06 junio 2011

OPTIMISMO SÍ, PERO SIN PASARSE.

Que la actitud vital de una persona se incline hacia el optimismo me parece algo loable, y en el terreno práctico, además, positivo. Siempre resulta más adecuado encarar las cosas con buen ánimo, porque además, si se enfrentan de un modo pesimista no sólo no van a resolverse mejor, sino que quedan lastradas de antemano y pueden ejercer en la balanza un efecto negativo.

Ahora bien, el optimismo recalcitrante, cuando no está sustentado por algo más sólido que no sea el de una perpetua ensoñación, puede resultar aún más dañino que una inclinación taciturna a ultranza.

Como ejemplo evidente y esclarecedor tenemos el de nuestro Presidente del Gobierno, quien haciendo gala de esa condición risueña ante la vida y los problemas del país, ha enarbolado contra viento y marea la bandera de la complacencia confiando en que los temas iban a resolverse por sí mismos, o por la influencia de la mejoría de los demás. Desgraciadamente, la realidad suele ser muy terca, termina por imponerse y resulta más difícil de digerir.

No era este el camino por el que quería transitar. Hay ocasiones en las que me parece que el ordenador es un ente autónomo y piensa por sí mismo, e intenta llevarte por derroteros en los que no querías adentrarte. No se lo voy a consentir.

Vuelvo por tanto al inicio de mi reflexión. En este período de recuperación en el que llevo dos meses y medio sumergida, he recibido, con la mejor de las voluntades, las consignas optimistas que me aseguraban que dada mi condición, mi carácter, e incluso mis características físicas, me había de recuperar en un tiempo récord e iba a conseguir volver al estado primitivo en que me encontraba antes del “percance” (no encuentro otro término más adecuado para denominarlo). Pues bien, aunque la intención fuera muy meritoria, a mí me han hecho un flaco favor. Las circunstancias son muy tozudas a veces, y totalmente ajenas a los “cantos de sirena” por muy sugerentes y atractivos que éstos resulten.

Y se ha demostrado que las voces que me aconsejaban tomar conciencia de la gravedad de la lesión, no poner fechas a la mejoría definitiva, y armarme de paciencia ante la eventualidad de que ésta se prolongara más de lo esperado, aunque menos complacientes, eran mucho más sensatas y te preparan mejor para sobrellevar las dificultades; con el añadido de que si el tema se resuelve antes y mejor de lo que aguardas, la alegría es mayor.

Y ahora si, ahora sí deseo servirme de la comparación con el estado actual de la economía y de los problemas del país. No por negarlos los podemos hacer desaparecer, y sólo el buen ánimo no es suficiente para afrontarlos. Reconocerlos, valorarlos y diagnosticarlos adecuadamente es preciso para conocer la gravedad de la dolencia y las medidas a tomar, quirúrgicas si fueran necesarias para hacer frente a la enfermedad, sabiendo de antemano que no se puede curar un cáncer con aspirinas.

Y tomar nota de lo que han hecho o hicieron otros responsables políticos ante momentos de extrema dificultad: enfrentar a sus conciudadanos ante la realidad, desprovista de cualquier adorno, y decirles como Churchill: “Sólo puedo ofreceros sangre, sudor y lágrimas”. A ver si nos enteramos de una vez por todas, hablamos menos de la crisis, y nos ponemos a la tarea de combatirla.

Y a los optimistas de salón quisiera decirles, que dar clases de toreo desde la barrera queda muy bonito, pero es poco meritorio. Y que en la arena, el toro adquiere su dimensión natural y asusta al más “pintado”, y se necesita mucho oficio y valor para enfrentarse a él.


Mayte Tudea
25 de Mayo de 2011





1 comentario:

  1. OK, Mayte.
    Habet suum venenum blanda oratio
    «Las palabras optimistas ocultan veneno». Publilio Syro

    Nono.

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Por favor: Se ruega no utilizar palabras soeces ni insultos ni blasfemias, así todo irá sobre ruedas.
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