16 julio 2021

COMENZAR

 

Parece una teoría o frase de extremada simpleza, pero que sin embargo contiene una muy operativa utilidad. Es aquella que nos recuerda algo tan obvio como que, en numerosas ocasiones, no se culminan los proyectos, fáciles o complejos, a causa de no haberlos iniciado. Así de fácil, pero en absoluto es una opinión baladí.

Es bien cierto que a casi todos nos cuesta “arrancar”, “iniciar” o como dice el enunciado del artículo, comenzar. Al igual que sucede con los motores de los coches, el estárter, del vocablo inglés start, pieza que no debe fallar para poner en funcionamiento la marcha del vehículo, todos necesitamos ese “empujón” inicial, generado por nuestra propia voluntad o por algún elemento externo que nos ayude o impulse para desarrollar el proceso.

Podemos citar algunos ejemplos próximos, que justifican o explican esta primera dificultad que nos bloquea o retiene, a fin de llevar a buen término nuestra hoja de ruta. A muchos se les hace un tanto antipático o ingrato el reinicio semanal de cada lunes. En ese primer día de la semana parece que nuestras articulaciones se tornan pasivas o indolentes a fin de iniciar con el mejor ánimo ese proceso de actividad, tras el necesario descanso dominical o del fin de semana. Incluso hay estudios realizados en los centros fabriles que indican una curiosa realidad: el mayor número de errores y fallos en las cadenas de fabricación y montaje se producen precisamente los lunes.  

Tras los universales períodos vacacionales de julio y agosto, llega el 1 de septiembre, con la vuelta rutinaria a las obligaciones laborales o escolares. Este reencuentro con la etapa pre-vacacional supone tener que afrontar una fase de adaptación, que para muchas personas resulta dolorosa, tediosa o, al menos, complicada. En algunos casos, no se sabe cómo reiniciar o reemprender los hábitos cotidianos, con secuelas anímicas y físicas especialmente preocupantes.

Al fin, después de mucho pensarlo, nos proponemos limpiar/ordenar esa habitación en la que casi todo está “perfectamente” desordenado. Cuando entramos en su interior, nos echamos a “temblar” porque nos supera y aturde el no saber por dónde empezar. Resulta también bastante frecuente que desistamos de nuestro propósito y lo dejemos “para más adelante”, sin concretar fecha para el nuevo intento.

Estamos desarrollando una actividad senderista por la naturaleza y nos hemos propuesto llegar hasta lo alto de una cima, más o menos elevada. El sol calienta con toda su intensidad. Entonces echamos una mirada al frente y observamos, con un indisimulable pavor, esa carretera o caminos serpenteantes que conducen, después de numerosos vericuetos y ondulaciones, a la meta propuesta. En dicho momento, antes de dar esos 100 /300 pasos iniciales, nos cuesta un mundo dar los primeros pasos e incluso tenemos la tentación repetida de desistir en el saludable pero muy laborioso intento.

También ocurre lo propio con el oficio o afición de escribir. El escritor tiene acumulados, sobre su mesa de trabajo, notas, apuntes, esquemas y en su mente ha organizado una primera idea o diseño argumental, acerca del texto, corto o extenso, que va a redactar. En una narrativa compleja, ya ha “dibujado” esos personajes, principales y secundarios, que van a protagonizar la acción en la historia. Enciende la pantalla de su ordenador y en el escritorio le aparece una página en blanco. En ese preciso momento es bastante frecuente que le embargue una sensación de preocupación, incertidumbre, desconcierto e incluso “pánico” acerca de la hoja primera que aparece complemente “inmaculada”, sin letra alguna para iniciar el relato. Es algo parecido a lo que sienten algunos artistas de la pintura, de la arquitectura o incluso de la escultura (especialmente con los relieves) y que se denomina “horror vacui”, expresión latina que alude al horror o temor al vacío o espacios sin rellenar. Y la hoja del Word sigue ahí enfrente, toda ella de color blanco, provocando ese agobio, confusión o estrés, porque no siempre resulta fácil empezar, sino todo lo contrario.

Podrían añadirse decenas y decenas de otros similares ejemplos, todos ellos muy ilustrativos, acerca de la dificultad que supone iniciar ese proyecto, aun sin realizar, pero que es receptivo a numerosos e identificativos adjetivos. Cuando nos llegan esos lunes de la repetitiva rutina, ese primero de septiembre para la vuelta laboral o estudiantil, la habitación, mesa o armario que hay que limpiar y ordenar, aquella cima o atalaya dificultosa a la que hay que llegar, o esos textos literarios que nos proponemos construir, la primera, la mejor, la más versátil e ineludible solución ante la dificultad es precisamente… comenzar. En modo alguno resulta inteligente dejarlo para después. Casi siempre, es más útil y operativo, el ahora. Escudarnos en el mañana, puede ser la falacia protectora para que ese proyecto nunca se inicie. Apliquemos el esfuerzo y la convicción necesaria, que nos ayude a vencer la errónea, letal e insustancial inercia de la pasividad. –

 

José L. Casado Toro

Julio 2021


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