15 diciembre 2023

AMANECE CADA DÍA

 

Esta breve, sencilla y estimulante frase, alude en principio a un hecho meteorológico que resulta evidente para todos. Efectivamente, el movimiento de rotación de la Tierra provoca que nuestra exposición ante el astro solar genere, cada 24 horas, la sucesión de los días. Es obvio que de esta forma tras la noche viene la mañana, con todo ese caudal de luminosidad y energía, que tanto nos beneficia.

Sin embargo, paralelo a la evidencia meteorológica, hay también en esa emblemática frase un sentido “providencial” que nos estimula, de manera especial, en aquellos momentos o fases de nuestras vidas en las que nos sentimos, más “agobiados” o superados por las dificultades y los problemas de toda índole, realdad consustancial de nuestra existencia. Sería como decir “aunque estés desanimado por el azar, por tus erróneas decisiones o por esa mala suerte que el destino nos ofrece, nunca dudes que tras la noche vendrá la mañana, al igual que tras la tempestad viene la calma. Después del infortunio, aparecerá la esperanza”.

En general, asumimos que el amanecer resulta positivo para nuestro ánimo. Cuando el alba “ilumina” nuestras ciudades, parece que el optimismo también se despierta en nosotros, con esa fe en lo positivo que tanto bien nos proporciona. Ya sea en el ámbito familiar o laboral, en los estudios, en los proyectos, en nuestra organización económica o en las cotidianas relaciones sociales. Esa fuerza “vivificadora”, siempre necesaria, está indisolublemente unida al diario amanecer, cromáticamente teñido de azul celeste, con la térmica hermandad de los primeros rayos solares.

Por el contrario, la noche no nos genera tan positivos aportes. Cuando el atardecer se va manifestando en la bóveda celeste, ya nos sentimos más o menos cansados de la labor y obligaciones diarias y apetecemos disfrutar de un descanso reparador. Esas primeras horas nocturnas son bien “peligrosas”, porque nuestros ojos mentales perciben más el pesimismo o un cierto desánimo. La carencia de luz solar suele cohibir nuestras voluntades, desincentivado la ilusión. El cansancio influye en este estado de aturdimiento que puede embargarnos. Por este motivo, las horas de la noche son favorables y necesarias para el ineludible descanso orgánico y mental. Tenemos que recuperar la energía perdida durante la jornada.

Pero la noche, por sí misma, no debe traernos la desesperanza. Además de ese descanso reparador (un tercio de nuestras vidas lo dedicamos al sueño) podemos aplicar algunos lúcidos minutos a resumir y recapitular acerca de cómo nos ha ido ese día que ya nos abandona. Analizamos los aspectos más positivos (que sin duda los habrá habido) y los errores y desaciertos de los que hemos sido protagonistas. También, los puntos o factores de suerte, también de infortunio, que nos han afectado durante el día. Esos propósitos u objetivos que fijaremos para la jornada siguiente, pueden hacerse felizmente realidad, aplicando prioritariamente la fuerza, siempre necesaria, de nuestra voluntad.

Sabemos que “el destino” misterioso, que tanto condiciona y también “la decisión de los dioses”, puede traernos, cuando iniciamos un nuevo día, lúcidas oportunidades para mejor sonreír, para con inteligencia rectificar y para “darle pie” a esa suerte que siempre es necesaria, aunque a nadie se le oculta que hay que buscarla con perseverancia y tesón.

Debe ser bastante dura o especial la vida (por poética que resulte o imaginemos) en esas áreas geográficas polares que latitudinalmente generan las noches de 24 horas. Aparte del incentivo turístico, comprobar que mañana apenas amanecerá puede desanimar y alterar el ritmo biológico de nuestros organismos, condicionando la vida de aquellos que residen en esos puntos geográficos. Pero en el resto geográfico de nuestro planeta, cada mañana amanece y el astro solar, con su fuerza térmica, hará despedirse a las tinieblas nocturnas. Sus rayos templados de limpia energía serán benefactores para el crecimiento de las plantas y los diversos cultivos y también para la evaporación de las masas de aguas marítimas, para articular ese circuito físico que tanto necesitamos como es la lluvia, con el agua imprescindible, innegociable, sustancial y benefactora para la vida. La lluvia nos produce alegría. La sequía, por el contrario, nos sume en la tristeza.

La noche puede ser preciosa, con su manto azulado o austeramente oscurecido que cubre nuestras ciudades, adornado con esos broches brillantes de blancas estrellas. Pero muchos, casi todos, prefieren la esperanza del amanecer, la luminosidad natural de las mañanas. Cada día que amanece supone una nueva oportunidad para nuestras modestas biografías. No hay que desanimarse. Mañana, seguro, que de nuevo amanecerá. –

 

José L. Casado Toro


Diciembre 2023




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