30 noviembre 2009

APOLOGÍA DE LA RUTINA




Tomás Morales Cañedo            Noviembre 2009



    No sé por qué hay tanta gente que despotrica y arremete, inmisericorde, contra las rutinas, contra la vida cotidiana.


    Todas nuestras vidas, la tuya, la mía y la del vecino del quinto, presentan una serie de constantes que, con pequeños matices, son las mismas.


    El sonar del despertador, alargar la mano, bostezar, escuchar las noticias, desayunar, ducharse, afeitarse, vestirse, coger el ascensor, garaje, coche, mando, semáforos, freno, palanca, acelerar, freno…. "buenos días", "buenos días", "buenos días",… etc…etc…etc…


    Son rutinas comunes, al menos para nosotros, varones occidentales. Son lugares comunes.


    Si rebobinaran mis días de diario y me los pusieran delante no sabría distinguirlos, porque son iguales. Durante hora y media suelo hacer lo mismo y de la misma manera, al mismo ritmo.

    Hasta que salgo de casa se repiten, a diario, las mismas rutinas, lo que no quiere decir que sean ni monótonas ni aburridas.


    Estas obligaciones diarias es mejor que no sean conscientes porque, mientras las realizas, estás cargando las pilas para cuando salgas a la realidad de la calle, de las cosas, de la gente.


    Sólo estando "libre de" tener que pensar en lo rutinario estás preparándote a "estar libre para" lo más conveniente en los nuevos retos que van a ir presentándose.


    Esas rutinas diarias son las que te permiten hacer las cosas al ralentí, sin tener que gastar combustible (que, posteriormente, va a hacerte falta), ellas son condiciones necesarias para la existencia.


    Andar, conducir, escribir, saludar, pararte en el semáforo, arrancar,…


    ¡Pobres de nosotros si tuviéramos que ser conscientes de todas nuestras actividades diarias; acabaríamos agotados, sin combustible¡.


    "Todos los días tienen sus rutinas", pero "cada día tiene sus afanes".


    Rutinas y afanes.


    Rutinas para ser y seguir siendo. Afanes para ser distintos y ser mejores.


    Entre esos afanes, además de trabajar, están el pensar, el leer y el conversar.


    Pensar en lo necesario y en lo conveniente; leer lo bueno y lo mejor; conversar con los vivos y con los muertos porque, los muertos, al ser clásicos, sus pensamientos están entre nosotros.


    Sócrates, Jesús de Nazaret, Buda, Kant, Marx, Nietzsche,… son inmortales, siguen vivos, vigentes, siguen siendo vigías de nuestras vidas.


    Pensar, leer y conversar es "cultura", "cultivo", "cultivarse", arrancar lo bravío y lo salvaje que, por naturaleza, nos constituye.

    "Cultivar" es mejorar las habilidades que hemos ido adquiriendo para tener mayores y mejores garantías de éxito en esos "afanes de cada día".


    Existen recursos que ya los filósofos sofistas pusieron en práctica, que les dieron buenos resultados, a la vez que les reportaron unos buenos beneficios.

    Comenzaron dominando la Gramática, se ejercitaron en la Retórica y triunfaron en y con la Dialéctica.


    "Con la palabra (en este caso, escrita) se construyen puertos y se hacen caminos" (llámese B.O.E. o B.O.J.A). Hasta que éstos no lo digan…

Pero desde el mismo momento en que lo dicen… "Háganse".


    El hombre es "el único animal que habla", pero el hombre que tiene mayores garantías de éxito es el que habla bien (Retórica, Oratoria) y, además, habla mejor, (ganándoles la partida), que sus adversarios o contrincantes (nunca deben llamárseles "enemigos" a los otros).


    Ser un buen Dialéctico es jugar con las cartas marcadas para salir ganador de la contienda (jurídica, política,…)


    Y en todo esto quizás la Filosofía tendría bastante que decir.




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    Me he permitido incluir un comentario que Tomás me envía junto al artículo y que transcribo literalmente:


"Habiendo, como hay, tantos socios y simpatizantes en A.M.A.D.U.M.A., ¿por qué no expresan, públicamente, en este blog, las muchas y buenas cosas que han hecho, y están haciendo, pero se las tienen guardadas?."




Perchelero

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