Después de los excesos
veraniegos, y para ayudar a la voluntad de los candidatos a un régimen
alimenticio, que comer en uno de esos restaurantes donde los chefs de turno preparan un menú escasísimo, aunque
carísimo y a la última moda.
Pueden pedir una reducción
de anchoas con virutas de ibérico. Un solomillo reconstruido a la trufa con sorbete
de tortilla de patatas. O cualquier postre siempre que vaya acompañado del inevitable
nitrógeno líquido. Esta suculenta comida irá regada por algunos de sus excelentes
vinos, o de una carta de aguas minerales con denominación de origen.
Todos queremos cuidar el
colesterol, la diabetes, y la dieta en general. Pero, de ahí a pretender que dos
o tres diminutos pegotes de comida estratégicamente distribuidos en un plato,
adornados con una teja como peineta, y algún que otro lunar de salsa coloreada,
se convierta en el menú de muchos españoles, va un abismo.
A los pijos de turno les
encantan estas modernidades, porque para ellos un buen chuletón de buey acompañado
por una patata asada envuelta en papel de estaño y su salsa bechamel, que llena
un tablón a modo de plato, es una vulgaridad. Y no digamos nada del olvidado postre
llamado «pijama», que podía por sí solo elevar al límite el
nivel de azúcar en sangre.
No creo que hayamos cambiado tanto nuestros hábitos
culinarios. Es verdad que estamos dejando un poco de lado la beneficiosa dieta
mediterránea y por esa rendija desean colarnos esta nueva tendencia, a juzgar
por los muchos programas televisivos de encumbrados cocineros que pululan en
las distintas cadenas. Completando el marketing
con publicaciones de revistas como: Master chef, Top chef o Soy chef.
Además, ¿os habéis fijado en la cantidad de ingredientes
que desperdician para hacer esas minúsculas raciones?
Siempre estaré a favor de la creatividad, y esta
cocina puede presumir de serlo, pero me pregunto qué pensarán las personas que,
por desgracia, hacen cola a la puerta de los comedores sociales, o rebuscan por
la noche en los contenedores de basura.
Podemos llamarlo paradójico, incoherente o poco ético;
o las tres cosas a la vez. En esta difícil realidad que estamos viviendo, los bancos
de alimentos no dan abasto para poder llenar los estómagos de muchas familias,
mientras algunos personajes se vanaglorian en reducir o reconstruir la carne o
el pescado, que la mayoría de esas personas solo ven en los folletos
publicitarios de los supermercados.
Esperanza Liñán Gálvez
Querida María. Te juro que este plato existe a 29 €: Crujiente de espina de salmonete al aroma de albahaca. Nos hemos convertido en nuevos ricos y sudamos pijotería olvidándonos de ese universo gastronómico, en donde podíamos encontrar una amplia relación de platos, recios, contundentes, incontestables, confeccionados de manera artesanal. Un beso.
ResponderEliminarNono
"Poco, raro y caro".
ResponderEliminarLo considero una afrenta a los asiduos visitantes de Los Ángeles de la Noche.
Donde esté un buen plato de los montes....
Nono, me creo que el plato existe y es una pena que no empleen esa imaginación para cosas más productivas.
ResponderEliminarTomás, nuestros paladares pueden ser tan exquisitos como los de cualquiera, salvo que a algunos se les han atrofiado las papilas gustativas, quizá por falta de uso.
Gracias a los dos por los comentarios. Os mando un abrazo muy fuerte.
Esperanza.
Nono y Tomás, aunque el agradecimiento llegue un poco tarde, gracias por vuestras palabras. Creo que todos estamos de acuerdo en que existe una parafernalia muy orquestada alrededor de ciertos personajes que no parecen estar con los pies en la tierra. Abrazos para los dos.
ResponderEliminarEsperanza.