22 mayo 2012

¿MADURAR O PUDRIRSE?

“Que no, que no, que el pensamiento no puede tomar asientooo... que el pensamiento ha de estar siempre de paso, de paso, de paso, que nooo...”. Esta letra corresponde a una canción de mi admirado cantautor Luis Eduardo Aute, un “letrista” para mí magnífico, y que a pesar de sus limitados recursos de voz, decía más en sus canciones que algunos libros de filosofia de autores pedantes y abstrusos a los que en ocasiones he intentado “meter el diente” y el único beneficio que he obtenido de ellos ha sido el de conciliar el sueño de un modo más rápido que el habitual. (Para épocas de insomnio, los recomiendo).

Mi padre insistía que de todo libro se puede extraer un aprovechamiento, y que no debía abandonar su lectura aunque en un principio no me interesara demasiado. Cuando tienes quince años y toda la vida por delante para “devorar” las miles de obras que te gustaría conocer el consejo podía resultar útil, pero en esta etapa de mi vida en la que el valor del tiempo se ha elevado a la enésima potencia, no estoy dispuesta a desperdiciar ni un minuto en algo que no despierte mi interés, o no me “enganche” lo suficiente para que mi curiosidad permanezca viva y atenta al desarrollo de las páginas siguientes.

Bueno, y ahora volvamos al inicio de la idea que ha motivado estas líneas, y no es otra que la del “asentamiento”. Si existe una época en la que se produce con más virulencia este hecho, no cabe duda que es en la tan difícil de definir “tercera edad” en la que muchos de nosotros estamos instalados. (Llámese como quiera, pero lo cierto es que ya no somos ni jóvenes ni adultos, y si nos califican de “maduros” supongo que lo relacionan más con la “caída” que con la sazón del fruto). Permanecer, perseverar, aferrarse, en definitiva, anclarse, lo consideramos como un signo de coherencia cuando, creo yo, es en gran parte una actitud de “estancamiento”. Las novedades, en cualquier terreno, nos asustan, y la falta de valor para enfrentarnos a ellas nos hace refugiarnos en unos conceptos que consideramos inamovibles, porque de otro modo sentiríamos la tierra temblar bajo nuestros pies.

Esta actitud la observo, muy especialmente, en las ideas políticas.¡Que dificultoso resulta criticar lo que uno ha defendido y mucho más reconocer que se ha estado equivocado! Lo inteligente sería hacer nuestra la frase de Confucio: “Quien comete un error y no lo corrige, comete otro mayor”, pero, lamentablemente, muchos se inclinan por la del Quijote, la de “sostenella y no enmedalla”. Y así les luce el pelo, sobre todo a los que aún lo tienen.

Voy a repetirme todos los días aquel otro sabio consejo de mi padre, el de ser flexible como el chopo, y tratar de no “enrocarme” en ciertas nociones casi “sagradas” que he ido manteniendo a través de los años. Y dedicarme, aunque me cueste un esfuerzo, a relativizar, relativizar siempre, que es algo muy saludable.

Más que nada, por no darle la razón a mi también admirada Simone de Beauvoire, cuando decía: “Los seres humanos no maduramos, nos pudrimos por partes”.

Mayte Tudea Busto
20-Mayo-2012




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