01 septiembre 2008

VERANO DE 2.008

"El finaal, del verano...., llegó y tu partiráas.....". ¿Recordáis compañeros y amigos, esta canción del dúo dinámico? Yo la evoco siempre en esta época del año, con un agridulce sabor a nostalgia, a sentimientos y a personas perdidas e irrecuperables, a una parte de mi vida que se ha ido y que sólo podré retener en la memoria ejercitando el recuerdo, con el temor de que ocurra lo que a esas viejas fotografías color sepia: que lo que fueron y lo que significaron, terminen por convertirse en imágenes desvaídas, desdibujadas, sin el ánima con la que brillaron, y sin el calor y la emoción que provocaron en mí.
 
¡Basta de morriñas! Este verano ha sido intensamente viajero. En el mes de Julio, el viaje a París y su continuación en barco hasta las hermosas tierras de la Normandía francesa ha resultado una inolvidable experiencia. Nuestro recorrido por el Sena, la belleza de sus paisajes, la riqueza cultural y artística de los pueblos y ciudades anclados en sus orillas -en los que destacar su extremada pulcritud y la ornamentación floral de vistosos colores que alegraba nuestra vista-, su estupenda gastronomía, en fin, todo ha supuesto un deleite para los ojos y los sentidos.
 
Y al principio y al final del viaje: PARIS. ¡Que se puede decir de París! Hay que pasear, recorrer, respirar, contemplar, admirar, sobrecogerse, rendirse, enamorarse de esta gran capital, y al despedirse de ella, prometerse a uno mismo volver de nuevo, no importa las veces, volver. Porque en cada nueva visita se descubre una plaza, un jardín, un rincón, un puente, un monumento, un museo, y porque los ojos con los que la observas lo hacen desde otra perspectiva diferente y con otra hondura distinta. ¡Me encanta París! ¿Se nota?
 
Y en el mes de Agosto he regresado a mis orígenes. A mi tierra norteña verde y húmeda, a una ciudad en su día industrial, cubierta entonces toda ella de una pátina grisácea y oscura: el hollín. Grandes chimeneas lo expulsaban por sus redondos cráteres, tanto en la capital, Bilbao, como en los pueblos circundantes: Baracaldo, Sestao. Contemplando la villa desde el monte Archanda, se la advertía coronada de una niebla densa y espesa que desvanecia los contornos, y que la difuminaba.
 
La reconversión industrial de los años ochenta, -socialmente dura y que provocó enormes conflictos entre la clase trabajadora y las autoridades-, ayudada por las terribles inundaciones de 1983, produjeron, sin embargo, un cambio sustancial en su fisonomía. Se limpiaron las fachadas, y sus hermosos edificios resurgieron, sorprendiendo a propios y extraños. El Teatro Arriaga, la estación de Santander, la iglesia de San Antón, el palacete de la Escuela de Artes y Oficios, la Catedral de Santiago, la Plaza Nueva, por enumerar algunos ejemplos, son buena muestra de ello.
 
Y más tarde, la apuesta arriesgada por la modernidad, con la construcción del museo Guggemhein, el Palacio Euskalduna, la Feria de Muestras, el Centro Zubiarte, ha conseguido transformar el muelle de Uribitarte -una zona deprimida y sucia, donde se asentaban talleres de reparaciones diversas y que por la noches se convertía en refugio de gentes de mal vivir-, en un escaparate en el que se pueden admirar las más novedosas tendencias arquitectónicas. Este es un lugar de amplios espacios, grandes zonas verdes limpias y cuidadas, y el ancho paseo que asoma al río Nervión, hoy de aguas verdi-azules donde brillan saltarinas las carpas, sorprendidas ante el aerodinámico tranvía que se desliza por unos raíles cubiertos de césped. Aunque esta descripción pueda parecer poco objetiva, os aseguro que se ciñe escrupulosamente a la realidad.
 
Y todo este tiempo que he pasado en mi otra tierra, he vivido en las afueras, en un pueblecito encantador distante unos veinte kilómetros de la capital, llamado Gatika. Es una zona rural, pero urbanizada, donde se asientan nuevos chalets en grandes parcelas, (mínimo exigible diez mil metros), y donde la modernas edificaciones recuperan el semblante de los antiguos caseríos y se integran plenamente en el paisaje. Paisaje de variados y sugerentes verdes, de nogales, de castaños, de hayedales y robledos, en el que destacan los recios y oscuros montes de la cordillera Cantábrica, a uno de las cuales ascendí en compañía de los miembros más jóvenes de mi familia: el monte Jata. Casi dos horas de escalada y tras el descanso y refrigerio, otra hora y media de descenso. También me he asomado al bravío Atlántico y he paseado por la arena dorada y fina de sus playas.
 
Ha supuesto una verdadera delicia dormir con edredón en pleno mes de Agosto y escuchar más de una noche el sonido de una lluvia blanda, que al amanecer refulgía en pequeños cristales posados sobre la hierba. Y mientras preparaba los desayunos en la amplia y cómoda cocina, observar como en el límite de la finca por el que discurría un escondido riachuelo, se levantaba algunas mañanas una niebla blanca y esponjosa que terminaba evaporándose en cuanto los rayos del sol la atravesaban. ¡Que recreo para la vista! Admirando la belleza del entorno y recordando la generosidad y el acogimiento de la gentes que habitan y componen este pueblo vasco, el mío, me invadía la incomprensión más absoluta ante el cáncer agazapado y latente que se asienta en las entrañas de esta sociedad moderna y rica. Me vino a la memoria un articulo de Pérez Reverte en el que reflexionaba sobre este espinoso tema, y en el que hacía mención a lo que en el año 1606 escribía el malagueño Bernardo de Alderete sobre los vascos: "La gente más antigua, noble y limpia de toda España". Sin comentarios.
 
En fin, el calor y el cariño con el que mi familia me ha rodeado, las excursiones a lugares hermosos e insólitos -la ermita de San Juan de Gaztelugache, por ejemplo- y el recorrido por los lugares que componen el mapa de mi niñez y de mi primera juventud -que he podido mostrar a mi nieto el mayor, a quien le ha encantado la experiencia y que se ha mimetizado por completo con el ambiente y las costumbres del País Vasco-, han conseguido redondear este verano viajero del 2.008 que ya se ha convertido en un grato recuerdo.
 
Ahora, vuelta a la normalidad y a retomar la vida cotidiana en mi Málaga querida. Septiembre nos espera a la vuelta de la esquina con novedades y proyectos. Desde el día uno abriremos todas las tardes el local de la Asociación, para tomar contacto con vosotros e informaros de cuanto preparamos. Por ejemplo, un nuevo viaje a Galicia (rías altas) y Asturias que se llevará a cabo desde el 17 al 23 de octubre. ¡Nos veremos pronto!.
 
 MAYTE TUDEA. 30-Agosto-2.008

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