17 enero 2014

MAITE, LA MAESTRA.

“Desde María Teresa Tudea………hasta ayudarnos a mejorarla” , desde la portada hasta la contraportada, y en esos puntos suspensivos una cadena de mujeres enseñantes cuyo primer eslabón es Doña Lola que engarza con la Señorita Lucía, de aquí pasa a Doña Clara y el último eslabón ya está forjándose en la fragua, la niña Mónica, la futura Doña Mónica.
También “Alicia aspiraba a ser maestra”

Mayte es el eslabón perdido de esa cadena de la que le hubiera encantado formar parte.

Pero, en este caso, aunque “la mujer (Mayte) propone la vida es la que dispone” y tuvo que caminar (necesidad de aportar ayuda) con entusiasmo y eficacia por otro sendero, el de Secretariado que, junto con el de Enfermera, era, entonces, los dos senderos más copados y ocupados por las mujeres.

Y sé que trabajó mucho. Y sé que lo hizo bien. Y sé que estuvo “bien considerada” por su dedicación y su eficacia.

Pero ¡LA ENSEÑANZA¡, amiga Mayte, para aquellos que hemos estado empalagándonos de placer docente y discente… No hay otra Vocación, ni otra Profesión más grata.
Porque trabajamos con “personas que, habiendo ya nacido prematuras, siguen aún inmaduras y a las que debemos ayudar a la buena sazón”.
Nosotros no trabajamos con cosas ni con temas. Y nuestro fruto es a largo plazo.

Igual que las madres son valoradas justamente cuando sus hijas son madres y nos han hecho abuelos, igualmente los maestros somos valorados cuando nuestros alumnos han hecho su recorrido por la adolescencia y la juventud.

Y Mayte va derramando añoranza docente por el camino vital (porque lo sé) y por el camino libresco (porque acabo de leerlo)

¡Qué gran maestra oficial se ha perdido la historia¡

Pero las Facultades sólo expiden títulos y Mayte ha sido una “gran maestra”, aunque sin título oficial. Sus alumnos de la vida (sus hijos y nietos) son el mejor jurado.

El título de la portada: “La maestra y otros relatos” fotografía la estructura del libro.

De los 31 relatos, es, sin duda el n.º 18, “La maestra”, la columna vertebral, la viga de carga sobre la que descansa el libro.
No sólo es el relato más largo, es en el que Mayte se ha movido como pájaro en el aire, porque “ser maestra le pone” y haber sido “maestra oficial” es una de sus aspiraciones incumplidas.
Los restantes relatos son cuartones sin los cuales no habría edificio, pero son sólo ramificaciones.

El libro es un cuadro de paisajes en el que el motivo central es una Escuela.
De ella parten varios senderos por los que se hace grato pasear porque están perfectamente trazados: desde “el equívoco” a “la premonición” o desde “la desolación” al “desgarro”.

Iniciar un libro de relatos es irse abriendo senderos al comienzo de los cuales  uno se imagina por donde puede ir la trama que, a medida que va avanzándose, unos se van cerrando y, a veces, se presiente el definitivo antes de haberlo recorrido.

Algunos diálogos son monólogos paralelos disonantes que van escupiéndose mutuamente, mostrando las miserias a las que puede desembocar el amor que ha ido muriéndose por el camino de la vida, cuando la convivencia ha ido desangrándose y el amor ha dado paso a una coexistencia temporal y espacial de aire viciado.

Su pudor lingüístico le incita, constantemente, a tapar los substantivos desnudos con adjetivos reveladores. La montaña es “elevada y oscura” y el lago, que al atardecer era “ancho y verde”, en la noche se convertirá en “una gran mancha oscura y negra”.
Y si la nariz de Raúl es “clásica y recta”. los remolinos son “juguetones”, los ojos son “penetrantes… de color caramelo….aterciopelados” y la melancolía es “dulce y lejana”

Cuando el relato es corto la trama va muy acelerada.
La imagen de la abuela se pasea por los relatos.

Pone en boca de los personajes de sus relatos dichos y sentencias oídos de sus abuelos y padres, en la vida real.
(Yo también, amiga Mayte, llevé “una cesta de paja con huevos grandes...)

Y es que los relatos (los de Mayte, los míos y los de todos) están compuestos de mimbres varias: de jirones de biografía, de recuerdos, de imaginaciones, de frustraciones, de añoranzas, de temores, de deseos, de lecturas, de conversaciones,…
El relato nunca es una fotografía sino un photoshop, un “taller de fotos”

Si “el mes de mayo no llegó, se instaló en los campos”, esperamos y deseamos, Mayte, que haya, al menos, otras once instalaciones.
El primer hijo ya ha nacido, y te ha salido guapo, admirable y admirado.

Sólo esperar que, puesto que ya has dado a luz el primero, seas madre de una familia numerosa de hijos igual o más encantadores.


Tomás Morales Cañedo
-Filosofo



2 comentarios:

  1. Tomás, poco más se puede agregar a este prolijo y certero escrito sobre el libro de Mayte. Creo que "La maestra y otros relatos" se lo merece. Ella lo ha bordado y tú le has hecho el festón. Ahora a esperar que ese hijo tenga pronto compañía.
    Esperanza.

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  2. Tomás, que bonita frase hay en tu escrito:
    ¡Qué gran maestra oficial se ha perdido la historia!
    Yo creo que la historia ha recuperado a una “gran abuela” que nos va a dar muchos frutos.
    A Mayte, la Maestra, la vamos a ver parir una novela porque tiene un buen bagaje de conocimientos adquiridos en su adolescencia, juventud y, sobre todo, en su madurez. A ésta, ya no hay quien la pare.
    Un abrazo para los dos.

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