26 agosto 2024

LA INQUIETANTE INTELIGENCIA ARTIFICIAL



I.A son las siglas de Inteligencia Artificial ya asimiladas en nuestros subconscientes, no precisamente por buenas, que despiertan inquietudes de toda índole.

Sus creadores la califican como generativa: sabe responder a las preguntas planteadas de forma bastante exacta. Poseen una amplia información disponible, almacenada con anterioridad por expertos informáticos humanos en su base de datos. De su primer programa, un tal ChatGPT, surgen como setas cada día otros más sofisticados, capaces de clonar tu imagen, tu voz y hasta tu vida.

Sin embargo, es errónea o miente en más de la mitad de preguntas sobre Ingeniería de Software. Los técnicos estudiosos de estos problemas los llaman alucinaciones. Sus fallos van desde falta de criterio a la saturación. Por esta razón todavía no pueden determinar si miente o se equivoca.

De momento parece desconocer miles de palabras en español y produce muchas inexactitudes. Entonces ese cerebro artificial procura dar respuestas plausibles, aunque no sean reales. En esos casos se comporta como una «bienqueda» poco fiable para los hispanohablantes pero, como escribo al principio de este párrafo, solo de momento... De ahí que casi todas las denuncias de famosos por apropiación de identidad o intromisión en su intimidad se estén produciendo en el mundo de habla anglosajón.

Es un arma de doble filo o una bomba atómica virtual, si nos ponemos tremendistas. Al inventarla han subestimado sus consecuencias, o no, hasta la aparición de sus problemas en la realidad. Ahora trabajan para poner límites legales a su alienación. Seguramente mediante artículos con mil vericuetos, justos en apariencia, para detener su intervención. Mientras tanto los datos personales de millones de personas ya forman parte de esta Inteligencia Artificial cuyo alcance estamos lejos de conocer.

Como contrapartida, los filósofos no están preocupados: argumentan que nunca serán capaces de plantear las preguntas esenciales que todo ser humano se hace a lo largo de su vida. Y dudan de quiénes confiarían en las respuestas de una máquina, a pesar de la información contenida. Yo no estaría tan segura, siempre «haberlos, haylos».  

En el terreno literario la I.A. está trabajando con los muchos manuscritos almacenados del Siglo de Oro, apócrifos o sin firma legible de sus creadores, para encontrar su verdadera  autoría. En un tiempo muy reducido es capaz de comparar la caligrafía de las páginas de esos manuscritos con las de Lope de Vega y otras extraordinarias plumas de ese período único de las letras españolas. Y con ello arrojar la luz sobre obras atribuidas a escritores que no fueron tales, o a otras de dudosa identidad, revisadas posteriormente por ayuda humana experta en la materia.

La I.A. está también escribiendo libros. Los de ensayos podrían ser buenos porque es un compendio de datos, aunque para novelar historias propias o de ficción, ¿dónde estaría la imaginación y la sensibilidad del autor o autora? Jamás podrán habitar en medio del cableado de unos circuitos sin razonamiento ni corazón.

Solo es mi opinión, pero creo que la Inteligencia Artificial nunca podrá sustituir las cualidades humanas de la inteligencia emocional.

                                                                                        Esperanza Liñán Gálvez 

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