Una de las
realidades más absurdas o caprichosas de nuestro comportamiento, a lo largo de
los días, consiste en no completar, en no finalizar, aquello que previamente
hemos iniciado, generalmente con una íntima o justificada ilusión. Esas tareas,
ya sean grandes o ambiciosas, ya sean pequeñas o modestas, quedan
lastimosamente inacabadas, en la mayoría de las ocasiones, sin un motivo
suficiente o mínimamente razonable que, de alguna forma, explique esa falta de
culminación.
Los ejemplos
que justificarían o sustentarían este planteamiento serían muy numerosos.
Incluso, con alguna exageración, podría utilizarse el vocablo de “infinitos”.
Verdaderamente, esa relación o listado de objetivos fracasados, tanto en la
intimidad de nuestras vidas, como en el entorno lejano o próximo en el que nos
hallamos inmersos, se haría cansinamente interminable.
Por citar un primer
ejemplo de naturaleza local, miramos a nuestra querida ciudad, con su
espléndido templo catedralicio. La Catedral de
Málaga es una monumental y majestuosa construcción religiosa, a pesar de
esa segunda torre que permanece inacabada desde el siglo XVIII. Parece ser que
el montante económico que había que aplicar para su finalización fue utilizado
para ayudar a los insurgentes americanos, quienes finalmente consiguieron
independizarse de la metrópoli británica, formando el origen del coloso actual:
los Estados Unidos de Norteamérica. Algunos historiadores aducen otras causas,
pero lo cierto es que la “Manquita” aún permanece con el “encanto” subsiguiente
de Catedral inacabada.
Abordando el
ejemplo de nuestras vidas, reflexionamos y a poco nos surgen numerosas muestras
de elementos incompletos, nimios o importantes, que no cesan de aparecer en
nuestra memoria.
Los
Cursos de idiomas,
preferentemente el inglés. Una vez comprados los libros, el, DVDs y demás complementos,
se inicia su estudio con entusiasmo, pero pronto ese material es abandonado a
su suerte. Seguimos con los best seller, las novelas o los ensayos que
también solemos ir dejando o postergando, su más o menos interesante lectura, siempre
para un mañana que nunca acaba de llegar. No faltan las matrículas en el gimnasio del
barrio, cuyas visitas comienzan a espaciarse a las pocas semanas, llegando
finalmente a “borrarnos” de esa lúdica y sana actividad, manteniendo nuestro
elevado peso y la carencia de masa muscular. Y aquellos otros que inician el
estudio para obtener el carnet de conducir, pero a las pocas clases
abandonan esa ilusión o necesidad, por falta de decisión y constancia. También las dietas de
adelgazamiento entran de lleno en este apartado: se inicia el programa
de menús alimenticias y pronto pasan a mejor recuerdo, ante las tentaciones y
el placer del comer. Son abundantes las ocasiones en nos convertimos en escritores, pero sin llegar a sobrepasar ese primer
capítulo o relato del libro que pensábamos completar. Igual ocurre con los diarios de
nuestras vidas. ¡Voy a aprender a tocar la guitarra!
Es la ilusión de mi vida. Me he matriculado en el conservatorio o en una
academia. Pronto ese grato y acústico instrumento de cuerda queda abandonado en
el cuarto trastero. ¿Y cuantas veces nos hemos propuesto “ordenar” precisamente
ese cuarto de los trastos o el armario del dormitorio, dejando siempre su inicio
o finalización para un después que nunca llega? Y así podríamos seguir
añadiendo ejemplos a la “causa” de los proyectos no finalizados.
Si buscamos en
nuestras ciudades, también encontramos numerosos “esqueletos”
constructivos de hormigón, para la edificación de hoteles, bloques de
viviendas, almacenes o centros comerciales, cuyos pilares nunca llegan a
tabicarse al paso de los años, sin que sepamos exactamente el por qué.
¿Cuáles pueden
ser LAS CAUSAS de esta falta de finalización para los proyectos emprendidos?
Las respuestas para atender a este interrogante también son numerosas.
En el aspecto
personal, encontramos esa nuestra peculiar y “errónea” forma de ser, que nos
impide, por falta de constancia, mucha apatía, pereza, carencia de firmeza en
el carácter o indecisión, poner fin a lo que, posiblemente con gran ilusión,
hemos iniciado.
Entre los
factores externos, es frecuente de que la causa se halle en la falta de
presupuesto económico, cambio de criterio u opinión o incluso de conveniencia
por otra opción de más calidad o rentabilidad. También porque reconocemos
sinceramente nuestro equívoco en el proyecto inicial, por no haber evaluado
correctamente su desarrollo y finalización.
En conclusión,
son muchas las causas que lastimosamente nos impiden ver la “obra” terminada,
con el consiguiente coste de tiempo y capital invertido. En base a ello es sensato
y prioritario hacer un proyecto equilibrado, realista y bien estudiado, para
evitar después su inviabilidad. Con respecto a los factores personales, la solución está en nosotros mismos. Pero así
somos y no resulta fácil cambiarnos, mientras más años vamos añadiendo a
nuestras espaldas. En realidad, todo se reduce a la necesidad de aplicar más
fuerza de voluntad a fin de continuar el desarrollo de lo previamente iniciado.
Y para ello nunca mejor que ese incentivo de pensar en la alegría que nos albergará
cuando veamos la obra, modesta o importante, ya culminada, con los beneficios
estéticos, utilitarios o incluso psicológicos que nos va a reportar. A no dudar,
nuestra autoestima mejorará y nos sentiremos algo o mucho más felices con lo
que finalmente hayamos logrado. –
José L. Casado Toro
Octubre 2023
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