06 octubre 2009

EL MAPA DE LOS RECUERDOS




Habíamos salido de una reunión de la junta directiva de la asociación a la que pertenecemos y por la que trabajamos. Bajábamos caminando los tres amigos, Ángel, Andrés y yo atravesando la Málaga peatonal, llena de gente y de vida. Lo hacíamos conversando pausadamente sobre distintos temas, disfrutando del frescor de un incipiente anochecer de los últimos días de Septiembre.


En la calle Granada nos detuvimos ante un establecimiento nuevo y Andrés propuso probar unos "pinchos" y tomar una copa de vino. Así lo hicimos. La prueba resultó muy satisfactoria. Y de nuevo la charla; cruzando la Plaza del Carbón llegamos a la de la Constitución, y atravesamos la calle Larios. Una calle Larios bulliciosa, viva, que representaba el corazón palpitante de esta ciudad, -tan agradable a veces-.


    En la Alameda, Ángel tomó su autobús número 11 con destino a El Palo, y Andrés y yo, -que vivimos en zonas muy próximas- continuamos nuestra marcha. Para evitar la calle Cuarteles que recuerda a Berlín durante la Segunda Guerra Mundial –el progreso tiene estas servidumbres-, mi amigo me guió a través de las "entrañas" del Barrio del Perchel -del que ha tomado su alias, "Perchelero"-, alias del que hace gala con auténtico orgullo.


    "En ése edificio estaba la casa en la que nací", "esa fachada era la casa de mi tía", "en aquella calle había una academia donde estudié", "en esta esquina estaba la farmacia"... Andrés iba recomponiendo ante mis ojos el mapa urbano y también sentimental de su niñez, de su adolescencia, de su juventud... Yo lo miraba todo con interés escuchando sus explicaciones.


    De pronto se acercó a nosotros un señor que nos estaba observando, y educadamente comenzó a participar en la conversación. "Yo también nací en este barrio", comentó. ¿"Conocía usted en ésta calle un comercio..."? Ambos hombres fueron intercalando recuerdos –algunos coincidentes, otros no, debido a la diferencia de edad-, y desgranando vivencias de un tiempo ya pasado pero grabado a fuego en su memoria, y que les complacía rescatar.


    En la nueva Estación de Vialia, Andrés y yo nos despedimos. Y en el corto trayecto que separa la estación de mi casa, aquel señor desconocido -que seguía mi mismo camino-, me hizo un relato sintetizado de su vida.


    Había nacido en Málaga, en el Barrio del Perchel. Emigró a Alemania en busca de un futuro mejor. Allí consiguió un buen trabajo, se casó con una alemana, formó un hogar, tuvo dos hijos a los que pudo dar estudios... Hacía muy pocos meses que su mujer había muerto, inesperadamente, de un derrame cerebral. Y para mitigar la pena, y encontrar consuelo, había vuelto a sus orígenes, a la ciudad que le vio nacer.


     Sólo en esta tierra puede ocurrir algo así. Sólo este clima y su situación geográfica que ha moldeado la forma de ser de su gente, y esa capacidad para comunicarse, para desnudarse –en sentido metafórico- ante extraños, permite que sucedan estas cosas. ¿Se imaginan a un desconocido contando su vida a un alemán y la respuesta de éste? "Ich verstehe nich". (No comprendo).


 
Pues si, aquí sí, en esta Málaga de nuestros amores comprendemos, o, al menos, lo intentamos.


 
MAYTE TUDEA.


 







1 comentario:

  1. Andrés, se te ha olvidado explicar el lugar muy cercano a tu casa donde alquilabamos tebeos de Roberto Alcazar y Pedrín, el Guerrero del Antifaz, El Capitán Trueno etc.
    A veces nos intercambiabamos los tebeos a escondida de la dueña y sólo pagabamos uno y nos leíamos varios.

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