28 octubre 2012

ESPAÑA Y LOS ESPAÑOLES

“España es diferente”, dicen y, de hecho lo es, tanto para lo bueno como para lo malo. Pero creo sinceramente que estamos rayando ya el esperpento.

Copiando la fórmula de gran poeta Jorge Manrique, diría:

¿Qué se hizo de aquellos acuerdos tomados en la época de la transición donde todos los partidos aparecían unidos en la misión de conseguir una España mejor?

Destrozarlos en luchas fratricidas entre el mismo pueblo, los partidos y las autonomías. Luchas por el poder, por imponer sus valores, sus ideologías, sus recursos naturales, sus reivindicaciones y un largo etcétera.

¿Qué de aquellos maravillosos planes de estudios que aunaban contenidos completos y fiables, responsabilidad, esfuerzo y constancia?

Cargárnoslos con los diferentes planes siguientes que rebajaban cada vez más los contenidos, a veces, muy tergiversados según conviniera, a sus objetivos, prolongándolos o mermándolos y dando a los alumnos cada vez más posibilidades de pasar de curso que hacían casi innecesario esforzarse.

¿Qué se hizo de nuestros símbolos, los que nos aunaban, los que respetábamos, los que nos representaban a todos?

Los símbolos hoy ya no son lo que eran porque los menospreciamos creyéndonos muy por encima de ellos. Y de esto tampoco son ajenos los políticos. El problema es su falta de coherencia que es evitar todo aquello que sería políticamente incorrecto pero esencial para un buen gobierno. Hoy sólo unen los colores de “la roja” o sea, el fútbol y poco más.

¿Qué se hizo de aquella España unida por la misma historia que nos llenaba de orgullo?

Vivimos tiempos difíciles como muchos otros en etapas anteriores pero algo ha cambiado. El mosaico español está dividido en…..Autonomías, no muy hermanadas hoy día y partidos políticos enfrentados.

Aquí nadie pierde con dignidad y desde el día siguiente de las elecciones, sólo se dedican a echarle una mano al cuello al que ganó. El “no” por bandera.

Muchos de los que nos gobernaron o aún nos gobiernan, cada uno “va a su bola”. Algunos se dedican a mirar el cielo y contar nubes, otros a robar todo lo que pueden, muchos a vivir del cuento, ocupando cargos caídos del cielo con sueldos y jubilaciones millonarias pasando el día mano sobre mano. Las clases medias van a sus trabajos, si lo tienen, arrastrando los pies y con miles de problemas encima pero se contenta porque aún conserva su empleo y las más desfavorecidas, pasa el día buscándolo, entregando currículos, haciendo colas en el Inem, en los centros benéficos para obtener algo de comida o un lugar donde dormir.

¿Qué se hizo de aquella juventud que tenía expectativas de futuro, que podía emanciparse a los 20 años y se casaba casi con lo puesto, tenía hijos y disfrutaban con ellos?

Los adolescentes fuman y beben como los adultos cada vez antes y más. La mayoría adolece de responsabilidad y esfuerzo. Aprobada la selectividad, llegan a la Universidad a estudiar carreras con muy difícil salida, más aún, si no se tiene dominio de algún idioma que les abriría las puertas de marchar a otro país. Viven con los padres hasta los 30, con suerte sin aportar nada, encadenando relaciones, porque ¿a quién le importa que otros sufran? Cuando se casan, igual. Pronto se cansan y buscan otras parejas. ¿Y los hijos y su sufrimiento? ¡Qué más da! Tengo derecho a ser feliz, aducen.

¿Qué de aquellos valores espirituales, morales, sociales…?

Los valores están por los suelos. Se ha perdido el respeto no sólo a los padres, profesores y compañeros sino también a los mayores, antes un referente, ahora un estorbo, dejándoles en la soledad más absoluta y avocándoles a terminar sus días en un asilo.

Se aborta como si fuera algo normal, los no creyentes se casan por la Iglesia, hacen que sus hijos se bauticen, confirmen la fe del bautismo, hagan la primera comunión mientras en sus casas se masca el rechazo todo lo que tenga que ver con la religión. Seguimos discriminando a los que consideramos distintos: Etnias, colectivos de diversidad sexual, inmigración, clases sociales menos favorecidas, es decir, vivimos para dentro, los demás no nos importan.

Y visto lo anterior, sólo me queda gritar “¡que paren el mundo que me bajo!” Pero ¿adónde voy? Tampoco tengo ya edad para irme al extranjero. Así que sólo me queda rezar pues yo sí creo.

En fin que esta España de “pachanga y pandereta” como la denominó Machado, ya no será la misma, ¿mejor o peor? Eso habrá que verlo. Y, lo único que siento es que a mí ya no me dará tiempo porque estaré ya en otra esfera o a punto de volver a reencarnarme.

Mª Luisa Vazquez Arredondo

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