10 diciembre 2009

¡BENDITA LOCURA!

            
 


La vida es una caja de sorpresas. Esta es una frase muy manida, muy tópica, pero todos sabemos que los tópicos encierran una gran parte de verdad.

Hace unos días una persona a la que quiero mucho -no diré el lazo que me une a ella por preservar su identidad- me confesaba que se había enamorado como un "adolescente". Durante casi dos horas me fue desgranando telefónicamente el rosario de sentimientos, emociones, ansiedades, aleteo de mariposas en el estómago, que le mantenían en ebullición, que no le dejaban conciliar el sueño, que le ilusionaban y le asustaban y ¡oh, maravilla!, la mujer que le producía tamaño desasosiego, estaba inmersa en el mismo proceso, correspondía fielmente a ese prodigioso despropósito al que llamamos amor.

"¡Vive el milagro!", le aconsejé. ¿Acaso no es un milagro que sobrepasada la setentena pueda ocurrir algo así?

Pero inmediatamente han surgido los "juzgadores de turno", aquellos que poseen la llave del bien y del mal, de lo correcto y de lo incorrecto, de lo adecuado y de lo impropio, los de la mente fría y el corazón convertido en un páramo yermo y seco, aquellos que olvidaron la emoción que en otro tiempo les embargó, o lo que es infinitamente peor, los que nunca la sintieron, y enarbolando la bandera de la sensatez sentencian con extrema dureza: ¡locura senil!

Mas lo peor de todo es que estas personas argumentan, razonan, exponen sus motivos de forma convincente, y terminan por crear la duda en quienes les escuchan (o les escuchamos), porque alegan que lo único que les mueve es el bienestar del que se encuentra "enajenado" por un sentimiento, que, según ellos, está fuera de tiempo y de lugar. Con los "sofistas" hemos topado, amigo Tomás.

Si los "salvadores de la patria" resultan terriblemente peligrosos, no lo son menos estos "salvavidas" protectores, que intentan que los demás no se desvíen del camino establecido, de la ruta marcada. Los que sostienen que "los experimentos ... sólo con gaseosa", y aseguran ¡"hay que evitar los riesgos"! ¡Dios! ¿Hay mayor riesgo que el de vivir?

Pero he de reconocer también que existen otras personas que emulan descaradamente al capitán "Araña", -el que animaba a embarcarse a los demás mientras él se quedaba en tierra-; aquellas que incitan a los otros a sortear los peligros, mientras ellas, dominadas por el "vértigo a las alturas" permanecen cobardemente sujetas al suelo y son capaces de fijarse a él -con pegamento si fuera preciso-, por si una ráfaga de viento las arrebata y pierden el punto de apoyo.

    En fin, como diría el torero ¡hay gente pá tó!


 


 

MAYTE TUDEA.

28 Noviembre 2009


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

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