29 septiembre 2012

UN POQUITO DE POR FAVOR

Las bases de la educación de una señorita de hace algunos años, en las que muchas mujeres maduras actuales pueden reconocerse, eran: costura y bordado si habían estudiado con las monjas y, si no, también se contaba con los socorridos patrones de la revista Burda o el sistema Marti. La carrera de Magisterio, en el mejor de los casos, y otros estudios que normalmente se aprendían en academias privadas como: mecanografía, contabilidad, francés o inglés y taquigrafía. Se adquiría una gran velocidad de palabras por minuto, aunque pocas veces se usaba la taquigrafía en la pequeña empresa privada, y sí las muchas pulsaciones que se conseguían de la vieja Olivetti o la entrañable Olympia.
Otras normas de la educación incluían: no poner los codos en la mesa mientras comían; no mojar el pan en el huevo frito, ni hacer otros barquitos en la salsa, ni siquiera con tenedor, aunque estuviera para chuparse los dedos. Pedir las cosas por favor y dar siempre las gracias cuando les ofrecían algo, y por supuesto, no aceptarlo si no era con el gesto de consentimiento del mayor que las acompañaba. Ceder el asiento en el autobús a las personas mayores o embarazadas. Estornudar y toser en sordina. Saber dar un pésame y algunos detalles más que por falta de uso se fueron extinguiendo del repertorio de la educación cívica elemental.

Fueron afortunadas por no vivir en el tiempo de sus abuelas o bisabuelas. Ellas debían hablar de usted a sus progenitores. No salir con el novio sin carabina. Conocer el intrincado lenguaje del abanico; de lo contrario, corrían el riesgo de no ser cortejadas y quedarse para vestir santos. No pasear sin sombrilla, no fuera a darles un rayito de sol y estropeara ese cutis tan blanco conseguido a base de beber vinagre y de maquillarse con polvos de arroz. También debían saludar con cierta reverencia y conocer algunas normas de protocolo para tratar con el clero o unos hipotéticos personajes del cuerpo diplomático, que nunca tuvieron ocasión de conocer en su vida. Urbanidad y Educación sin minúsculas y tan diferentes a la ola de modernidad que vivimos actualmente. Lo extraño y hasta trasnochado para algunos es que quede algún vestigio de ellas. Otros pensamos que por su valor deberían cotizar en bolsa.
Desde las rígidas normas de conducta de otros siglos a las que presenciamos hoy día, por activa y por pasiva, deberíamos encontrar el equilibrio de esa balanza, que no es más que la práctica de buenos modales; un poco de saber estar y un mucho de respeto al prójimo.

Con toda seguridad, un día cualquiera puede estar repleto por un rosario de barbaridades que soportamos estoicamente, y a las que nuestros sufridos tímpanos se niegan a acostumbrarse. El resto de los sentidos también padecen resignados la avalancha.

En mi edificio empieza el show a las siete y media de la mañana. Uno de los vecinos del segundo levanta a gritos a sus hijos, compitiendo en decibelios con las noticias de la radio a esa misma hora, y que tiene la deferencia de sintonizar para que todos los vecinos nos levantemos perfectamente informados. El olor a tostadas chamuscadas y café recalentado llega de no se sabe dónde, y me pregunto si nunca consiguen tomar un desayuno en su punto. Después empieza «radio patio». Sin ningún pudor de violar su propia intimidad, una vecina asomada desde su lavadero le cuenta a otra que vive dos pisos más abajo los valores de su última analítica completa. «Tantos triglicéridos, el tema de las plaquetas, la bilirrubina muy alta y el temido colesterol que se le ha subido por las nubes… ¿A ti que te parece?, te lo digo porque como eres enfermera me gustaría saber tu opinión antes de llevársela al médico». ¿Qué necesidad tenemos de conocer todos los vecinos el estado de su salud?

Luego está la cola para el autobús, que no respeta casi nadie. Algunos se abren paso a codazos o empujones para sentar al niño de tres o cuatro años en el asiento reservado para ancianos y personas con difícil movilidad, aunque haya otros libres. Y si se te ocurre llamarle la atención educadamente para que se siente esa abuelita del final de la cola, que ha conseguido entrar apoyada en su bastón, más te vale que le dejes tu asiento, si lo tienes, de lo contrario llegarás al trabajo con la primera bronca mañanera a cuestas.
Si tenemos suerte de tener un trabajo, puedo asegurarles que la «jungla de las oficinas» y su bien intencionado personal es un mundo aparte. ¡Bienvenidos al circo, señoras y señores…! Después de haber pisado muchos años ese terreno pantanoso, he observado el pulular constante de algunos «entes con patas» que se mueven como satélites sin planeta conocido. Escuchar conversaciones ajenas e interrumpirlas parece ser uno de sus principales cometidos, acompañada de una querencia casi enfermiza a la máquina del café. Bromas de mal gusto, sarcasmos, preguntas indiscretas y el consabido pero ausente compañerismo al que hacen alusión a la más mínima oportunidad, aunque no practican en absoluto. En definitiva, maestros del escaqueo que durante la jornada laboral siempre encuentran una víctima a quien endosar su trabajo, porque no han dado un palo al agua en todo el día.

Por no extenderme a otros campos, ya que el tema sería interminable, creo que un «poquito de por favor» no nos vendría nada mal. Eso no implica reverenciar a nadie, ni agachar la cerviz, sino demostrar que sabemos y podemos hacer las cosas con otro estilo, que no menoscabe nuestra dignidad, y sería un magnífico homenaje póstumo a los genes de nuestros antepasados de chistera y corsé que a buen seguro todavía habitan en nuestro cuerpo.

Esperanza Liñán Gálvez


2 comentarios:

  1. Esperanza, yo fuy una de esas señoritas de "Un poquito por favor". Estudie magisterio, corte y confección, mecanografía, francés...No me pusieron carabina cuando salía con mi novio, pero era por lo bien que me habían inculcado que de " manitas" nada. Ahora haría falta un " mucho por favor" porque la asignatura de hurbanidad brilla por su ausencia. Tú como siempre, poniendo tu granito de arena. Enhorabuena y un beso.

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  2. Gracias Maruja por tu enhorabuena. He puesto un "poquito de por favor" porque pretender un "mucho" hoy día sería demasiado para el personal. Por algo se podría empezar, pero es una utopía...Un beso a tí también y gracias otra vez por comentarlo.
    Esperanza.

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