06 febrero 2013

GIULIANA (*)


Observo tu mirada de la que surge de manera espontánea la belleza, la duda, la insatisfacción y quizás el cansancio. Han sido días agotadores; tu matrimonio con Guidovaldo, bendecido por el Florentino Papa Urbano VIII, ha sellado la alianza entre vuestras dos familias. La llegada de tu ajuar, que tus fámulas guardan con presteza en los arcones, confirma que tu matrimonio se da por consumado. El calor, que se intuye de un Veneciano setiembre agostizo, contribuye a dar calidez a la estancia y a que contribuya a despertar la concupiscencia en quien te admire. Los colores del cuadro han sido elegidos para resaltar tu desnudez, el rojo del diván, el blanco de las sabanas encorvadas y el verde del cortinaje aumentan la teatralidad de la escena.

Contemplar tu belleza estática engendra belleza física. Tu cara, iluminada por la luz del sur del Véneto, seduce con la fuerza de quien sabe que no necesita de gestos para conquistar admiración. Es tu rostro de pómulos anchos, la frente despejada, la barbilla redondeada, la nariz es estrecha, tus ojos son cálidos, marrones e ineludibles, pero son tus labios rojos con las comisuras muy levemente alzadas los que con su mueca roban el alma.

Quiso Tiziano que fuese en tus brazos donde descansara toda la simbología del lienzo. El derecho atenaza entre sus dedos una rama de mirto, de cuyo significado erótico haces símbolo de amor y belleza, porque sabes bien que de este arrayan, traído desde la isla Sarda, se destila un delicado licor amatorio y de sus hojas se obtiene el perfume más sensual que pueda olerse. De tu rango no cabe duda, el brazalete lo descubre. Pero es en tu brazo izquierdo donde descansa un complicado simbolismo a través de tu mano, que no reposa en tu sexo, lo acaricia, convirtiendo la escena en un soporte privilegiado de erotismo. Y es ahí, en el territorio que representa lo más verdadero de la mujer, donde tus dedos finos y delicados provocan en al espectador sueños lascivos.

Tus senos, aun vírgenes de amantes y de hijos que no amamantaron, resaltan por su blancura asombrosa y su exquisito modelado dispuestos a ofrecer amor hasta lo infinito.

Y por fin el perro, símbolo de la fidelidad, la amistad y la protección, aparece dormido para dar a entender que su dueña no cumplirá con esos mandamientos.




Nono Villalta, enero 2013 (*)
Narración presentada en el aula de Creación
Literaria sobre La Venus de Urbino de Tiziano.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor: Se ruega no utilizar palabras soeces ni insultos ni blasfemias, así todo irá sobre ruedas.
Reservado el derecho de admisión para comentarios.

Buscar