30 octubre 2010

¡FELICIDADES, DON MARIO!

Mayte Tudea.
25-Octubre-2010



He querido reposar durante unos días la noticia de la concesión del premio Nobel al escritor Vargas Llosa y ello para no dejarme llevar por la alegría del momento, y por esa emoción especial que sentí al escucharla en la radio. Creí que aunque era merecedor de recibirlo, nunca iban a premiarle. Ha habido tantas injusticias en este tema y tantos buenísimos autores a los que se les ha negado este reconocimiento, que podía ocurrir lo mismo con mi admirado Vargas Llosa.

He seguido su trayectoria desde los comienzos. “Los cachorros” y “La ciudad y los perros” significaron para mí una especie de descubrimiento –era muy joven cuando los leí-, sorprendida ante su original forma de relatar y conmovida por la profundidad de su narración.

He sido una lectora fiel de prácticamente el total de su producción, y si es cierto que no toda ella me ha entusiasmado por igual, siempre he obtenido disfrute y provecho de su lectura, y en la mayoría de las ocasiones, al terminar cada una de sus novelas me ha quedado esa sensación de plenitud tan difícil de explicar y tan maravillosa de sentir.

Me ocurrió con “Conversación en la Catedral” –a mí me parece su obra cumbre-, y con “La tía Julia y el escribidor”, que aún considerada “menor” yo encuentro deliciosa, y entre otras muchas, uno de sus últimos títulos me “enganchó” de nuevo especialmente, las “Travesuras de la niña mala”, en la que volvía a recobrar su Perú natal, su barrio miraflorino y su adolescencia, que tango juego le han dado en las innumerables páginas que ha escrito.

Sin embargo, “La guerra del fin del mundo”, que intentaron vender como la “novela total”, aunque ambiciosa y muy bien documentada, no consiguió cubrir las expectativas que prometía. Y algo parecido me ocurrió con “La fiesta del chivo”. Por supuesto, son impresiones absolutamente personales y no me considero en absoluto capacitada para hacer una crítica de su obra.

Sólo puedo decir, que aunque subjetiva, mi admiración por Vargas Llosa ha sido tan evidente, que transmití a mis hijos mi entusiasmo por él, y algunas de las frases de sus novelas han quedado incorporadas al lenguaje familiar. Siempre que algo que no esperamos se estropea, que una relación de amistad o amorosa se rompe, nos solemos preguntar: “¿Cuándo se “jodió” el Perú, Zabalita?” Esta frase pertenece a su novela “Conversación en la Catedral”.

Las chicas pasaron de ser delgadas a flacas desde que conocimos a la “flaca” Nancy, y durante un tiempo cambié la “garúa” peruana por el molesto “sirimiri” de mi tierra, en fin, ¡que voy a decirles!, cuando se admira a alguien como yo a mi querido “Varguitas” (que me perdone la confianza) cambia nuestro lenguaje, y en ciertos casos, hasta nuestra forma de ver el mundo. Porque uno no sólo aprende de lo que ha vivido, sino también de lo que ha leído.

Le felicito Don Mario, de corazón. Y no únicamente por ese Nobel tan merecido, sino por la bonhomía y la elegancia que ha tenido usted al querer que fuera considerado como un premio a las letras hispanas, y por su reconocimiento a la acogida que nuestro país le dispensó en sus comienzos y en el que consiguió publicar sus primeras obras. De bien nacidos...

“Chau” señor Vargas Llosa. ¡Nos encontraremos en su próxima novela!


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