08 diciembre 2011

LA PRINCESA TONTA

Él insistía en que estaba muy enamorado de ella. Le prometía un futuro feliz en armonía, compartiendo cuanto la vida pudiera ofrecerles, y le brindaba mucho, mucho amor. “Te trataré como una reina”, aseguraba tratando de vencer su resistencia. Y le enviaba flores y cartas ardorosas en las que le confesaba su pasión.

Ella, dudaba. El príncipe no estaba nada mal, pero la princesa no quería ser tratada como una reina, quería ser reina. Y en la línea de sucesión al trono, a él la corona le quedaba un poco lejos.

Esperó. Esperó a que apareciera en el horizonte otro pretendiente regio más acorde con sus pretensiones, y como Penélope, fue tejiendo y destejiendo el entusiasmo del príncipe y su afán por conquistarla. Y así permaneció durante un largo tiempo el futuro monarca, en un inacabable “stand by” sin que la desdeñosa princesa terminara por pulsar el definitivo “play”.

Asomada a la ventana de su castillo, una melancólica tarde dejó de percibir la nube de polvo que levantaba el brioso corcel de su enamorado cuando llegaba a solicitarla. Y en el reseco sendero que él recorría, comenzó a brotar la hierba.

Ella supo con toda certeza que se había equivocado, cuando el juglar de turno entonó esta canción a los pies de la muralla:


Tantas frases hermosas como él le dedicaba,
de metáforas llenas, y de halagos sutiles,
y ella con displicencia apenas valoraba,
ni sus tiernos afanes, ni sus gestos gentiles.

Él le mandaba rosas, y la consideraba

la soñada princesa de cuentos infantiles,
y escribía en sus cartas que loco la adoraba,
y que ansiaba sus besos, los quería por miles.

La actitud indolente de la mujer amada,
terminó por cansar al galán insistente,
y un día hacia otros ojos desvió la mirada,
otros ojos hermosos de mirar complaciente.

Y no escribió más cartas, y no envió más flores,
se dedicó de pleno a sus nuevos amores.
Y la bella princesa se dio cuenta muy tarde,
de que el príncipe era un “chollo” y que la cera arde.

Y pretendió de nuevo reavivar las cenizas,
y desplegando ansiosa sus cantados encantos,
quiso recomponer un amor hecho trizas,
mas ya no fue posible ¡se quedó a vestir santos!


Mayte Tudea

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