No
es cierto que el español sea un tipo de escasa rentabilidad. Ocurre que todos
nuestros problemas se resumen en la exhibición de un macarra, que levanta el
milagro millonario y mediocre de la audiencia con unos segundos de berrea.
La televisión es hoy la emisaria
de la calle, un negocio zafio que nos iguala a todos por abajo. Es el espejo
que reproduce nuestras miserias.
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El
mal gusto televisivo escala adeptos semana tras semana en la medida que la
cutrez que ofrecen, en horario de máxima audiencia, eleva la ordinariez y la
idiotez en colorines, analfabetizando y haciendo oro la ignorancia, de la que
presumen exhibiéndose desnudos en una playa. Deberían saltar los “plomos”
cuando las horas de reality superasen las que se ven de la segunda cadena, por
ver si la peña cambia un rato mando por libro, con lo que se conseguiría al
menos mejorar sus modales de barman de puticlub.
Hasta
para insultar hay que saber montárselo bien y si alguien lo duda basta con que
lea a Quevedo o Valle-Inclán, que en esta frecuencia de onda no tenían
competidores. Atinaban cuando mejor maldecían. Era suficiente una puñalada
gramatical para desplumar a un rey. Pero nuestra casta de tertulia ha
degenerado hasta la prevaricación de la mímica y van de estreno con ella a los
platós para mostrar su bajeza en patios de monipodio. Todo ese desparrame está
hoy representado por un mogollón de encantadores, adivinadoras, burlangas, aguadores
y mercaderes de lo ajeno.
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Nono Villalta, noviembre
2014
Pues yo, a la televisión, le estoy sumamente agradecido. Cada vez que la enciendo, al momento la apago y abro el libro
ResponderEliminarNono, creo que aciertas de plano con tu reflexión, pero siempre tendremos el poder de apagarla cuando nos venga en gana. Mi enhorabuena.
ResponderEliminarEsperanza.