sobre un largo túnel de piedra por
el que discurre el río Cerezuela. Es
impresionante andar por el camino colgante adosado a un lado del túnel viendo
los saltos del río y oyendo el ruido del agua. Terminado el recorrido fuimos al
centro de interpretación de las rapaces que habitan en el parque. Nos tomamos unos vinos sentados en la plaza y regresamos al hotel
para almorzar.
A la hora convenida emprendimos el viaje de regreso.
Saturados de la naturaleza de la sierra, llegamos a Málaga
sin ningún problema pasadas las
siete de la tarde. Al despedirnos de los
compañeros, muchos nos dijimos… ¡Hasta
pronto!
Amalia Díaz
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