16 octubre 2013

VIAJE A BILBAO


En la estación María Zambrano, el día veintitrés de septiembre, un grupo de unos noventa socios de AMADUMA cogimos el AVE de las ocho a Madrid. Era el comienzo de nuestro viaje a Bilbao. Al llegar a la capital de España, un autobús nos esperaba dispuesto a llevarnos a tierras vascas.
Hasta Aranda de Duero, donde almorzamos, la aridez de la meseta se alternaba con algunos pinares y campos dorados de mieses segadas. Al dejar Castilla, el paisaje cambió. Altas montañas cubiertas de árboles de verde intenso y los típicos caseríos nos acompañaron hasta divisar Bilbao, hundido junto a la ría del Nervión. La torre de cristal de Iberdrola brillaba al sol. Entramos en la ciudad por Juan de Garay y rodeamos la plaza del Sagrado Corazón, que tiene un gran obelisco con su escultura, de Lorenzo Coullaut, y llegamos a nuestro alojamiento, el hotel Hesperia Zurialde. Tuvimos tiempo libre para dar una vuelta por la ciudad y volvimos a cenar.

El día veinticuatro después de desayunar salimos para Guetaria,bello y típico pueblo marinero fundado por Alfonso VIII y cuna de Balenciaga y de Juan Sebastián Elcano, de quien hay varias estatuas. Bajando hacia el puerto pesquero vimos los restos de la muralla navarra (usada como frontón) el ayuntamiento y la iglesia de San Salvador. Terminada la visita nos encaminamos a San Sebastián, entrando por la zona universitaria.

En esta villa aristocrática está el monte Urgull, coronado por una escultura del Sagrado Corazón, y el Igueldo, al que subimos en el funicular. Desde sus miradores la vista es impresionante. Se ve la isla de Santa Catalina frente a la ciudad, los acantilados cubiertos de verdor llegando a las playas de arenas doradas y casi todo San Sebastián. Al bajar dimos un paseo a pie por la calle Mayor y vimos la catedral neogótica del Buen Pastor, la iglesia de Santa María del Coro y siguiendo por la calle San Martín el río Urumea, el Hotel María Cristina, el antiguo Kursaal (actual ayuntamiento) y la playa de la Concha, bordeada por una barandilla de forja blanca. Paseando por el casco antiguo llegamos a la plaza porticada de la Constitución, y nos fuimos a la sidrería San Bartolomé a almorzar y después a Azpeitia para visitar el Santuario de Loyola.

Esta basílica es circular con una maravillosa cúpula barroca, lo mismo que el altar. Anexa a ella, la casa natal de Íñigo López de Recalde, en la que hay cuadros y recreaciones de su vida. En el patio hay una escultura de él herido, transportado por tres caballeros. Este hecho le hizo reflexionar y fue el punto de partida que lo convirtió en San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. De allí regresamos al hotel a cenar y descansar.

El día veinticinco salimos desayunados de Bilbao. Cruzamos el río Oria y pasamos la frontera francesa para llegar a San Juan de Luz. Es una ciudad moderna, con un puerto antiguo, que vive de la pesca y del turismo. Delante del altar –muestra de barroco vasco– de la iglesia gótica de San Juan Bautista se celebró la boda de Luis XIV con la española María Teresa de Austria. Se concertó en la isla fluvial de los Faisanes, cerca de la desembocadura del Bidasoa, con la firma del Tratado de Paz de los Pirineos.

De San Juan de Luz fuimos a Biarriz, antiguo pueblo de pescadores. Sus casas son blancas con tejados rojos al estilo vasco. En este lugar estuvo Napoleón III con su esposa María Eugenia y le regaló un suntuoso palacio, con forma de E, hoy convertido en hotel. Biarriz tenía dos casinos, uno continúa, el otro es una sala de exposiciones. Paseando por sus miradores sobre acantilados vimos panorámicas maravillosas con el mar al fondo.

Volvimos a pasar la frontera para ir a Fuenterrabía a almorzar y a recorrer este bello pueblo. En el barrio de los pescadores las casas tienen puertas y balconadas de colores. También tiene una parte medieval. Entramos en ella por la única puerta abierta de la muralla, la de Santa María, y pasamos por calles estrechas con casas de piedra y balconadas de madera o de forja. Vimos el palacio de Carlos V junto a la Plaza de Armas, el de Eguiluz, donde estuvo Juana la Loca, y la iglesia de Santa María del Manzano. Varias calles llegan al puerto y se ve Hendaya, separada de Fuenterrabía por la desembocadura del río Bidasoa. Desde allí regresamos al hotel.

El día veintiséis, tras desayunar, nos encaminamos con niebla hacia Tolosa, ciudad que se extiende junto al río Oria y a la que en 1256 Alfonso X le otorgó los fueros. Nos bajamos del autobús y entramos a pie por la puerta del Castillo, resto de la antigua muralla. Llegamos a la plaza de Santa María, con la iglesia que le da nombre, de estilo neogótico vasco en piedra gris, y fuimos a degustar un rico chocolate. Después nos encaminamos para ver el interesante Museo de la Confitería y a recorrer las calles típicas. Pegada al puente de Navarra está la Casa de la Cultura, de estilo neoclásico, y cerca la zona del mercado. El Ayuntamiento es barroco y tiene balcones de forja. Acabada la visita fuimos a una sidrería tradicional, donde almorzamos bacalao, chuletón y postres, y bebimos sidra. Terminada la comida volvimos a Bilbao y quien quiso fue a ver el Guggenhein. Este museo de titanio y formas extrañas diseñado por O. Gehry, ha sido impulsor del turismo en la ciudad tras la caída de la industria. El regreso fue libre.

El día veintisiete nos encaminamos a Guernica después del desayuno. Vimos el mítico y viejo árbol ya seco (bajo el que se citaban los vascos para deliberar) en un templete y el nuevo, plantado en 2005. La Casa de Juntas, donde se reúne el parlamento, es un edificio neoclásico que tiene en el techo una hermosa vidriera con el árbol en el centro. Es una alegoría de la ley, representada por un anciano, y a los oficios tradicionales. También vimos un vídeo con la historia de su fundación y de los fueros. Este lugar nos recordó el célebre cuadro de Picasso que representa a Guernica bombardeado por los alemanes un día de mercado.

Luego fuimos a Bermeo, ciudad portuaria fundada en 1236. Tiene tradición marinera y basa su economía en la pesca y las conservas de pescado. En la antigua muralla se halla la puerta de San Juan y en la torre Ercilla el Museo del Pescador. Desde la parte alta se divisa la isla de Izaro. De Bermeo nos dirigimos al mirador de San Juan de Gaztelugatxe para ver su ermita en un islote del Cantábrico, que estaba en calma y gris.

Regresamos al hotel a almorzar y al rato nos marchamos a ver el puente Colgante, inaugurado en 1893. Tiene sesenta y un metros de altura y ciento sesenta de largo. Une las dos márgenes de la ría del Nervión, Portugalete y las Arenas. Allí cogimos el transbordador para arribar a la otra orilla, dimos un paseo junto a la muralla de piedra frente al puerto de Portugalete y otra vez al transbordador para volver al autobús y a Bilbao. En el autobús subimos al monte Artxanda por una carretera de montaña con una bordeada arboleda. Aunque el cielo estaba gris, desde su mirador disfrutamos de la bella panorámica de la ciudad. Al bajar paramos junto a la iglesia de San Nicolás, cerca del paseo del Arenal.

Dando un paseo por la zona antigua, pasamos por la catedral basílica de Santiago, sede de la diócesis de Bilbao, concedida por Pío XII en el año 1949. Es pequeña para ser una catedral, y fue construida entre los siglos XIV y XVI en estilo gótico con la portada ojival. Seguimos el paseo y nos adentramos en la famosas siete calles con sus bares repletos de pinchos para ser acompañados con chacolí. Luego nos marchamos al hotel.

La mañana del veintiocho era la del regreso y Bilbao, para darnos muestra de su personalidad, nos obsequió con un ligero sirimiri. Por el camino la lluvia fue intermitente. Llovía cuando nos paramos para una degustación de vinos de Arlanza, cerca de este río, y en Lerma para almorzar.

Llegamos a Málaga sin contratiempos, y ya en casa pensé que en este viaje, aunque hayamos visto algunos monumentos hechos por el hombre, los más destacables son los paisajes monumentales de la Naturaleza.


 Amalia Díaz
4 de octubre de 2013

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