07 marzo 2009

SEMBLANZA DE ANTONIO MACHADO


Cuando apareció el primer libro de Antonio Machado, Soledades el gran artífice de la poesía castellana era Rubén Darío. Su obra se veneraba y todo aquello que tuviera sabor a simbolismo, a imagen brillante, palabra bañada en oro y expresión sonora; en cambio Machado, pretende la sencillez, la expresión directa y tradicional, la palabra en el tiempo, en su tiempo.

En el prólogo de su segundo libro, Campos de Castilla dice el autor: Cinco años en la tierra de Soria, hoy para mi sagrada – allí me casé, allí perdí a mi esposa, a quien adoraba- orientaron mis ojos y mi corazón hacía lo esencial castellano.

La visión que de Castilla posee Machado se aleja fundamentalmente de la visión de Unamuno o de Azorín, máximos artífices del culto a Castilla, que se ha achacado a la generación del 98.

Machado ama a Castilla y a través de ella ve a España. Le da lástima de la Vieja Castilla, pobre y soberbia, le produce indignación. Nadie como Machado ha descrito su paisaje, nadie como él ha amado las "colinas plateadas, los grises alcores y las cárdenas roquedas" que constituyen el paisaje de Soria; nadie como él, ha cantado la mole del Guadarrama; y como él contempla la sequedad de Castilla, una naturaleza salvaje, indomable y tierna al mismo tiempo.

Dice Machado "mis romances no emanan de las heroicas gestas, sino del pueblo que las compuso y de la tierra donde se cantaron; mis romances miran a lo elemental humano, al campo de Castilla y al libro primero de Moisés, el Génesis."

Pocas veces habla Machado de su Dios, de su religiosidad profunda. Machado en sus versos reniega del Dios triste y aburrido de la religión tradicional, y cree y adora al Dios que anda sobre las olas, al Dios profundo y vital que es amor, a ese Dios que es la luz interior y que hay que buscar en sí mismo.

Machado es un poeta que ama y se hace amar. Su obra va primeramente dirigida al lector anónimo e insignificante, cosa que nos sorprende en un tan altísimo poeta, es la cortesía de la claridad. Parece ser, que nunca Machado escribió, para profesores. Por eso puede andar en canciones que todo el mundo tararea, como esta que ya pronto cantaremos:

Oh, la saeta, el cantar,
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!
¡Cantar del pueblo andaluz,
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!...
Yo creo que la razón por la cual amamos más profundamente a Machado el Bueno, es su pudor, la modestia, la elegancia espiritual como nos cuenta punto por punto su alma, sin quejarse, sin llorar. Nunca nos habla directamente del gran dolor que es constante en su poesía a partir de 1912 cuando muere Leonor, su gran amor.
Y sin embargo como se transforma nuestra lectura cuando advertimos que el poeta sufre.

Machado es un hombre con experiencias, es un poeta para la madurez más que para la juventud. Por eso nos hace penetrar en el razonamiento de todos nuestros problemas sociales, políticos y religiosos, sin abrumarnos con discursos, sermones y demagogias, sino con unas "pocas palabras verdaderas" es lo que ha hecho de él y para nosotros un gran poeta nacional.


Maruja Quesada Martín

Marzo 2009


2 comentarios:

  1. Mi enhorabuena a la autora. Somos muchos los que admiramos la sencillez de Machado y en este artículo se le retrata fielmente.
    Es como si conociera al autor personalmente.
    Felicidades

    Un saludo

    ResponderEliminar
  2. Antonio Machado era un hombre sencillo, modesto, desaliñado,que nunca tuvo dinero,ni puestos importantes, ni demasiada fama, pudo parecer eso que llamamos "un pobre hombre" no habría inconveniente en aceptarlo, pero completándolo :UN POBRE HOMBRE GENIAL.
    Enhorabuena Maruja, le conocías bien. Fernando Ruiz.

    ResponderEliminar

Por favor: Se ruega no utilizar palabras soeces ni insultos ni blasfemias, así todo irá sobre ruedas.
Reservado el derecho de admisión para comentarios.

Buscar