20 febrero 2010

FIN DE SEMANA EN LAS ALPUJARRAS

Mayte Tudea.

15-Febrero-2010

El tiempo atmosférico asustaba. Tanto escuchando la radio como viendo la televisión, los pronósticos aseguraban nieve, frío y lluvia. Y más teniendo en cuenta nuestro destino para este pasado fin de semana: Las Alpujarras.
El viaje programado en pleno febrero a la sierra granadina que se asoma al Veleta y al Mulhacén, y en medio de una ola de frío anunciada, no parecía el más apropiado, pero Amaduma, invencible al desaliento, y confiando en la buena estrella que casi siempre nos acompaña, se arriesgó, y sin titubeos, cumplió con lo que estaba previsto.
El sábado salimos de Málaga lloviendo y salvo pequeños intervalos, el agua nos acompañó durante todo el día. Tras una parada en Motril para desayunar y dar un pequeño paseo, llegamos a nuestro alojamiento en Lanjarón. Un hotelito rústico y acogedor, con la calefacción a toda máquina, donde almorzamos comida casera, y tras un descanso, salimos a la cinco de la tarde con los guías para realizar un pequeño recorrido por el pueblo.
La calle principal, como España entera, estaba en obras y las lluvias la habían convertido en un barrizal apenas practicable. Nos dirigimos a la iglesia de la Encarnación, la plaza de la Constitución y el barrio Hondillo, con su arquitectura típica alpujarreña.
Regresamos al calor de la chimenea del hotel y allí se formaron tertulias, y juegos hasta la hora de la cena.
El domingo amaneció nublado pero seco, y nos permitió la visita de Capileira, Pórtugos y Pampaneira.
Ascendimos por una carretera sinuosa, con curvas de vértigo, que se asomaban a los profundos barrancos y a los fértiles bancales. Los pueblos recostados en las laderas de la sierra, con su originales casas blancas de techos planos y los típicos “tinaos”, conservan todo el encanto de la arquitectura alpujarreña,y fue una delicia pasear por ellos, porque el frío seco resultaba mucho más soportable que la humedad del día anterior. Los paisajes desde el mirador de Capileira, admirando la frondosa vegetación de la sierra, nos parecieron extraordinarios. Y la visión del Veleta al fondo, totalmente cubierto de nieve, también.
Visitamos la cascada de agua ferruginosa y la Fuente Amarga, y en el secadero de jamones pudimos ejercer el “sacrosanto” rito de las compras.
El tiempo nos respetó, y hubo momentos en que hasta el sol hizo amago de visitarnos.
Comimos en el Restaurante “Manolete” una sopa y un plato alpujarreño, y después enfilamos el regreso, con los jamones de regalo en el maletero del autobús. Tras una breve parada en Almuñecar en un atardecer “enfurruñado” y con un mar bravío de color acero, llegamos a Málaga sin contratiempo sobre las ocho de la noche.

Tras la crónica viajera, el resumen del viaje en su vertiente “poética”.

SIERRA ALPUJARREÑA

Almendros que florecen en sus lares,
de prístina pureza revestidos,
rodeados de grises olivares,
entre jara y tomillo protegidos.

Serpentean sinuosos los caminos,
y suspiran de vértigo las simas,
hambrientos se alimentan verdes pinos,
y ascienden valerosos a las cimas.

Y las nevadas cumbres desafían,
a oscuras nubes sin azul reflejo,
en su propio fulgor ciegas confían,
y soberbias se miran en su espejo.

La evanescente niebla difumina,
los abruptos contornos de la sierra,
mas si un rayo de sol las ilumina,
brilla el amanecer sobre la tierra.

¡Ay sierra alpujarreña! tu cobijas
blancos pueblos apenas recostados,
en tus tiernas laderas los prohijas,
y amorosa mantienes abrazados.

Yo quisiera bañarme en tus cascadas,
con tus flores de almendro coronarme,
y en tus noches tan frías y estrelladas,
que un suspiro de amor pueda alcanzarme.

15-Enero-2010






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