24 marzo 2008

UN MUNDO PARA TODOS


Es primavera. Un día brillante y soleado como los que solemos tener en la costa malagueña. Camino por la playa del paseo marítimo Pablo Ruiz Picasso, contemplo los pequeños oasis implantados cerca de la orilla, y a la vez voy mirando las huellas, que voy dejando atrás sobre la arena.
Levanto la vista y diviso el azul radiante de ese mar, que tanto nos embellece y que parece confundirse allá en el horizonte, con el luminoso cielo. Tan sólo los graznidos de las gaviotas, que merodean por la playa en busca de comida, me apartan por un momento de mis pensamientos.
Me parece ver el instante en que el Supremo Creador dijo al hombre: “Creced y multiplicaos. Dominad el mundo”.
¡Qué hermosas palabras! Pero, tal vez, estas palabras se han perdido para siempre en la noche de los tiempos.
Durante mi sereno paseo, contemplo la maravillosa sinfonía de la vida. El equilibrio natural entre animales, vegetales, y todas las cosas que nos rodean en la Naturaleza. ¿Se puede concebir algo más bello y hermoso?
Pero el hombre ha querido ir más lejos aún. Ha querido dominar la Naturaleza de tal modo, que casi ha llegado a destruirla.
El hombre, ser absurdo y desconcertante, se ha envanecido y ha querido dar muestra de su poder. No, no es este el fin que Dios nos mandó. Los hombres han de amarse para dominar el mundo, que es de todos, y para todos.
Sería hermoso ver a los hombres de todas las razas y de todas las clases sociales luchando por extraer los productos que necesitamos para subsistir, de las entrañas de la tierra.
Sería hermoso ver a los sabios de todas las naciones aunando sus esfuerzos para solucionar los problemas que atañen hoy, a toda la humanidad.
Sería hermoso salir a la calle un día como éste, y ver como la gente se saluda abiertamente, sin hipocresía, y cómo todos se ayudan para lograr un mundo más justo, un mundo para todos.
¡Hagamos, pues, todo lo que esté en nuestras manos para sanar a nuestro enfermo mundo! Nosotros y la juventud de ahora, tenemos en las manos su destino…y el nuestro.
Absorta en mis pensamientos, no me he dado cuenta de que el sol se ha puesto y el paisaje es un juego de luz y de sombras, y que pronto la noche cubrirá con su negro manto al “astro rey”. Doy media vuelta y caminando lentamente sigo mirando las huellas que voy dejando, atrás sobre la arena…

Maruja Quesada Martín

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