Frente a frente
los dos en aquella mesa de albo mantel y cubiertos bruñidos. El tintineo del
sonoro cristal acompañó al brindis envolvente: “Por nosotros”. La mirada
masculina se adentraba en la suya, y sus piernas rozaron las de ella con
cautela pero sin titubeos. La larga mano cubrió la de la mujer y ella vio con
claridad la garra bajo la piel. Y entonces descubrió en sus ojos las pupilas de
un gavilán, expectantes y ávidas. Temblaron sus alas frágiles de paloma, y ya
no tuvo fuerzas para iniciar el vuelo.
Mayte Tudea
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