16 marzo 2019

BAJO MINIMOS

Hace poco vi un programa televisivo sobre libros y lectura en el cual comentaron que además de los microrrelatos también está en auge la micropoesía. Y como extensión del nuevo fenómeno han nacido los microeditores. 
Siempre se ha dicho que lo importante es que la lectura llegue a la mayor parte de personas y en este tiempo de la inmediatez está claro que se imponen las estructuras exiguas utilizando frases convenientes como: Menos es más, lo del tarro de las esencias,  o cualquier otra que apoye este concepto. 
En vez de crecer intelectualmente el mundo liliputiense va ganando terreno y, según mi opinión, no siempre estas pequeñas dosis literarias aportan gran calidad. Por la muestra que escuché de ellos son más bien frases elocuentes, aforismos o greguerías. No desmerezco en absoluto su valor, pero de ahí a considerarlas micropoesía, tengo serias dudas. Es verdad que no soy experta en poesía, aunque  tengo amigas poetas, buenas escritoras y conocedoras del tema, que la escriben teniendo en cuenta unas normas fundamentales. Siempre me dicen que no se trata solo de la métrica o la rima, porque hasta la poesía libre exige que cumpla ciertas premisas.
A diferencia de los microrrelatos, que sí deben contener una historia, creo que esta micropoesía parece ser el producto de un mínimo esfuerzo para un  máximo beneficio.
Esperemos que sea una moda pasajera porque de continuar reduciéndolo todo, algunos cerebros, ya infrautilizados según los expertos, quedarán del tamaño de una cabeza de alfiler, con dos únicas neuronas incapaces de ponerse de acuerdo.     


 Esperanza Liñán Gálvez .














 

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