20 julio 2024

UN POEMA PARA EL SÁBADO: JOSÉ ÁNGEL VALENTE

 

Ahora

Es ahora la hora
de sacudir la raíz y volverla hacia el cielo,
la hora de deslizar bajo la puerta
honorable del hombre
sin baldón y sin tacha un grito débil,
bajo la del cobarde una ocasión de muerte,
bajo la del avaro una súbita
apetencia de vida,
bajo la del cínico
un pensamiento compartido,
bajo la del creyente
la verdad que repite sin saberlo,
bajo la del necio amparado en sus dogmas
un globo de color del cielo libre,
bajo la del triste un niño,
bajo la del niño toda
la luz del mundo y bajo
la gran puerta del mundo
la palabra que haga
saltar los duros goznes,
dar paso a la riada,
forzar la sombra
en su estallido: el tuyo,
libertad.

De: «La memoria y los signos» – 1960 – 1965


José Ángel Valente es un poeta español representativo de la poesía social de la década de 1950. Nació en Ourense el 25 de abril de 1929 y murió en Ginebra el 18 de julio de 2000.

Estudió Derecho en la Universidad de Santiago de Compostela y obtuvo la licenciatura de Filología Románica en la Complutense de Madrid. Dio clases en la Universidad de Oxford y en Ginebra ejerce de traductor de organizaciones internacionales; posteriormente trabajará en París en la sede de la UNESCO. En sus últimos años alternará su residencia suiza con la española, y recibe múltiples distinciones como el Premio Príncipe de Asturias de las Letras o el Premio Nacional de Poesía.

Cultivador de la más rigurosa prosa poética y narrativa, su primera obra de este género, Número trece (1971), fue secuestrada por la censura franquista y le ocasionó un auto de procesamiento, pero pudo ser parcialmente reunida en El fin de la Edad de Plata (1973), ciclo complementado más adelante con Nueve enunciaciones (1982).

El reconocimiento crítico de la obra en verso y en prosa de José Ángel Valente fue inmediato y perdurable, aunque no siempre estuvo a la altura de su calidad literaria. Su primer libro, A modo de esperanza, obtuvo el Premio Adonais, mientras que el segundo, Poemas a Lázaro, recibió el Premio de la Crítica, galardón que volvería a obtener en 1980 con Tres lecciones de tinieblas. Ocho años más tarde recibiría el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

 


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