28 enero 2011

LA CORACHA

Sentada en un banco del parque malagueño, miro al frente y puedo contemplar el maravilloso paisaje que se divisa a lo lejos. El conjunto Gibralfaro—Alcazaba, pero allí falta algo importante, algo que mis ojos estaban acostumbrados a ver: La Coracha.
Hace muchos siglos, cuando Málaga era una ciudad musulmana, perteneciente al reino de Granada, bien protegida (nunca llegó a ser conquistada) y muy hermosa, la Coracha era un barrio entre el lado sur de la alcazaba malagueña y su puerto. Enlazaba las dos más importantes edificaciones malagueñas, la fortaleza del monte Gibralfaro y la alcazaba.
Este barrio, en la ladera del monte, junto a los muros de la alcazaba, estaba poblado de casitas encaladas que miraban al mar, olían a marisma, a jazmín y dama de noche, y era el camino habitual para ir de lo alto del monte hasta la alcazaba, sin tener que pasar por la ciudad en caso de asedio.
Después de la conquista de Málaga por los Reyes Católicos en 1487, este barrio dejo de tener la importancia que había tenido hasta ese momento.
Pasaron los años, pasaron los siglos, y la bella Coracha permanecía impasible al paso del tiempo, dando tipismo y belleza a la tierra malagueña, era una seña de identidad de esta ciudad, ella competía y coqueteaba con Puerta Oscura, llegando a besarse en la fuente que las unía.
La dejadez de sus habitantes y de las autoridades encargadas de su conservación lograron que se fuera deteriorando tanto, que en el año mil novecientos noventa, las implacables maquinas excavadoras terminaron con ella.
Muchos fuimos los malagueños que lloramos por su pérdida. En su lugar hicieron lo que se supone que es un jardín, en forma de escalera, con ralas plantas, moderno, pero no bonito, privándonos de algo tan nuestro.
Hubiera sido mucho mejor destino para tan antiguo y noble barrio haberlo convertido en una zona artesanal rodeada de naranjos, en la que distintos artistas: pintores, alfareros, zapateros, músicos, etc. pudieran ejecutar su arte. Algún tablao flamenco del que se escapara el sonido de una guitarra en la noche, y una desgarrada voz cantara una malagueña, pequeños e íntimos bares desde los que se pudiera contemplar el Mare Nostrum, el Parque, la Farola, la Malagueta o la plaza del General Torrijos con su bellísima fuente de las Tres Gracias.
Poder disfrutar en él aspirando el aroma a sal, a las flores malagueñas, al pescaíto frito; poder paladear el dulce vino de la Axarquía, o las delicias gastronómicas de nuestra tierra.
De todo esto hemos privado a nuestros descendientes, este lujo, del que pocas ciudades en el mundo hubieran podido presumir, lo hemos dejado pasar.
Si la película Casablanca finaliza con la frase que pronuncia su protagonista Rick Blaine —Siempre nos quedará Paris— a nosotros nos queda la esperanza de que algún día, alguien enamorado de su tierra, pueda hacer otra Coracha igual y en el mismo lugar de la ya desaparecida, para el deleite y orgullo de todos los malagueños.

Mª Eugenia Pereiro Barbero
Enero-2011

5 comentarios:

  1. Precioso artículo, escrito con el sentimiento del alma.

    Felicidades

    José L.

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  2. Precioso artículo, escrito con el sentimiento del alma.

    Felicidades

    José L.

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  3. Lo que se rompe en pedazos Eugenia, es muy difícil de reconstruir, algo se habría escapado de sus entrañas.

    Desde ese banco que sentada también miras al lugar donde nací hace tantos años, queda como único testigo la casa de mi llegada a este mundo por la puerta de Málaga.

    Dónde la gente de la mar, sus aparejos y redes de la pesca. Dónde los cenacheros, jazmines y ceretes de pasas.

    Hoy el disparate resultante me recuerda uno de esos muchos nidos de ametralladoras que cubrían el litoral en la última guerra de España.

    La Coracha que podía haber llegado a ser el lugar de artistas de flores y poesía. Ese reducto de la historia ha sido borrado a hachazos de tu memoria, la mía y del alma de Málaga.

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  4. ¡Y que haya alguien que afirme que los pecados sólo tienen que ver con la moral y la religión¡.
    ¡Como si no existieran los pecados laicos y artísticos¡.
    ¿Se sentirán orgullosos, y sin remordimientos de conciencia quienes hayan autorizado u ordenado usar la piqueta contra la belleza natural y contra la historia viva, reciente?.
    Otros muchos habrían mimado esa postal que identificaba a Málaga y no esta impostura en zig-zag.
    Una imagen que tenía grabada desde que bajé, pro primera vez, dejando atrás mi meseta castellana, por la dichosa, endiablada, obligatoriamente atenta, pero encantadora carretera de los montes.
    Tras cada curva aparecía un paisaje divino, mostrándose, al final, a tus pies, Malaga la Bella (entonces no tan bella)

    ¡Señor, perdónalos porque no saben lo que han hecho¡.
    ¡Señor, ilumína a nuestros lumbreras para que no vuelvan a pecar¡

    ¡Palabra de agnóstico¡

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  5. Conoci ese barrio.Yo naci en la Malagueta y una abuela de mi padre vivio alli,me gustaba mucho ver ese barrio tan boniito y tan Malagueño,incluso lo he bordado..que pena que ya no esta

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