13 enero 2012

LOS SILENCIOS COBARDES*

Estamos padeciendo una perversa endemia típicamente española (disparatada en este mes de enero) que conmociona sin cesar a la población y nos marca con un ominoso estigma. La violencia contra las mujeres está adquiriendo tal relevancia social que aberra la idea que se tiene de nuestro país y de sus hombres.

A mi entender, estas conductas no deben considerarse hechos aislados, por el contrario están tan enraizadas en nuestra sociedad que su machacona presencia en los medios la convierte en “carnaza” de consumo televisivo. Es cierto que cada vez más, estas noticias crean una gran alarma social pero es precisamente esta misma sociedad la que con su silencio cómplice contribuye a que el maltratador no sea desenmascarado a tiempo. Entre el primer bofetón y la última cuchillada están los vecinos que oyeron y callaron, los hijos que vieron y soportaron en silencio, los abuelos que intuyeron y no reaccionaron, en definitiva toda una cohorte de cooperadores necesarios.

Y aun más perverso es el acosador moral. Un sicópata integrado en la sociedad que pasa desapercibido. ¡Hay que desenmascararlo! Su actitud de acoso es una repetición frecuente, intencionada, demoledora e invisible. Un fenómeno de destrucción sistemática de la otra persona durante un largo período mediante sobreentendidos, alusiones, descalificaciones, desprecio y vacío. Una sutil estrategia para confundir a la pareja. Los pequeños actos perversos son tan cotidianos que parecen normales hasta llegar a desorientar a los testigos, los cuales los interpretan como simples aspectos de una relación conflictiva entre dos personas de carácter. No solo es difícil de detectar externamente sino que, sobre todo, es negada reiteradamente por el agresor. Esta negación así como el hecho de que la vergüenza impide a la victima confesarlo, constituyen una violencia adicional. Por el contrario suele generar en la maltratada una violencia reactiva mucho más evidente, de lo que se derivaría que es ella la responsable del problema.

Y es que la creencia de la superioridad del hombre sobre la mujer (incentivada por las principales cabezas del siglo XIX, Hegel, Schopenhauer, Kierkegaard y Nietzsche) ha quedado sepultada. La supremacía de la mujer sobre el hombre se deduce de datos objetivos contrastados y de la siguiente apreciación: la progresiva presencia de mujeres en cargos o profesiones tradicionalmente reservados a los hombres incluidos los de máxima cualificación o responsabilidad. Ninguna definición tan acertada de la mujer como la de “porvenir del hombre” Y he aquí un hecho que el macho no termina de digerir. Las mujeres, en efecto, no se dan por vencidas y hacen valer con todo el empuje del mundo sus reclamaciones, sus indignaciones y el conseguimiento de sus derechos. Y aunque la lucha femenina es desigual, no debe cabernos duda alguna que la victoria final será de ellas; por tanto será de inteligentes ponerse al lado del vencedor. ¡Hagámoslo! y ayudemos a terminar con la vesania que representa pronunciar la frase de: “la maté porque era mía”.

Nono Villalta, (enero 2012)
(*) En homenaje a la mujer, ese milagro único e
irrepetible de la creación.

3 comentarios:

  1. En nombre de las mujeres ¡¡¡gracias¡¡¡ compañero escritor de estupendos articulos.

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  2. No creáis que ésto es solo un mal español.

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  3. No solo demuestra una gran sensibilidad hacia nosotras, es lo bien que lo transmite. UN BESO!!!

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